Resulta que tener abogados en lugar de economistas o banqueros centrales al frente de los dos bancos centrales más importantes del mundo funciona en tiempos prósperos, pero es un lujo que no podemos permitirnos en una crisis.
Tanto el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, como la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, han demostrado no estar a la altura de la tarea, ya que sus respuestas para frenar el impacto económico de la pandemia del coronavirus se han estampado espectacularmente, robándole a los participantes del mercado los últimos atisbos de confianza que pudiera quedarles en los dirigentes de los bancos centrales. (Aquéllos que sepan francés podrían querer leer el veredicto condenatorio del historiador económico suizo Tobias Strautman en una entrevista para Le Temps).
Lagarde no sólo ha decepcionado a los mercados con medias medidas en la reunión del Consejo de Gobierno del BCE del pasado jueves, sino que ha tenido que disculparse por provocar el desplome del mercado de bonos italianos alegando que estrechar el margen diferencial de los bonos soberanos no era asunto del BCE.
Un miembro del Consejo de Gobierno citado anónimamente en el Financial Times dijo para excusar a Lagarde: «Se despistó». ¿En serio?
Hubo quejas— después de su partida— de que Mario Draghi era demasiado autocrático en su mandato como predecesor de Lagarde, anunciando a menudo medidas sin consultar al Consejo de Gobierno. Pero, ¿está Europa realmente mejor con un comité de 25 responsables de la política monetaria divididos quejándose de los compromisos bajo el mando de un presidente que sigue realmente en una curva de aprendizaje?
El kit de herramientas de 2008 no sirve en una crisis económica impulsada por una pandemia
Powell, por su parte, esperó demasiado tiempo para el primer recorte de tipos de emergencia de la Fed, realizado el 3 de marzo, de 0,5 puntos porcentuales, cuando una intervención anterior de mayor alcance podría haber impulsado la confianza del mercado y mitigado el pánico. Para cuando la Fed llegó con un paquete de medidas más grande —el anuncio de este fin de semana de un nuevo recorte de 1 punto porcentual de los tipos hasta un cero virtual y la restauración de las compras de activos por un total de 700.000 millones de dólares, junto con las inyecciones de liquidez y los swaps de divisas—, el daño ya estaba hecho y los participantes del mercado pensaron que el pánico estaba cundiendo en la Fed también.
El lunes, los mercados, tanto globales como estadounidenses, lo dejaron perfectamente claro.
Hay quienes argumentarán que los bancos centrales no son los que tienen que combatir esta crisis. Lo que es seguro es que la redistribución del juego de herramientas utilizado en la crisis financiera de 2008 no es la solución adecuada para la crisis económica desatada por la pandemia. Algunas de las soluciones técnicas, como la reducción de la tasa de descuento y los requisitos de reserva o el aumento de los importes de repo, pueden aliviar el principal problema —mantener el crédito a las empresas—, pero todavía están lejos de la respuesta oficial coordinada que se necesita.
¿Recordáis cuando Bernanke y el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Hank Paulson, eran los rostros de la crisis financiera, reunidos las 24 horas del día? Bernanke había escrito su tesis doctoral sobre la Gran Depresión y Paulson pasó 32 años trabajando para Goldman Sachs, ascendiendo a director ejecutivo en el principal banco de inversión del mundo. También tenía más credibilidad que Steven Mnuchin, el exproductor de cine que actualmente dirige el Departamento del Tesoro (en justicia, Mnuchin también pasó muchos años en Goldman).
En cualquier caso, las dos reuniones de emergencia de la Fed, las primeras celebradas entre reuniones programadas del Comité Federal de Mercado Abierto desde la crisis financiera, han sustituido a la reunión programada para esta semana.
En la rueda de prensa telefónica con la prensa este domingo, Powell esquivó una pregunta específica sobre la falta de coordinación entre el Tesoro y la Fed diciendo escuetamente que cada organismo tiene sus propias herramientas y responsabilidades. En general, al igual que con otra pregunta sobre el Consejo de Supervisión de la Estabilidad Financiera, las respuestas de Powell se centraron en el proceso —llamadas de grupo, contacto regular, lo que sea— más que en la política monetaria o las soluciones.
Lo que falta ahora es un pensador experimentado y creativo que averigüe qué hace falta para combatir esta crisis única. Es difícil imaginar a un Ben Bernanke, una Janet Yellen o un Mario Draghi, y mucho menos un Paul Volcker, contemporizando como lo están haciendo Powell y Lagarde.
¿Qué harían estos banqueros centrales de antaño en esta situación? No lo sabemos, porque ya no están al mando. En su lugar, tenemos a este equipo B y sólo podemos esperar que de alguna manera consigan salir del paso.
Darrell Delamaide/Investing.com
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