No importa lo bueno que sea el sistema que tengamos para invertir en bolsa (por fundamentales, por gráficos, por ondas de Elliott, etc.), nunca ganaremos el 100 % de las veces. Pero el modo de enfrentarnos a este hecho será de gran influencia a la hora de deteminar el alcance de nuestros éxitos.
La verdadera clave para ganar es aprender a perder. Realmente ¿es tan terrible tener una pérdida en una o dos posiciones? Para la mayoría de la gente sí lo es, y esa es la razón por la que acaban tomando decisiones simples. Pero para los profesionales del mercado, el coste de los negocios es una realidad de la vida. Los especialistas y demás profesionales no
pierden el sueño si una determinada posición acaba en la columna de pérdidas. Ellos se preocupan por dos factores mucho más importantes:
1. El resultado neto de todas sus posiciones (mientras los resultados sean positivos estarán contentos).
2. Saldrán si un valor determinado se mueve contra ellos.
Esto es un modo muy maduro y racional, aunque poco practicado, de enfocar el mercado. Cuando jugamos al tenis ¿esperamos no fallar punto alguno? No, aceptaremos fallar algún golpe y no nos preocuparemos si ganamos el partido. A pesar de ello, siempre veremos a alguien perder el control a causa de un mal lanzamiento de la pelota en un partido tenis. Las emociones son destructivas si no se tratan de un modo adecuado. Muchos «jugadores» del mercado a los que les iba razonablemente bien, especialmente en un mercado al alza, han arruinado toda su estrategia al tener una sóla posición equivocada. En vez de comprender que la primera pequeña pérdida es la mejor de pérdida, se enfadan y se encasquetan mientras su valor se hunde. Cuando ha caído hasta un nivel aparentemente barato, compran más para bajar la media, perdiendo aún más dinero cuando el valor se desploma. Puede ser incluso peor, porque a medida que se acumula la pérdida, el siguiente paso destructivo es comenzar a tomar beneficios en aquellos valores que van bien.
Esto hace que se sientan mejor a corto plazo, pero a los pocos meses la cartera reflejará los terribles efectos de esta estrategia mal concebida.
¿Qué nos lleva a este comportamiento destructivo? En una palabra: ¡el ego!. Hay demasiados inversionistas que piensan que si consiguen un buen beneficio son genios, pero si pierden son estúpidos. No se trata de nada de eso. Si se gana a pesar de utilizar tácticas malas, es que se tiene suerte. Y si se tiene pérdidas, pero se siguió un enfoque sólido y disciplinado, se actuó sabiamente.
Mantengamos un largo diálogo con nosotros mismos y asegurémosnos de que nuestro ego está a buen recaudo cuando tomemos decisiones. No jugemos en el mercado sólo para poder presumir de los aciertos en los cócteles y fiestas.
El poder de destrucción del ego se puede observar día a día. ¿Cuantas veces hemos pensado vender un valor tan pronto como éste vuelva al lugar en el que entramos, para poder salir sin pérdidas ni ganancias? ¿Por qué sin pérdidas ni ganancias? ¿Por qué no cuando se recupere hacia la resistencia por encima del suelo, aunque esto implique una pequeña pérdida?
Para los inversionistas que se dejan llevar por el ego, salir sin pérdidas ni ganancias significa «No fui tonto». Esto siempre va unido a sus pérdidas y ganancias, pero cuando pierden siempre culpan a alguien más. Todo lo que esté a mano sirve de cabeza de turco, pero sobre todo su informador. Todos nos hemos encontrado informaciones más o menos valiosas, pero ellas no nos obligan a comprar, mantener o vender el valor. Al final, la decisión está siempre en nuestras manos, así que aprendamos a responsabilizarnos de
nuestros actos. Si estos actos son posivitos, reforcémoslos; si son negativos, trabajemos hasta comprender la razón y cambiar.
Durante el histórico crash de octubre de 1987 se produjo lo que podría ser un ejemplo extremo de lo potente que puede llegar a ser la mezcla de ego y fracaso en la operación: un inversionista que sufrió grandes pérdidas disparó y mató a su corredor antes de suicidarse.
Vicente Bustos