La memoria financiera es efímera. Por eso no hace falta que pase demasiado tiempo desde la última crisis, incluso cuando sus efectos aún se siguen notando, para ‘olvidar’ ese pasado. Cosas de la memoria selectiva.
Y cosas contra las que conviene luchar. Porque ese olvido suele suponer el camino más corto para repetir, o al menos aproximarse, a los errores que desembocaron en las crisis anteriores. No estará en nuestra mano evitar la siguiente crisis, pero una serie de consejos básicos no sólo sirve de ayuda para mantener fresca la memoria, sino que vale para levantar un buen muro de contención para protegerse mejor contra lo que ocurra en el futuro.
I. ¡Las crisis existen! Lo dejó escrito John Kenneth Galbraith en su libro ‘Breve historia de la euforia financiera’: la memoria financiera es efímera. Aunque resulte difícil creerlo, las crisis se olvidan. Es más, cuanto más lejos queda la última, mayor es la tentación de pensar que ‘esta vez es diferente’, que se ha aprendido la lección y que las crisis no volverán. Error. Tarde o temprano, con mayor o menor intensidad, las crisis regresan. La historia así lo recoge. Y conviene no olvidarlo.
II. ¡Las crisis no sólo les pasan a otros! Además de existir, las crisis pueden existir aquí. Nos pueden afectar a nosotros, a nuestra familia, a nuestros amigos. Por eso, aunque nuestras pequeñas decisiones no impidan que alguna pieza del sistema financiero pueda saltar por los aires y originar así un nuevo desaguisado económico, sí debemos ser conscientes de que nuestras pequeñas decisiones del presente pueden ayudar a contener los efectos de los problemas futuros que podamos sufrir nosotros o nuestra familia.
III. ¡Cuidado con las deudas! Ni los tipos de interés han estado siempre al 0% ni el euríbor ha vivido siempre en negativo. Cuando lo anormal lleva tanto tiempo existiendo, surge el riesgo de pensar que es lo normal. Pero no es así. Porque los tipos al 0% y el euríbor por debajo del 0% no son normales. Son niveles absolutamente extraordinarios, nunca antes habían ocurrido hasta comienzos de 2016 y en algún momento subirán. Poco o mucho, pero subirán. Y a la hora de endeudarse o de hipotecarse, conviene no olvidarlo. Un ejemplo: si usted se hipoteca ahora con un préstamo variable de 150.000 euros, a 20 años y un diferencial de un punto porcentual sobre el euríbor, con que el índice hipotecario regrese a su media histórica –el 2,15%- su cuota se encarecería en 166 euros al mes o 2.000 euros al año. Es decir, hay que hacer cálculos para saber si esa casa o esa hipoteca o ese coche está verdaderamente a nuestro alcance o puede ser una carga demasiado pesada en el futuro.
IV. ¡Controla tus ingresos… y tus gastos! Es de lo más común. Si nuestra situación económica mejora, nos volvemos más alegres gastando. Y nos podemos encontrar con la sorpresa de que antes vivíamos con unos ingresos y ahora no nos llega pese a estar cobrando más. Por eso resulta de lo más conveniente llevar un control de nuestros ingresos y, sobre todo, de nuestros gastos, porque así podemos ver nuestra evolución y detectar en qué se nos está yendo la mano. Puede que dé pereza, pero este ejercicio ayuda a tener orden… y ahorra disgustos futuros.
V. ¡Ahorra! Poco o mucho, le que cada uno pueda, pero cuando los tiempos son mejores es cuando resulta más imprescindible ahorrar. Construir un colchón ‘anticrisis’ propio representa una buena medida preventiva ante lo que pueda ocurrir. Este consejo es todavía más necesario en un país como España, en el que la propensión al ahorro -por los sueldos, por la fiscalidad o por la falta de tradición- es escasa. Cuando la crisis mostró ya su auténtica gravedad en 2008, España venía de tasas de ahorro bajas, inferiores al 6%, que luego se demostraron insuficientes para contener el impacto de los problemas. Ahora, la tasa de ahorro, que durante la crisis incluso llegó a superar el 10%, vuelve de nuevo al 6%. Mal síntoma.
VI. ¡Huye de la ‘carrera de la rata’! El libro ‘Padre rico, padre pobre’ de Robert Kiyosaki ha sido -y sigue siendo- un fenómeno mundial. La ‘carrera de la rata’ es una expresión que sintetiza algo de lo que se dice en él, consistente en todas las cargas que vamos asumiendo conforme pasan los años… casi por inercia. El coche, la casa, las vacaciones… sin ninguna planificación financiera ni llevando un control de los ingresos y los gastos, acumulando una deuda tras otra e iniciando así una persecución constante de los ingresos que hacen falta para pagarlas, una carrera que no tiene fin ni escapatoria… como la de una rata que gira y gira en una rueda. El riesgo de caer en ella se dispara cuando crece la sensación de que el empleo ya es más seguro o cuando te suben el sueldo… y empiezas a acomodar tu vida –y tus deudas- a esos ingresos mayores. Y es entonces cuando se pone en marcha una espiral que, en el futuro, si la economía se tuerce de nuevo se vuelve perniciosa porque las cargas financieras asumidas en el pasado se vuelven insoportables.
VII. ¡El precio de las casas sí puede bajar! La última crisis quebró uno de esos falsos mantras que en ocasiones se instala en la mente como un principio sagrado. Establecía que el precio de la vivienda nunca cae, por eso el ‘ladrillo’ es una inversión tan segura. ¿Qué puede salir mal en una inversión tan buena? Pues lo que supuestamente nunca ocurre: que su precio sí puede caer. Y en España, durante la crisis, el desplome superó el 40% entre 2007 y 2013. El precio de la vivienda, por tanto, sí puede bajar. Y mucho, además.
VIII. ¡Cuidado con lo que te venden! Bueno, hasta que suban, el caso es que los tipos de interés están en el 0% y el rendimiento de los depósitos bancarios a un año se limita ahora al 0,1%. Con una inflación que ya supera el 1% y que todo indica que subirá en los próximos meses, ese rendimiento se queda aún más raquítico. Es decir, es el entorno propicio para recibir esa llamada tan habitual en la que se le recuerda al cliente que le va a vencer un depósito y que tal vez le convendría pasarse por la oficina para ver dónde invertir ese dinero, en unos productos más rentables, claro está. Sobre todo ahora que las entidades financieras están tan interesadas en que los clientes muten de ahorradores a inversores. Cuidado con estas tentaciones; el consejo, por viejo, es bien conocido, pero nunca viene mal: si no entiendes el producto que te ofrecen o no te sientes cómodo invirtiendo ahí, por muy rentable que pueda llegar a ser, no es tu producto.
IX. A mayor rentabilidad… ¡mayor riesgo! Prolonga el punto anterior. En el universo financiero existe un principio inquebrantable. Está vigente aquí, en Australia y en Marte. Ayer, hoy, mañana y dentro de 10 años. Y es sencillo de entender: a mayor rentabilidad, mayor riesgo. O lo que es lo mismo, con los tipos al 0%, las letras del Tesoro a 12 meses al -0,4% y los depósitos a un año en el 0,1%, una rentabilidad ‘prometida’ y, sobre todo, ‘segura’ del 5%, del 6% o del 7% conlleva un montón de riesgo a sus espaldas. ¿Significa que son imposibles? No, no va por ahí. Simplemente significa que el riesgo de poder perder dinero con esa inversión es mayor, de ahí precisamente la prima de rentabilidad que se le exige para invertir en ella.
X. ¡Las crisis pueden ser muy largas! Aunque la sensación general es que la última crisis comenzó en 2008, el pistoletazo de salida oficial se dio el 9 de agosto de 2007, fecha en la que los principales bancos centrales del mundo tuvieron que intervenir ya de urgencia porque los bancos se estaban quedando sin dinero. En países como España, sus efectos más dañinos se prolongaron hasta bien entrado 2013 y todavía hoy se sienten su pesada y alargada herencia. En resumen, las crisis pueden ser muy, muy largas. Tampoco conviene olvidarlo. Como tampoco conviene menospreciar la necesidad de ser precavidos en los tiempos en los que la economía crece.
Fuente: Invertia