La Autoridad Bancaria Europea (EBA) publicó el viernes a las 22:00 los resultados del test de estrés realizado en 2016 a 51 entidades financieras de 15 países del Viejo Continente que representan el 70% del sector bancario (excluyendo los bancos de Grecia, Chipre y Portugal), midiendo su capacidad para resistir ante determinadas situaciones, escenarios y adversidades durante los próximos tres años.
De las 51 entidades, sólo fallaron dos. Los seis bancos españoles que participaban superaron el examen, siendo Banco Popular la entidad española que pasó el examen de manera más ajustada, como era de esperar.
La peor entidad en general fue la italiana Monte dei Paschi di Siena, el banco más antiguo del mundo.
En líneas generales, los ocho peores bancos fueron el italiano Mone dei Paschi, el austríaco Raiffeisen, el español Popular, el italiano Unicredit, el británico Barclays, el irlandés Allied Irish, el alemán Commerzbank, el irlandés Bank of Ireland y el germano Deutsche Bank.
Digamos que el centro de atención estará en:
– Bancos italianos: acumulan ya 360.000 millones de créditos complejos de cobrar. Mone dei paschi fue el único banco que no alcanzó el mínimo requerido en las pruebas.
– Bancos alemanes: Deutsche Bank y Commerzbank superaron por los pelos el umbral pero se encuentran por debajo de la media.
– Bancos franceses: BNP Paribas y Societe Generale se encuentran en la parte baja del listado en cuanto a resultados.
Todo esto está muy bien, pero hasta qué punto nos seguimos fiando de este tipo de pruebas.
Recordemos que la primera prueba se realizó a mediados del año 2010 resultando en un fracaso estrepitoso, ya que poco después el sistema financiero de Irlanda cayó y eso que aprobó con nota.
La segunda prueba se realizó en julio 2011, Dexia aprobó con nota y al poco tiempo el banco belga también cayó.
¿Por qué fracasaron estas pruebas de stress test? Pues básicamente porque no eran realistas. Para no alarmar a la sociedad con resultados demoledores se realizaron simulando un escenario negativo, pero muy alejado del real, incluso no tuvieron en cuenta que hubiera problemas de deuda soberana ni que tuvieran que aplicarse quitas. Además, se aplicaron unos “recursos o trucuñuelas”, como ejemplo más significativo el no contabilizar a precio de mercado los bonos que los bancos acumulaban en sus balances.
En esta ocasión, la EBA descartó que una nota baja obligue a levantar capital ni impida pagar dividendos o cupones de su deuda.
En el 2014 se examinaron a 123 entidades que representaban el 85% del sector. En esta ocasión, no sólo se someten casi la mitad de bancos, sino que además no hay ni aprobados ni suspensos puesto que se considera que cada banco tiene necesidades de capital diferentes según su perfil de riesgo.
Permítanme que siga dudando de la validez de estos exámenes. No creía en ellos antes y ahora menos aún. No sólo se examinan pocas entidades, sino que estamos ante una versión descafeinada que tenía una obsesión clara: evitar demasiados sustos o al menos más de los previstos. Y no olvidemos que en estas pruebas tampoco se asumen las implicaciones de un suceso como el Brexit.
Ismael de la Cruz
ismaeldelacruz.es