Nada de nada. Cero. ¿Es posible que las acciones de una compañía pierdan por completo su valor?
Matemáticamente «no es descabellado», asegura Javier Amo, director del máster en Bolsa y Mercados Financieros de IEB, pero financieramente es algo que, a priori, no puede ocurrir. «Antes entrará en concurso de acreedores», continúa el experto. Es cierto, pasar no ha pasado nunca en una situación de mercado normal, ni siquiera en las grandes crisis bursátiles que se han sucedido a lo largo de la historia. Ni en 1929, ni tampoco en 2008.
Otro asunto es lo que ocurre cuando una compañía entra en concurso de acreedores o es intervenida por un juez y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) o sus homólogos internacionales suspenden su cotización. En ese momento, los accionistas tienen que hacerse a la idea de que los títulos que poseen han pasado, efectivamente, a valer cero, al menos a corto y a medio plazo.
En España, el supervisor bursátil suele alegar que toma la decisión de suspender un valor «por concurrir circunstancias que pudieran perturbar el normal desarrollo de las operaciones». Eso sí, la CNMV realiza muchas suspensiones que duran horas o días puntuales cuando se producen operaciones de calado que alteran la formación de los precios. Pero en las ocasiones más complejas, en las que cunde el pánico, detrás existen procedimientos concursales que derivan en meses o años de suspensión.
Mientras las compañías suspendidas de cotización se mantienen en el limbo, el accionista puede conservar la esperanza de recuperar, cuanto menos, parte de su inversión.
Existen casos de resurrección. Incluso, de empresas que vuelven a negociarse en el parqué tras años a la sombra. Entretanto, está condenado a permanecer atrapado teniendo que pagar la comisión de custodia (salvo casos particulares de cada entidad), aunque sí que tiene la opción de «alcanzar acuerdos bilaterales fuera del mercado», reconoce Javier Amo, quien recuerda que, años después de la caída de Lehman Brothers, «se seguían vendiendo bonos del banco».
«Hay fondos buitres que se encargan de rebañar este tipo de acciones no tanto por el valor intrínseco, sino para interponer demandas una vez que controlan un porcentaje suficiente», continúa. Sin embargo, al accionista se le complica la ocasión de rescatar su dinero si la compañía suspendida es declarada definitivamente en bancarrota y es excluida de negociación. Y es que, el accionista es el último en el orden de prelación de pagos. Lo máximo a lo que se puede agarrar es que puede aflorar minusvalías para compensar con plusvalías.