Las bolsas europeas y norteamericanas cerraron la semana con pérdidas. El Ibex se dejó un 3,8%, el Dow Jones 1,93%, el S&P 500 1,32% y el Nasdaq un 0,52%. En el año acumulan una caída de 16,69%, 12,20% y una subida de 0,62% respectivamente. El oro saldó la semana subiendo un 2% y ganó en el año un 13%.
Y es que el pesimismo siguió presente por tres razones:
- – Los Gobiernos europeos no terminaron de afinar y matizar el tamaño del fondo de recuperación que están ultimando.
- – El fracaso de Gilead (NASDAQ:GILD) con el primer ensayo del fármaco contra el coronavirus.
- – Las referencias macroeconómicas siguen siendo desalentadoras: las ventas de casas nuevas en Estados Unidos disminuyeron en marzo a niveles de 2013; los envíos de bienes de gran valor cayeron un 4,5%, la mayor cantidad desde 2009, dejando a los productores con mayores existencias y señalando recortes de producción en los próximos meses.
Así las cosas, Italia podría ver su economía reducirse un 9%, España un 8%, Alemania un 7% y Estados Unidos un 6%. Estas estimaciones que corresponden al FMI son las peores perspectivas desde la Gran Depresión y eso que se basan en la suposición de que no habrá un nuevo brote del coronavirus más adelante en el año.
La noticia positiva es que Donald Trump firmó un paquete de gastos de 484.000 millones de dólares que incluye más dinero para las pequeñas empresas.
Mientras, el sentimiento semanal de los inversores (AAII) queda de la siguiente manera:
- * Alcistas: 24,9% (-10% respecto pasada semana)
- * Neutros: 25,1% (+2,7% respecto pasada semana)
- * Bajistas: 50% (+7,3% respecto pasada semana)
Desde que el S&P 500 tocara fondo hace un mes subió en torno a un 25%, lo que supone la mejor ganancia mensual desde julio de 1938. A ello ayudó la promesa de la Reserva Federal de respaldar los mercados de crédito corporativo, incluida la deuda emitida por empresas de mayor riesgo.
La famosa pregunta que se hacen todos los inversores es la siguiente: ¿lograrán los mercados cerrar en positivo el año? La historia indica que es poco probable ya que no existe precedentes de caídas de un 30% o más y que luego el año se saldase en verde (entendiendo que tanto la caída como la total recuperación fuese en el mismo año). El único dato que pudiera invitar al optimismo es lo que sucedió en 2009 cuando el mercado cayó un 25% y posteriormente desde el mes de marzo no dejó de subir. Pero claro, la comparativa está muy bien pero las causas son bien diferentes, de manera que sólo se puede considerar como una mera referencia y no como un dogma.
Si analizamos las 32 correcciones que ha experimentado el S&P 500 desde los años 80 y lo que sucedió después (1 años y 2 años) tenemos lo siguiente (de mayor a menor caída):
- Año 2008: caída de -33%. Un año después subió 19,7% y dos años después 30,1%.
- Año 1987: caída de -33,2%. Un año después subió 22,9% y dos años después 52,5%.
- Año 2002: caída de -32%. Un año después subió 23,9% y dos años después 36,2%.
James Bullard (Fed) comentó que espera que la recuperación de la economía sea en forma de V, pero los inversores institucionales no apoyan mucho esa teoría, no en vano, atendiendo a la encuesta de Bank of America (NYSE:BAC), sólo el 15% de los inversores institucionales piensan igual. Yo sigo pensando que será en forma de raíz cuadrada (fuerte caída, una fuerte subida pero menor que la caída previa, y finalmente un periodo lateral de estancamiento).
De momento, un indicador del Banco de la Reserva Federal de Chicago sobre la economía nacional disminuyó en marzo a un nivel que indica que Estados Unidos han entrado en recesión.
Y el índice de sorpresa económica de Citi se ha desplomado en las últimas semanas a niveles del año 2008.
Otra cuestión a tener en cuenta es que en la actual coyuntura internacional en que estamos por la pandemia, surge el temor a que los precios de los bienes y servicios caigan a nivel mundial. Y es que cuando los precios caen durante un tiempo elevado, la actividad económica tiende a interrumpirse. Tengan en cuenta que si los compradores creen que saldrán favorecidos con la espera al ser luego más baratos los bienes y servicios, el aplazamiento de las compras irá aumentando, con lo que la demora de las compras reduce las ventas y los beneficios de las compañías, de manera que se contrata a menos trabajadores y los salarios no aumentan. Es el efecto deflación. Es verdad que muchos creen que las preocupaciones sobre la deflación provocadas por la pandemia son un tanto exageradas, ya que los precios podrían subir cuando se reanude la actividad económica y el impacto de los estímulos del gobierno y de los bancos centrales estimularán la demanda. Pero es que una vez se haya erradicado la pandemia, las secuelas serán tremendas (elevado desempleo, muy baja confianza del consumidor, recuperación irregular de las cadenas de suministro mundiales) y todo ello producirían unas sinergias que impedirían una rápida recuperación.
Personalmente, lo que más me preocupa no es lo que suceda en los próximos meses, sino lo que pueda suceder de octubre en adelante. La fuerte caída de los mercados se produjo cuando saltó todo el tema por los aires, la posterior subida cuando parece que muchos países han tocado techo en cuanto a fallecidos y a contagiados, ahora estamos en la fase más delicada que es la de doblegar la curva y hacer descender a un cierto ritmo el número de contagios y de muertes.
Pero insisto, me preocupa octubre y los meses posteriores. Los expertos auguran una segunda oleada del virus en otoño-invierno y seguiremos todavía sin poder utilizar una vacuna. Si finalmente se produce este escenario, cogería a las economías débiles y en recesión (no como en marzo que estaban más fuertes) y realmente tener que volver a paralizar la actividad económica y los trabajos dentro de un contexto ya de recesión sería mortal de necesidad. Por supuesto, los mercados caerían con fuerza poniendo en peligro los mínimos anuales.
Un último apunte para los inversores que invierten en dividendo. El índice S&P 500 Dividend Aristocrat que sigue a las compañías que han aumentado sus dividendos anualmente durante los últimos 25, en la última década obtuvo mayor rentabilidad que el S&P500 y con menor volatilidad (si cogemos como ejemplo la última crisis, en el año 2008 el S&P 500 cayó un -38% y el S&P 500 Dividend Aristocrats un -22%). Pues bien, en lo que llevamos de año cae un -19% superando la caída del S&P 500 de -12,20%. La realidad es que las compañías están recortando o suspendiendo los dividendos para hacer frente a las consecuencias económicas del brote de coronavirus, lo que complica el proceso de selección de acciones para los gestores deseosos de reforzar sus carteras con un flujo constante de ingresos.
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