“Los inversores se sienten frustrados”, comentaba en un reciente post el brillante gestor financiero Andrew Thrasher. “Muchos inversores, tanto profesionales como minoristas, han incrementado su frustración con el mercado de acciones ante la falta de volatilidad en los precios, como la que vimos entre 2009 y 2011, y por la evolución de los últimos meses de los indicadores”.
Thrasher señala en el gráfico adjunto, que el S&P 500 (índice director de la renta variable a nivel mundial), subió un 46,3% en el periodo de 23 meses finalizado en octubre de 2014. A partir de ese momento, casi dos años después, el indicador se ha movido completamente lateral, y aunque se sitúa en zona de máximos, la revalorización ha sido tan solo del 4,3%
Mi reflexión difiere de la de Andrew Thrasher, al menos en lo que se refiere al mercado de valores de EE.UU.: La frustración de los inversores, de producirse, no está justificada de ningún modo.
El S&P 500 cotizaba el 9 de marzo de 2009 en 676 puntos. Siete años después cotiza en 2.136 puntos. Es decir, la revalorización ha sido de más del 200% en ese periodo. Una rentabilidad muy por encima del promedio del conjunto de activos financieros e inmobiliarios.
El proceso actual, una lógica consolidación después de tan fuerte tramo alcista, puede desembocar en una nueva onda al alza (lo que piensa la mayoría), o en un proceso de techo que iniciaría una fase correctiva mayor del tramo de subidas de 2009 (lo que piensa la minoría entre la que me incluyo).
Hasta ahora el mercado de valores americano, no así el europeo, ha dejado mal a toda previsión bajista realizada durante todos estos años. Es probable que siga haciéndolo en el futuro, pero me resisto a considerar que la renta variable estadounidense es una oportunidad de compra en estas correcciones menores, cuando los ratios de valoración están en algún caso cerca de máximos históricos, y cuando las compañías siguen en proceso de recesión de beneficios que dura ya muchos trimestres.
Puede que una vez más el mercado venza a los escépticos, pero no hay nada en la actualidad que me haga salir de ese escepticismo.
Carlos Montero
La Carta de la Bolsa