«Llega el fin de año y los vendedores de motos, los agitadores, los intermediarios financieros y los comerciales de los bancos, en general, se lanzan al cuello de los ahorradores en busca de sangre fresca con la que saciar la sed de los balances. Queda poco tiempo para mejorar algunos renglones de las cuentas de resultados y es el momento idóneo para cazar incautos a través de la promesa de contar con el mejor fondo de pensiones, el mejor fondo garantizado o, como sucede en tantas ocasiones, presumir de ser el más listo de la clase en asuntos de la Bolsa ¡Huya de los vendedores de motos y de crecepelos! Si le dicen que alguien es experto en comprar barato y vender caro, huya, salga pitando. En Bolsa no existe el más listo de la clase, sino el mejor preparado, el más reflexivo, el que menos cornadas ha recibido, que la Bolsa, como el hambre, da muchas cornadas, a veces mortales», me dice uno de los viejos lobos de mar de la Bolsa de Madrid, que me envía el siguiente enlace, lleno de miga:
Los asesores financieros se estrellan con el market timing /Óscar Rodríguez Graña |Funds People
La estrategia de comprar barato y vender caro es sencilla de decir, pero muy difícil de implementar. Aunque siempre hay quienes aseguran llevar a la práctica con éxito esta filosofía, en realidad sus historiales suelen estar repletos de errores flagrantes que muestran cómo entraron o salieron del mercado en el momento más inoportuno, como se hace evidente en algunos fondos gestionados por profesionales con un estilo de inversión basado en el market timing. Nadie puede saber a ciencia cierta cuándo un activo ha tocado suelo ni cuándo ha alcanzado su techo. Ni tampoco pueden estar seguros de cómo van a reaccionar los mercados a determinados acontecimientos. Las subidas registradas por las bolsas tras el Brexit o la victoria de Donald Trump en Estados Unidos son ejemplos de ello.
Los asesores financieros tienen un escaso porcentaje de acierto a la hora de leer los mercados. De hecho, fallan bastante. Los errores más evidentes los cometieron durante la gran crisis sufrida por los mercados tras el estallido de la crisis de las hipotecas subprime. Según datos de TD Ameritrade, una de las tres mayores plataformas americanas de asesoramiento independiente, el 10 de octubre de 2007, justo cuando las bolsas tocaron máximos antes de comenzar a hundirse, los asesores financieros americanos tan sólo tenían el 26% de sus carteras en renta fija y liquidez, por el 74% que mantenían invertido en activos de riesgo, principalmente en renta variable. Por el contrario, el 9 de marzo de 2009, día en el que los mercados de acciones tocaron suelo, la exposición a renta fija y liquidez era del 51%, lo que deja claro lo equivocado del asset allocation.
Es decir: los asesores financieros de Estados Unidos sólo tenían una exposición del 26% a activos conservadores cuando los mercados estaban en lo más alto, porcentaje que llegó a ser el doble cuando las bolsas tocaron mínimos. El tiempo demostró que aquella fue una estrategia profundamente desacertada. “El market timing no siempre da los resultados esperados. Muchos inversores se han dado de bruces al intentar aplicar la estrategia de comprar barato y vender caro”, recuerda Philipp Vorndran, estratega de mercados de Flossbach von Storch. En general, los inversores destruyen valor al hacer market timing. Es un fenómeno extendido, que no solo se produce en Estados Unidos, sino que también en el resto de regiones del planeta, y que también afecta a las rentabilidades de los fondos, que no siempre casan con las que en realidad obtiene el partícipe.
Morningstar ha documentado ampliamente en diversos estudios que las rentabilidades que los inversores consiguen con los fondos se suelen quedar por debajo de las totales, por la manía que tienen de comprar después de que un fondo haya subido y de vender después de que haya perdido valor. Estos gaps entre las rentabilidades que consiguen los gestores y, por lo tanto, reflejan los folletos y los que en realidad se lleva el partícipe tienden a ser mayores en aquellas estrategias donde el riesgo es mayor, fundamentalmente renta variable y productos de gestión alternativa, lo que pone de manifiesto que es la volatilidad la que empuja al inversor a actuar de manera impulsiva y, generalmente, poco acertada.
Lo correcto, al final, es seguir la línea que durante años han venido defendiendo algunos actores de la industria, como es el caso de Sophie del Campo, que pasa inexorablemente por crear una cartera equilibrada, muy bien diversificada y capacitada para resistir independientemente de cuál sea el entorno de mercado. La labor del asesor financiero debe ser esa. “Los factores de riesgo cambian a lo largo del tiempo, pero el reto al que se enfrentan estos profesionales sigue siendo el mismo: ofrecer resultados a largo plazo mientras lidian con las presiones a corto plazo en los mercados. Deben equilibrar los riesgos y abrazar formas alternativas de construir carteras, siempre con un ojo puesto en el largo plazo”, afirma la responsable de Natixis Global AM para Iberia, Latinoamérica y EE.UU. Offshore.
Sin embargo, a menudo esta estrategia se sustituye por la del market timing, que a lo único que conduce es a comprar caro y vender barato. Pero no siempre se puede achacar a los asesores financieros la responsabilidad de caer en este error. En muchas ocasiones estos profesionales se ven forzados a reposicionar sus carteras en función de la efervescencia del momento por las presiones que ejercen unos clientes que, alertados por lo que ven en los medios de comunicación, piden expresamente elevar su asignación a los activos de riesgo cuando éstos han subido y reducirlo cuando han bajado. Esto, a su vez, coloca a los asesores ante la necesidad de tener que enfrentarse a la dura tarea que supone educar al cliente para evitar que caiga en este tipo de sesgos conductuales, lo cual requiere tiempo y, en determinadas ocasiones, ciertas dosis de paciencia.
Moisés Romero
La Carta de la Bolsa