Vivimos más y mejor. La evolución demográfica obliga a planificar estrategias que ayuden a cumplir los objetivos financieros de todo el ciclo de vida, también en el momento de la jubilación.
«Cuando me jubile tendré una casita en la playa». «Cuando me jubile haré ese viaje que siempre he deseado». «Cuando me jubile…». Todo el mundo tiene derecho a soñar con su plan ideal al terminar la vida laboral. Mucho más sabiendo que cada vez viviremos más años y con mayor calidad. Pero, además de soñar, ¿planificamos cómo conseguir ese futuro soñado?
Adaptar la inversión y el ahorro al ciclo de vida parece indispensable para afrontar un futuro en el que cada año que pasa, la esperanza de vida se incrementa en 2,5 meses, según datos de BBVA. Es decir, cada diez años vivimos más de dos años adicionales de media. “Tendremos más tiempo para disfrutar de nuestro futuro sin trabajar y, por tanto, también tendremos más gastos”, indican desde Abante. Los expertos dan así un toque de atención a aquellas personas que piensan que, en el momento de la jubilación, bastará con ‘apretarse un poco el cinturón’ para mantener el nivel de vida actual.
En este escenario resulta clave definir cuanto antes los objetivos financieros y la estrategia para alcanzarlos. Paula Satrústegui, directora de planificación financiera de Abante, explica que a la hora de ahorrar o de invertir “hay que tener claro que el dinero no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para conseguir algo”. Asegura que este proceso de planificación se divide en cuatro fases: la primera, “entender los objetivos que se quieren conseguir”. La segunda, comprobar el patrimonio del que disponemos. La tercera, “calcular la rentabilidad que necesitaríamos extraer de ese patrimonio para alcanzar nuestros objetivos y, por último, definir dónde invertir para lograrlo”.
Los expertos son conscientes de que cada persona es un mundo y también lo son sus objetivos vitales. Pero por lo general, se pueden establecer tres momentos clave que marcarán los flujos de dinero en el bolsillo de las personas en edad de trabajar. “El primer objetivo suele ser comprar o alquilar una vivienda, después la educación de los hijos (o en otros como los estudios, ocio o viajes) y, por último, el ahorro para la jubilación”, indica Satrústegui. A su juicio, “lo más importante es enseñar al ‘yo futuro’ las consecuencias de las decisiones del ‘yo presente’”. “Tenemos que visualizarnos hasta los 95 años o más y ver qué vamos a necesitar en ese momento”, insiste.
Pero el trabajo debe venir de antes. Los expertos recomiendan iniciarse en formación financiera antes de los 20 años. “Cuanto antes comiences a familiarizarte con el ahorro y las finanzas, mejor”, indican desde Aegon. En un reciente informe elaborado por la firma, los expertos explican que “en los primeros años de nuestra vida esa función recae directamente en los padres, que pueden, por ejemplo, colocar los ahorros en una cuenta infantil y dar otros pasos que ayuden a interiorizar la cultura del ahorro de cara a los siguientes años de la vida”.
Entre los 20 y los 30 años se producen esas primeras decisiones importantes relacionadas con estudios, pareja, trabajo, etc. Para los jóvenes que pueden pensar a más largo plazo, los expertos recomiendan renta variable a través de fondos de inversión o planes de pensiones para sacar más rentabilidad al patrimonio disponible.
Para ese ejemplo de una persona en edad de trabajar y, por lo tanto, empieza a recibir unos ingresos periódicos, el primer objetivo financiero sería la vivienda. “Hay que tener en cuenta muchos factores, ver si somos trabajadores autónomos o por cuenta ajena, si podemos comprar o alquilar, comprobar los gastos y la fiscalidad de todos nuestros movimientos”, indican desde Abante.
DE MÁS A MENOS RIESGO EN CARTERA
Desde la firma consideran que “en un escenario de tipos como el actual, el único activo a considerar para sacar la rentabilidad deseada en estas edades es la renta variable”. “Los más jóvenes no deberían dejarse disuadir por el riesgo, ya que si los mercados caen y pierden dinero, su horizonte de inversión es lo suficientemente lejano como para permitirles recuperarse de cualquier pérdida”, coinciden desde Fidelity.
Eso sí, según vaya pasando el ciclo de vida y se vayan cumpliendo los objetivos, “lo normal es ir reduciendo el riesgo en cartera para ser más conservador”. “A medida que queda menos tiempo para alcanzar las metas de inversión y, por lo tanto, menos tiempo para recuperar las posibles pérdidas, lo ideal es destinar una proporción del patrimonio a activos que puedan proteger el capital, como por ejemplo los bonos y los productos monetarios”, explican los expertos.
Solo así se podrá alcanzar el objetivo financiero más importante del ciclo de vida: la jubilación. “Estamos acostumbrados a un nivel de ingresos y gastos y tenemos que pensar en qué hacer para que nuestro nivel de vida se mantenga cuando lleguemos a ese momento con unas pensiones que serán más bajas”, advierte Satrústegui.
Para alcanzar un buen nivel de vida tras la jubilación, el mayor trabajo de la planificación financiera se suele desarrollar entre los 45 y los 65 años, cuando el ahorro ya debe ser una parte del día a día en las finanzas de los hogares. “En ese momento es indispensable repasar, y modificar si es necesario, la estrategia y los objetivos de ahorro e inversión a largo plazo que nos ayuden a constituir un patrimonio a nivel individual y familiar”, indican desde Aegon. Aquí, los planes de pensiones o los planes de previsión asegurados, con parte todavía de renta variable, pueden ser buenas opciones teniendo en cuenta que las aportaciones realizadas por el asegurado reducen significativamente la base imponible del IRPF.
En un estudio sobre el ahorro a lo largo del ciclo de vida, los expertos de Fidelity hablan de una conocida regla denominada el «100 menos la edad», por la que el porcentaje invertido en acciones debería ser igual a 100 menos la edad de la persona. Así, y teniendo en cuenta que actualmente hay muchas otras clases de activos, una persona de 20 años debería tener 80% en acciones y 20% en bonos, mientras que alguien en la cincuentena debería tener acciones y bonos a partes iguales.