Según los manuales, el arbitraje consiste en realizar operaciones de compraventa en dos mercados diferentes (contado y futuro) para obtener un beneficio al aprovechar las imperfecciones de los mismos.
De ese modo, en el arbitraje directo (precio del futuro por encima de su valor teórico) podemos por una parte comprar el activo subyacente al contado y simultáneamente vender el número adecuado de contratos de futuro. Cuando la diferencia entre los precios de futuro y contado compense el costo de la financiación, habremos obtenido un beneficio sin arriesgar nada.
De la misma forma, existiría oportunidad de arbitraje inverso cuando el precio del futuro estuviese por debajo de su valor teórico. Entonces compraríamos el futuro infravalorado y venderíamos el activo subyacente a crédito obteniendo un beneficio seguro
Hasta aquí todo muy teórico y muy bonito. El problema surge al pasar a la práctica e intentar comprar o vender a crédito el activo subyacente, ya que habría que confeccionar una cesta de acciones que replicasen exactamente al Ibex 35. Además, otro problema añadido sería calcular el coste de los corretajes en el mercado spot y de futuro y comprobar si la liquidez del mercado permitiría vender esas cestas sin modificar sustancialmente los precios.
Joaquín Fernández Lobo