Mario Draghi deja el Banco Central Europeo con una serie de medidas de estímulo que han provocado una división generalizada.
- En primer lugar, en el propio seno de la entidad, puesto que varios miembros no las compartían.
- En segundo lugar, entre los inversores, ya que nadie puede asegurar que vayan a tener la efectividad esperada.
Christine Lagarde se hará cargo del BCE el 1 de noviembre, una patata caliente que seguro hubiese preferido heredar en otro momento y otro contexto, pero así han venido rodadas las cosas. El tiempo dirá si Draghi tenía razón o bien otras voces como el gobernador del Banco de Francia, Francois Villeroy, el del Banco de Holanda Klaas Knot o el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann.
En el siguiente gráfico pueden ver los países en contra del programa QE.
Gráfico: Bloomberg
Y es que el ciclo expansivo en la eurozona que comenzó hace seis años está perdiendo fuelle. Cada vez más voces autorizadas se alzan pidiendo un mayor gasto público o una rebaja de impuestos aprovechando que los tipos de interés se encuentran tan bajos, todo ello para luchar contra la actual desaceleración económica que asola a la región. Pero es que para ello es necesario que buena parte de los Estados miembros apliquen políticas fiscales expansivas. Y es que el BCE poco más puede hacer ya, se está quedando sin munición y es imprescindible contar con la ardua labor fiscal de los países. Claro, sólo le faltaba a Draghi mojarse y decir qué países son los que tienen que hacerlo, pero no lo hizo. Por tanto, la gran pregunta que se hacen los inversores es si las medidas adoptadas por el BCE serán suficientes. La respuesta es que seguramente no, se requiere sí o sí contar con la política fiscal de los socios comunitarios.
La idea de Mario Draghi es que sigue siendo necesaria una política monetaria acomodaticia. Pero la situación es delicada, de hecho el propio BCE se ha visto obligado a rebajar sus previsiones de crecimiento económico para la zona euro para 2019 y 2020. Para el presente ejercicio, espera un crecimiento del PIB del 1,1% (lo que supone una décima menos que en su anterior previsión) y del 1,2% para 2020 (frente al anterior 1,4%). Eso sí, para 2021 no ha rebajado su expectativa y la mantiene en un alza del PIB del 1,4% (no se preocupen, en dos años pueden pasar muchas cosas, ya tendrán tiempo si lo estiman oportuno de variar las cifras, es un clásico).
Respecto a la inflación, la entidad también ha recortado su crecimiento, para este año espera que se coloque en el 1,2% (rebaja de una décima), para 2020 en 1% (ya hablamos, ojo, de una rebaja de 4 décimas)
¿Y los tipos de interés? Tengan claro que seguirán donde están (o incluso no se podría descartar que más bajo aun) mientras las perspectivas de inflación no se acerque al objetivo del 2% y se refleje de manera sostenida y consistente en la inflación subyacente.
Ismael de la Cruz
ismaeldelacruz.es