La inversión en Bolsa siempre entraña riesgo y requiere disponer de conocimientos más propios de un máster que de una charla de café. Si no se tienen, hay que poner la cartera en manos de un buen gestor.
Hacer una cartera de valores para invertir en Bolsa es una tarea mucho más compleja que dar al lector un listado de valores, ya que el éxito o el fracaso de la gestión depende de varios factores:
Conocimientos bursátiles Quítese de la cabeza la idea de que la Bolsa es una caja mágica en la que metemos 10 euros y sacamos 20, porque con mayor frecuencia de lo que muchos pueden pensar, en esa caja maléfica metes 10 euros y con un poco de suerte sacas 5. La Bolsa es muy complicada y requiere disponer de un conjunto de conocimientos más propios de un buen master que de una charla de café. Hágame caso y no se meta en camisas de once varas. Ni opere a su perro ni gestione su cartera. El perro al veterinario y la cartera a una buena gestora de patrimonios.
Gestión de la cartera Si la elección de los activos que forman la cartera y su adecuada diversificación es importante, lo es tanto o más la gestión que se haga de ellos. La gestión pasiva no es una buena práctica, salvo que se combine con otras estrategias de protección. Un par de ejemplos serán suficientes para demostrar que si no se realiza una gestión activa, las ganancias de hoy serán pérdidas de mañana. Tomemos dos valores de solera que suelen estar presentes en todas las carteras: BBVA y Telefónica.
BBVA cotizaba a 4 euros en el año 1998. En el año 2000 sus acciones se pagaban a 8 euros. Habíamos duplicado la inversión. Dos años más tarde la cotización regresó a los 4 euros y nuestras extraordinarias plusvalías se habían evaporado por no transformar el beneficio potencial en real. En el año 2003 BBVA cotizaba a 4 euros. En 2007, a 12 euros. Esto significa que, en cuatro años, habíamos multiplicado por 3 nuestro capital. Quienes no recogieron la cosecha, dos años más tarde se encontraron que sus acciones cotizaban de nuevo a 4 euros.
Tomemos un ejemplo más reciente; el de Telefónica. En 1998 la operadora cotizaba a 4 euros; en el año 2000, a 15 euros y en el 2002 de nuevo a 4 euros. Ejemplos hay para llenar una doble página del periódico.
Experiencia Adquiridos los conocimientos necesarios, que no suficientes, ya que nunca lo son, hay que tirarse a ese río por el que pululan cocodrilos, anacondas y pirañas, y adentrarse en territorios poblados de depredadores y toda clase de aves carroñeras.
En manuales escritos por viejos bolsistas encontrará multitud de consejos y enseñanzas prácticas que no figuran en los libros académicos, pero no le servirán de nada, porque en estos menesteres nadie escarmienta en cabeza ajena. Se aprende de verdad cuanto te cuestan dinero los errores. Y por experiencia propia puedo asegurar que las lecciones prácticas que da la Bolsa se pagan a precios astronómicos.
Perfil del inversor y niveles de riesgo La Directiva sobre Mercados de Instrumentos Financieros que entró en vigor el 1 de noviembre de 2007 establece, para toda la UE, unos test de adecuación e idoneidad que han de practicar los intermediarios a los clientes que operan con productos que conllevan riesgo. En general, aunque el inversor diga que está dispuesto a correr ciertos riesgos, la verdad es que no está dispuesto a correr ninguno. Lo que el inversor que autogestione su cartera debe tener asumido es que existe lo que llamamos el binomio rentabilidad-riesgo. Y no es posible intentar incrementar la primera sin que, en la misma proporción, se incremente el segundo.
Diversificar Hay un viejo proverbio bursátil que aconseja no meter todos los huevos en la misma cesta. Tampoco se trata de coger un montón de valores al azar. El modelo de Markowitz para la gestión de cartera establecía que la relación entre cada par de valores ha de ser menor que la perfecta positiva. Que traducido al cristiano significa diversificar por sectores de producción de forma que cuando la actividad de uno decaiga se reactive la del otro. Esta es la teoría, en la práctica, cuando la bolsa dice que hay que bajar, bajan las estaciones de esquí y los hoteles de playa.
En cuanto al número de acciones, el modelo de Sharpe, que en mi opinión fue quien mejor desarrolló la teoría de la cartera eficiente, establecía que con una sola acción en cartera el riesgo es infinito. A medida que vamos aumentando el número de valores la curva de riesgo se va aplanando, sin llegar nunca a tener valor cero (curva asintótica). Él estableció que a partir del valor número 12, aumentamos el trabajo de seguirlos sin mejorar para nada la diversificación.
Momento de la siembra Como si de un producto agrícola se tratase, cualquier momento puede no ser bueno para plantar o sembrar. En Bolsa ocurre tres cuartos de lo mismo. Formar una cartera de valores cuando las cotizaciones llevan uno o dos años subiendo es exponerse, casi con seguridad, a comprar en la cresta de una tendencia y tener pérdidas significativas en la fase correctora siguiente.
El caso de Telefónica vuelve a servir de ejemplo. Imagine que compra un paquete de acciones en marzo del año 2000 a 15 euros (en gráficos ajustados). Hasta diciembre de 2007 no habría recuperado el importe de la inversión. Y dado que en los precios de ambas fechas ya están descontados los dividendos, habrán sido siete años de espera, para no ganar nada. Se puede plantear que al ser un inversor de largo plazo, no pierde. Pero no es cierto. Porque en un entorno de tipos de interés del 2% o del 3%, habrá perdido el coste de oportunidad de no haber estado colocado en un activo de renta fija.
¿Comprar en cualquier momento? Este es un problema normal que se plantea en cualquier gestora de patrimonios. Entra una cantidad importante de dinero para colocarlo en renta variable y hay que hacerlo.
Para invertir en cualquier momento o fase del ciclo se requiere tener ciertos conocimientos de análisis bursátil, ya que hay que saber si el precio que hay que pagar por una determinada acción, en función de sus fundamentales, es barato, aceptable o impagable y si la tendencia alcista sigue vigente y no muestra síntomas de agotamiento. Entrando en cualquier momento de la fase alcista de un valor, no aprovecharemos todo el tramo alcista. Lo que, dicho sea de paso, pocas veces se consigue, pero se logran rentabilidades, si se sabe salir a tiempo, sumamente atractivas.
Recoger la cosecha Hay que tener asumido que vender bien es más difícil que comprar bien. Todo tramo alcista está salpicado de recortes que pueden durar varios días. Si al primer recorte vendemos, las probabilidades de quedarnos fuera y ver luego como el valor sigue subiendo, son muy altas. El sueño de cualquier inversor es vender en la cresta de la subida. Pero la experiencia demuestra que, salvo por casualidad, sólo compran en mínimos y venden en máximos los mentirosos.
Para no cometer errores groseros hay varias soluciones:
a)Dejar correr los beneficios y llevar un stop móvil por detrás de la cotización, no muy ajustado para evitar que el mercado nos saque al primer quiebro.
b)Mantener el valor en cartera en tanto que la directriz alcista siga vigente
c)Llegados a un punto en el que la cotización tiene problemas para seguir subiendo, se compran opciones de venta por un número de acciones igual a nuestra posición de contado. Es lo que se denomina «cobertura cero». Si la acción sigue subiendo, perdemos la prima. Si se va abajo, vendemos las acciones de contado. Lo que se pierda con ellas es lo que ganaremos con la opción de venta. Nos quedamos cortos y acompañamos al valor en la caída.
Sentido común La forma más más práctica para salir airoso a la hora de recoger la cosecha, y que está al alcance de todo el mundo, consiste en aparcar la ambición y aplicar el sentido común. Si la rentabilidad de la renta fija a un año está, por ejemplo, al 3% y a nuestra inversión en renta variable le estamos ganando un 15%, 20%, 30% o 40%, lo que toca es recoge la cosecha y se deja que el último euro, o los últimos cinco euros, se los gane otro.
Una cartera Internacional Incluir en la cartera valores de otras Bolsas puede aportar un plus de oportunidad. No invertiríamos en acciones cotizadas en países exóticos y para evitar el riesgo adicional de cambio de divisa, el inversor puede limitar su campo de actuación a los valores del EuroStoxx 50, donde pondera la flor y nata de las empresas cotizadas en las principales Bolsas de Europa.
Los gastos de compra y venta son superiores a los que se pagan en España. Como ejemplo, comprar acciones del segundo banco francés Société Générale, que incluimos en la cartera básica, en Renta4 Banco supone una comisión de 0,15% sobre el efectivo, más un 0,20% de la tasa Tobin, y otro tanto a la venta. Los dividendos tienen una doble imposición, que el intermediario se encarga de reclamar. Sacar parte de los ahorros a que vean mundo puede ser divertido y muy rentable.
La trayectoria de Telefónica El gráfico de la empresa es una prueba evidente de la dificultad que, en este momento, plantea situar a mucho valores en una cartera con un horizonte temporal de medio o largo plazo.
Las oscilaciones son tremendas, y viéndolo así, a toro pasado, parece claro dónde habríla que comprar y dónde vender. Pero las pérdidas pueden ser terroríficas si se tiene la mala suerte de comprar en cualquiera de las zonas altas y ahora estamos próximos a ellas.
Oscilaciones de BBVA Las oscilaciones de la cotización no son tan violentas como las de Telefónica. Y si bien se observan periodos en los que, tras duplicar la inversión se regresa al punto de partida, hay fases alcistas, como la desarrollada entre marzo de 2003 y febrero de 2007, en las que la revalorización ha sido espectacular.
Salir antes de que se agote la tendencia sólo puede lograrse aplicando el análisis técnico y respetando, con disciplina las directrices de tendencia.