Nos vamos a cercando al mes de septiembre y el dilema de Mario Draghi, lejos de apaciguarse, va cobrando tintes más intensos como no podía ser de otra manera. Y es que tiene varios frentes que dilucidar, a cada cuál más difícil aún si cabe.
– El primero de ellos es decidir si opta por retirar las medidas de estímulos monetarios que han impulsado el crecimiento económico en la eurozona o bien mantener los tipos de interés y el programa de compras masivas de deuda pese a la recuperación económica y las críticas provenientes principalmente de Alemania. Pues como buen conocedor de los entresijos de los mercados financieros, su opción fue salomónica, es decir, abandonará las medidas especiales, las no convencionales, pero de manera lenta, progresiva, gradual, explicando en todo momento a los mercados la situación.
Un escenario que cobra bastantes probabilidades de verse sería el de que Draghi comience el proceso en la próxima cita del BCE del 7 de septiembre. Pero no nos confundamos, seguramente ese día no diga nada del otro mundo. La idea sería que los actuales 60.000 millones de euros que destina mensualmente a compras se reduzcan desde el mes de enero, por ejemplo a 30.000 millones de euros mensuales. Esta sería la opción más agresiva en cuanto a reducción. La versión más conservadora hablaría de una reducción más light y gradual. Y en lo referente a los tipos de interés, sería casi imposible asistir a subidas antes de finales del 2018 o primera parte del 2019.
– Las actas de la última reunión del BCE dejaron muy clarito que les preocupa la fortaleza del euro, que no en vano sube un 15% en lo que llevamos de año. Esto se debe a que una excesiva fortaleza de la divisa comunitaria afectaría negativamente al crecimiento económico de la eurozona, lastrando principalmente las exportaciones y dificultando más todavía el objetivo de lograr una inflación del 2% (no olvidemos que para intentar que la inflación subyacente, aquella que no tiene en cuenta la energía ni los alimentos frescos, crezca es necesario seguir apostando por una política monetaria bastante expansiva).
La cuestión es que el BCE no va a permitir que el euro se aprecie mucho más, o al menos es su intención. Pero claro, al saberse que el final del programa QE está muy cerca, esto incentiva a los inversores para apostar por el euro, con lo que en realidad estamos dentro de un círculo vicioso que no deja de rodar y rodar.
– Y por último, y no por ello menos importante, un tema que ya les comenté hace unas semanas: el motivo oficial que se aduce para explicar que el final del programa QE está próximo es el de que la economía de la eurozona evoluciona favorablemente, pero en realidad existe otro motivo oficioso. Resulta que si el Banco Central Europeo mantiene el actual ímpetu de compra de activos, en el 2018 no podrá seguir haciéndolo, y la razón es muy sencilla, porque ya no habrá más activos para comprar. Y dirán ustedes que cómo va a ser posible eso, que cómo no va a haber más activos que comprar. Muy fácil, los activos que el BCE puede comprar han de reunir una serie de requisitos y en el 2018 ya no habría activos con esas características (si quieren comprender mejor este tema pinchen aquí)
Ismael de la Cruz
ismaeldelacruz.es
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