La relación entre la rentabilidad y el riesgo es bien conocida por los inversores. Los instrumentos financieros que ofrecen una mayor rentabilidad suelen implicar un mayor riesgo y, por el contrario, aquellos que son considerados como más seguros ofrecen un menor rendimiento.
Una cartera de inversión bien formada debe contemplar estas variables, de manera que, teniendo en cuenta el perfil de inversión en que se ubica cada uno, busquemos alcanzar la rentabilidad más alta en función del riesgo que estamos dispuestos a asumir.
Para ello, resulta indispensable «no colocar todos los huevos en la misma cesta», ya que si invertimos únicamente en un producto y no nos va bien, podríamos tener que soportar elevadas pérdidas. Y por el contrario, si repartimos nuestro dinero entre distintas alternativas, las posibles caídas de unas pueden compensarse con las ganancias que obtengamos en las otras.
Sin embargo, no todo el mundo entiende este concepto de la misma manera, por lo que conviene analizarlo más en detalle.
¿Qué es diversificar?
Algunos inversores creen que es suficiente con comprar varios activos diferentes, pero no es así. Por ejemplo, si compramos acciones de distintas entidades bancarias nacionales, no estamos diversificando adecuadamente. Si sólo adquirimos valores de empresas españolas, tampoco. Entonces, ¿qué variables debemos considerar?
• Categorías de activos; tenemos multitud de opciones para nuestro dinero, cada una con sus características: depósitos, acciones, bonos corporativos, deuda pública, materias primas, divisas, inmuebles… A su vez, dentro de cada categoría contamos con muchas opciones, que conviene examinar detenidamente para una correcta diversificación.
• Plazo: hay inversiones con un plazo definido (por ejemplo, un depósito) y otras que no lo tienen (por ejemplo, las acciones). Debemos considerar las necesidades de dinero que podamos tener a lo largo del tiempo, de manera que para minorar el riesgo invertiremos en activos con diferentes temporalidades. Este es un aspecto fundamental, ya que una buena inversión puede convertirse en mala si nos vemos obligados a retirar el dinero antes de tiempo.
• Sector: podemos invertir en eléctricas, en constructoras, en empresas químicas, en tecnológicas… Combinando diferentes sectores reducimos las posibilidades de fracaso.
• Áreas geográfico-económicas: resulta interesante diversificar en activos pertenecientes a diferentes áreas; por ejemplo, en dólares, en euros o en yenes, en países desarrollados o en países emergentes, etc.
• Momento de entrada: una recomendación que puede servir de manera general es la de invertir periódicamente (cada mes, cada trimestre), en lugar de concentrar toda la inversión en una fecha concreta. Sería una forma de diversificación en el tiempo con la que combatiríamos la volatilidad de los activos.
Fuente: Self Bank