Finalizó la ampliación de capital de DIA (605,5 millones de euros), algo ineludible si se pretendía tener financiación suficiente. Este hecho ha propiciado una fuerte subida de las acciones de la compañía con grandes movimientos de hasta el 100% intradia, aunque luego se fueron aminorando sustancialmente. Sin ir más lejos, la pasada semana, desde el anuncio de la ampliación, los títulos han subido más de un 80% Y es que esta ampliación de capital otorga cierto respiro a la empresa para concentrarse, de ahora en adelante, en implementar las estrategias operativas para los próximos años.
Pero convendría no perder la perspectiva y que los árboles no nos impidan ver el horizonte. Pese a la ampliación de capital, el tema sigue igual de complicado y no se puede asegurar que el plan de transformación a cinco años vaya a dar los resultados esperados. Es más, desde la compañía únicamente se han dado a conocer algunos trazos de actuación en general, pero nada concreto y mucho menos objetivos a medio plazo. Incluso desde DIA ya se avisó el pasado 31 de octubre de los riesgos que los inversores asumían acudiendo a la ampliación (recomendaba a los inversores que antes de invertir en los derechos de suscripción preferente y en las nuevas acciones debían evaluar cuidadosamente toda la información incluida en el folleto, porque el negocio, la situación financiera y las perspectivas podrían verse afectadas de forma significativa).
Pero al margen de todo esto, que es de dominio público y supone un reto de gestión para reflotar la compañía (difícil, pero no imposible), hay un tema que sí me parece bastante grave y es normal que tenga a muchos inversores bastante enfadados. Me estoy refiriendo al ruso Mikhail Fridman y su actuación como tiburón depredador, saliéndose finalmente con la suya sin importarle los daños colaterales que iba dejando por el camino.
¿Y por qué digo esto? Pues porque este señor siempre ha dicho que “de todos los tipos de actividad humana, el espíritu empresarial es, en cierto sentido, el más cercano a la guerra” y tenía un plan sencillo de entender: quería comprar la compañía pero a precio de saldo, y para ello no dudó en «hundirla», de manera que el precio de las acciones caían con fuerza y la operación de compra se saldaba a un precio irrisorio. Normal que muchos accionistas estén bastante defraudados. Bueno, si además le añadimos la reciente noticia de la imputación de Mikhail Fridman por la caída de otra compañía (el Grupo Zed), pues blanco y en botella.
La estrategia general se basaba en controlar en todo momento el precio de las acciones para ir logrando sus objetivos. Para ello contó con la inestimable ayuda de Goldman Sachs (hecho que fue investigado por la CNMV, pero el organismo no cuenta con los medios necesarios para poder monitorizar en tiempo real las operaciones que se hacen en segundos y con estructuras financieras complejas) y con dos fondos buitre de la city londinense, famosos por sus apuestas bajistas, concretamente Melqart y Caius (como reseña, recordar que Melqart fue uno de los fondos cortos que entraron en la recta final en Banco Popular y en Abengoa para dar la puntilla y rematar la faena).
Lo de Goldman Sachs es para hacérselo mirar, porque ha hecho lo que ha querido, compraba y vendía, entraba y salida en innumerables ocasiones, muchas veces sin lógica aparente (quién la necesita, verdad?), pasando de tener el 5% al 0,1% en sólo un día de tiempo.
El 23 de mayo fue la ultima vez que escribí sobre DIA y les dí mi opinión: “la valoración es “mantener”, únicamente para aquellos accionistas que estén mentalizados que se trata de una inversión a largo plazo”. Pues bien, ese día las acciones cotizaban a 0,195 euros y en seis meses han subido de momento a 0,295 euros. Lógicamente, seis meses no es largo plazo, toca esperar.
El planteamiento sigue vigente, se trata de una inversión no apta para inversores conservadores, únicamente para aquellas carteras muy bien diversificadas y con un horizonte temporal de largo plazo.
Técnicamente hablando, decir que cuando de pronto se produce un fuerte movimiento al alza que viene además a coincidir con niveles de sobreventa, dicha zona de mínimos a partir de la cual se produce la fuerte subida pasa a convertirse en un nivel de referencia sólido que en la mayoría de las ocasiones sirve como rebote al alza para la próxima vez que regrese el precio (cosa que aun no ha sucedido) y también sirve como zona niveladora en el sentido de que generalmente, tras una “explosión” al alza, el precio tiende a regresar y testear dicha zona o quedarse muy cerca, para acto seguido continuar su senda al alza, hecho que suele implicar que el rebote al alza puede ser “fiable” (éste hecho sí se ha producido).
Sinceramente, sabiendo cómo es el señor Fridman, las causas que tiene pendientes y que inicia proyectos millonarios con la misma facilidad con que los cierra sin pudor alguno, no invita precisamente a la tranquilidad.
Ismael De La Cruz/Investing.com
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