Nuevo artículo de mi admirado Guillermo Barba, en el que comenta un reciente análisis de Joe Weisenthal, conductor en BloombergTV y editor de @markets, sección de la misma cadena especializada en mercados financieros: Hace unos días Weisenthal publicó un artículo titulado “How Donald Trump Changed My Mind About Gold” (Cómo cambió Donald Trump mi opinión sobre el oro), en el que reconoció que las críticas que se le han lanzado como “enemigo del oro”, han sido correctas.
Y es que Weisenthal a lo largo de los años ha dicho cosas como que el rey de los metales es una pésima divisa, una “roca” que no debería tener “ningún valor”, que su amor por él es “primitivo e irracional”, etc. Sin embargo, por increíble que parezca, ha cambiado de opinión a causa de Trump.
¿Qué pasó? Que se dio cuenta de algo que mucha gente pasa por alto pese a su obviedad: el metal precioso es un símbolo de riqueza, pero sobre todo, de poder.
Y no es que sea sólo un signo. El oro no es nada más una forma de dinero, es EL DINERO por excelencia, su forma más acabada. No por nada la regla dorada es: “quien tiene el oro, pone las reglas”.
Como divisa honesta, sólida y que no puede ser reproducida a voluntad por los banqueros centrales –como sí las divisas de papel que ellos emiten y nos imponen-, el oro es la antítesis del actual sistema monetario basado en la deuda. No por nada es detestado por gobiernos, autoridades monetarias y grandes banqueros privados que se han dedicado por décadas a denostarlo.
Cómo no iban a hacerlo, si con el dinero de papel pueden inflar más de la cuenta sus ganancias y el gasto público gracias al crédito desenfrenado. Claro, cuando el castillo de naipes colapsa porque el crecimiento al infinito de la deuda es imposible (siempre llega la hora de pagar), socializan las pérdidas entre todos los contribuyentes. Un negocio redondo y perfecto.
Nada de eso pueden hacerlo mientras el oro funja como base del dinero, pues como le digo, no puede crearse de la nada y sin límites. Les ata las manos.
Lo odian entonces porque el rey de los metales es un símbolo de LIBERTAD, de responsabilidad y contención en el gasto y el crédito, de respeto a la propiedad privada y del mercado libre, todos, elementos de los que es preciso prescindir para cometer sus excesos.
El oro fue elevado al trono monetario por la vía más democrática que existe: la del mercado. Nadie impuso por decisión “racional” ni por decreto de ley la aceptación de los metales nobles como intermediarios generales en los intercambios (dinero), y no obstante, han ocupado ese puesto en diferentes lugares y momentos de la historia.
Los individuos actuantes –con sus transacciones comerciales- eligieron al oro (y la plata) de manera libre, espontánea y natural luego de un largo proceso de discriminación entre distintas formas de “dineros”. En el camino lo fueron hojas de té, sal, ganado, cacao y más. Todos los caminos siempre condujeron a los metales preciosos por sus propiedades y características.
El ser humano tiene una conexión y fascinación especial por el oro que ninguna autoridad podrá jamás eliminar.
Pues bien, Weisenthal parece que por fin se dio cuenta de esto gracias a la galería fotográfica que su compañero Timothy O’Brien publicó hace poco bajo el título “Donald Trump Loves Gold and Don’t You Forget It” (Donald Trump ama al oro y no lo olvides). En ella el autor muestra imágenes de eventos de campaña, propiedades, fotos familiares, muebles, anuncios y hasta del avión del candidato republicano. En todas ellas, aparece el oro.
Nada de esto es reciente. En realidad Trump siempre ha querido que se asocie su marca al metal amarillo, que ahora forma parte central en su campaña.
Weisental destaca –recordando el libro de Peter L. Berstein “The Power of Gold: The History of an Obsession (El poder del oro: La historia de una obsesión)- cómo reyes e imperios han perseguido al oro y para ello, han recurrido incluso a complejas cadenas de suministro y al poder militar. También recuerda que acumularlo y transportarlo en realidad es difícil, costoso, riesgoso y que requiere de mucha protección.
En suma, admite Weisenthal, “el oro es una manifestación física y visual de poder puro.” Por fin lo notó. En su opinión, Trump lo usa con ese propósito.
Aunque el editor de Bloomberg aún piensa que “no es lógico” usarlo como respaldo monetario (aún le falta comprender esta parte), dice entender ya de qué se trata la tenencia de oro –como mecanismo de poder-, y cómo éste, es un ingrediente clave del valor de una divisa.
Así es. No por nada China –la nueva súper potencia naciente-, se ha convertido ya en la máxima productora y acumuladora de oro del orbe.
Beijing tiene una política de promoción de la tenencia de ese metal entre los chinos, y como le he mantenido aquí al tanto, quiere hacer de Shanghái la ciudad protagonista en la determinación internacional de precios. Nadie los podrá detener.
Toneladas y toneladas de lingotes abandonan cada día Occidente para reubicarse en Asia. El oro nos da pues un mensaje claro de que el centro de poder está cambiando en el mundo. Estados Unidos ya no es tan grande como solía, y el dólar, dejó hacer mucho de ser “tan bueno como el oro”. El error de haber abandonado el dinero sólido, lo pagará muy caro. Quien le da la espalda al oro, pierde el poder.
Carlos Montero
La Carta de la Bolsa