Uno de los ratios clásicos de valoración de empresas cotizadas es el ratio que divide el precio de la cotización de la acción por los beneficios por acción.
Este ratio nos ayuda a entender si un precio de un determinado activo es caro o barato ya que rápidamente podemos saber, suponiendo beneficios constantes, cuantos años tardaría en recuperar una determinada inversión.
Por ejemplo, imagina que compras un pequeño negocio, que cada año obtiene unos beneficios netos de 5.000 euros, por 100.000 euros. Estarás comprando a un ratio PER de 20 (100.000/5.000). Por lo tanto, en el caso de que el negocio no crezca ni decaiga, tardarás 20 años en recuperar la inversión inicial.
Como puedes deducir del ejemplo anterior, en función del crecimiento medio de los beneficios por acción previstos de una determinada empresa serán tolerables unos ratios PER mayores o menores.
Sin embargo, el sentimiento inversor hace que muchas veces se paguen precios completamente desorbitados. Llegando a pagar ratios que superan a los 100 años de retorno para empresas de elevado crecimiento o de 50 años para empresas de bajo crecimiento.
Vale la pena recordar que el mercado de acciones es una subasta. Consecuentemente, los precios de las acciones no se determinan únicamente por datos objetivos sino que factores como la demanda, que depende del apetito inversor o del dinero disponible, pueden llegar a condicionar la cotización mucho más que la realidad del valor del activo que se está comprando.
En la siguiente imagen podemos ver el ratio PER (Price to Earnings Ratio) de las empresas que componen el índice S&P 500:
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