La experiencia demuestra que resulta más eficaz saber lo que nunca debemos hacer, que los consejos sobre cómo invertir con éxito. Lo que debemos hacer en cada caso es una lista interminable de situaciones y actuaciones. Lo que no debemos hacer son unos principios inamovibles que hay que respetar con disciplina espartana.
Resulta sorprendente el altísimo número de particulares que se lanza a invertir sin saber absolutamente nada de bolsa. Para ello, buscan consejo del primer gurú que se les ponga a tiro, siempre que sea gratis. Lo de pagar por asesoramiento bursátil, ni se lo plantean.
Los hay que hacen la misma pregunta a varios analistas y lo único que consiguen es hacerse un tremendo lío si la mitad le aconseja bancos y la otra mitad opina que no hay que tocarlos.
La primera necesidad para meter un pie en el mundo bursátil es adquirir una adecuada formación. La bolsa no es una caja en la que se mete un euro y se sacan dos. Lo contrario es mucho más fácil: meter dos y sacar uno.
Partiendo de que ya sabemos dónde nos estamos metiendo, hay que establecer una adecuada táctica y una buena estrategia
Táctica y estrategia
Carl von Clausewitz, escritor y general prusiano creador de la Academia Militar de Berlín establecía en su obra El arte de la guerra la diferencia entre táctica y estrategia: la primera permite ganar una batalla; la segunda, la guerra.
Aplicar una táctica inadecuada en una operación bursátil, como sería ir contra tendencia, es un mal menor si somos capaces de tocar retirada a tiempo.
La táctica corresponde a las batallas aisladas, aunque formen parte de un plan general. En bolsa, la táctica es la escaramuza, la actuación rápida y ágil, dar un golpe de mano al mercado y salir por piernas. Es lo más divertido de la operativa bursátil. Con frecuencia la defino como un deporte intelectual, con premio en metálico, en el que vamos a intentar ganar la mano al mercado.
Pero la operativa a corto, y ya no hablemos del corto rabioso, es la más complicada. Requiere un profundo conocimiento del mercado. De la psicología de los inversores y sus pautas de comportamiento. Manejar bien los métodos de análisis. Tener la mente fría. Las ideas muy claras sobre lo que queremos hacer (no se pude ser especulador a corto por la mañana e inversor a largo por la tarde, por el hecho de habernos equivocado). Pero sobre todo, ser más listo que el hambre.
La estrategia es la utilización coordinada de los elementos disponibles para lograr un fin. El estratega tiene que tener la flexibilidad del junco para ir cambiando su actuación en función de cómo cambien las circunstancias. Sun Tzu, general chino autor de El arte de la guerra decía que “el que sabe modificar su táctica con arreglo a la situación logrará la victoria”.
Hay otra máxima, intemporal, del mismo autor que debe conocer y aplicar todo inversor: “Sólo el que sabe cuándo hay que combatir y cuándo no hay que hacerlo, saldrá victorioso”. Uno de los más sensatos consejos de Kostolany [el famoso gurú del siglo XX] “cuando no lo veas claro, vete a pescar” se apoyaba en este postulado de Sun Tzu.
Por increíble que parezca, un tratado que tiene más de dos mil años y en el que se inspiró Napoleón, que refleja postulados que siguen teniendo hoy vigencia y aplicación en el mundo de la empresa y de las finanzas y da lo mismo que se trate de estrategia militar, empresarial, de una partida de ajedrez o de un partido de fútbol.
Para el inversor la estrategia debe estar encaminada a terminar el año con beneficios, con una rentabilidad superior a la que ofrecen los llamados activos sin riesgo, de un país solvente, porque el concepto de activos sin riesgo ha cambiado.
En este punto hay que preguntarse si vale la pena tener los ahorros en un mercado de riesgo, como es la bolsa, para obtener rendimientos iguales o inferiores a los que podían haberse obtenido sin riesgo.
La estrategia tiene que plantearla cada inversor de acuerdo con su perfil, su aversión al riesgo y del momento, porque ha de ser distinta en una fase alcista del mercado que cuando se está en una crisis con caídas bursátiles y claras tendencias bajistas.
¿Dónde me meto?
Valores de calidad. En ocasiones se compran acciones de empresas sin saber a qué se dedican y si ganan o pierden dinero. Los resultados de las compañías cotizadas están en sus páginas web y en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Como mínimo hay que mirar el cierre del ejercicio anterior y el último trimestre.
Antes de meter un euro en una empresa hay que saber si tiene una situación saneada o está en números rojos. Imagine que le ofrezco meter dinero en mi empresa. ¿Qué beneficios anuales obtiene? No tengo beneficios. Este año perderé 2 millones de euros. La respuesta normal sería: cuando gane dinero, me avisa.
Salud financiera. Meterse en una empresa agobiada por las deudas y con riesgo de tener que entrar en concurso de acreedores, e incluso ser suspendida de cotización, es ganas de jugarse el dinero como si apostásemos en la ruleta.
En ocasiones vemos subidas espectaculares en compañías al borde de la quiebra, que suben en bolsa como la espuma por haber logrado renegociar la deuda, aplazar pagos de intereses y de amortización del principal. Generalmente son empresas que están muertas. Pero muertas no de mentirijillas. Muertas y bien muertas. Pero los bancos no están por la labor de incrementar sus fallidos y, al renegociar la deuda, lo que están haciendo es aplazar la fecha del entierro. ¿Vale la pena invertir en una empresa en esta situación, aunque sea para operar a corto?
Tendencia. Las tendencias bursátiles tienen, como en mecánica, una inercia. Una vez que un movimiento alcista o bajista está en marcha, es mucho más fácil la continuidad que el cambio, salvo que concurran circunstancias anormales o inesperadas¡.
Con frecuencia vemos consultas de lectores que se han metido en un valor al considerar que ya está barato, porque lleva un número de meses bajando. La pregunta que hay que hacerles es: ¿qué estaba haciendo el valor? Bajar, pues déjele que baje. Aquí hay que añadir; mire, algo tendrá el vino cuando lo bendicen y las acciones cuando bajan. Y si la tendencia es bajista, lo normal, será que la cotización siga bajando.
Dejar correr beneficios y cortar pérdidas
No poner puertas al campo. Aquí está el origen de los mayores errores. Es el nudo gordiano de las tragedias que toca vivir a algún inversor. Generalmente tratamos el tema echando una bronca al inversor, y hay que pedir disculpas a priori, porque sabemos que las buenas palabras no sirven para nada ni para nadie, aunque nos tememos que las reprimendas tampoco.
Comenzaré contando una anécdota. Cuando trabajaba como gestor de patrimonios en una agencia de valores, un cliente, al que consideraba un amigo, me preguntó qué parte de su patrimonio nos traía para que se la gestionáramos nosotros.
Sabiendo la mala evolución de su cuenta de valores y las barbaridades que solía cometer, mi respuesta fue: la que quieras proteger de ti. Perdimos al cliente y, lo que lamenté más, al que creía un amigo. Años más tarde supe que intentó recuperar con derivados las pérdidas del contado y arruinó el patrimonio familiar.
En muchos casos, el principal riesgo de la bolsa somos nosotros mismos por asumir riesgos innecesarios, por no tener definida una clara estrategia de inversión, por no ser disciplinados y, con más frecuencia de la podemos pensar, por ambición. Y todo esto sin entrar en los frecuentes casos que se observan de ludopatías.
No poner puertas al campo o dejar correr los beneficios debería ser la reacción normal de cualquier inversor, pero no es así. Da la sensación de que las plusvalías les queman en las manos y son muchos los operadores a corto que sólo aguantan un valor en cartera cuando están en pérdidas. Kostolany solía decir que “quien se contenta con ganar mil dólares no merece ganar un millón.
Sin intentar corregir la plana a André Kostolany hay que tener muy claro que la curva de precios no va a llegar hasta el infinito. Y si la cotización ha multiplicado por 4, 5, ó 9 veces el valor de compra, o bien ha subido de forma meteórica, hay que bajarse y dejar que “el último euro lo gane otro”.
Cortar pérdidas. Las tragedias no vienen por dejar de ganar, sino por no haber sido capaz de cortar las pérdidas a tiempo. Comprar una acción y estar en pérdidas a los 10 minutos, no es que extraño, es casi lo normal. Estar entrando en pérdidas y beneficios de forma alternativa a lo largo de la sesión es frecuente y no por eso hay que vender.
Ahora bien, hay una serie de alarmas que el inversor tiene que aprender a detectar y que se van disparando una tras otra para alertarnos de que hemos metido la pata bien metida. Entre otras muchas cosas, debe llamarnos la atención el hecho de que durante toda la sesión la cotización vaya de más a menos, que cierre en el mínimo del día, que baje con incremento de volumen.
¿A ver qué pasa mañana? Pero si al día siguiente abre bajando o dejando un hueco, quedarse con el valor para ver si recupera el 2%, 3% ó 4% perdido es sentar las bases para un serio descalabro bursátil.
Casi siempre, cuando se está perdiendo el 30% o el 40% el inversor se arrepiente de no haber vendido allá arriba cuando sólo perdía un 5% o un 10%. Las lecciones de bolsa se pagan a precios muy altos, pero hay que aprender de ellas. Cometer un error de este tipo puede ocurrir una vez, pero hay que aprender de nuestros errores y no volver a incidir una y otra vez en los mismos.
Esto es lo más difícil de inculcar al inversor. Dejar correr los beneficios y cortar en seco las pérdidas, lo sabe todo el mundo, pero lamentablemente pocos lo aplican. Hemos visto muchos casos de inversores que por no perder un 3%, terminan perdiendo un 50%. ¡No lo haga jamás! Nos hemos equivocado, se vende y aquí paz y allá gloria.
No confundir valor con precio
Lo barato puede ser caro. Keynes solía decir “es totalmente correcto pagar tres veces el valor de algo, en la medida en que más adelante se encuentre un inocente que pague cinco veces su valor real”. Y tenía toda la razón, el problema se presenta cuando el inocente hemos sido nosotros y fuimos a comprar el último día de la subida, justo en el máximo de la jornada. Siempre hay alguien que ha comprado en ese pico alto, previo a un desplome, porque ahí marcó un precio.
Una acción a 0,5 euros puede ser muy cara y otra a 12 euros estar barata. Todo depende de lo que se reciba por lo que pagamos. La vara de medir más socorrida en el PER, veces al que cotiza el beneficio por acción. En líneas generales, por debajo de 10 veces beneficios el precio se considera barato.
Entre 10 y 15 veces, aceptable, porque le queda recorrido al alza. PER 20 sería el límite razonable y por encima de 25 veces beneficios, sencillamente impagable, por buena que sea la empresa. En estos casos, lo que ha ocurrido es que la cotización ha corrido más que la cuenta de resultados, con lo que se entra en sobrevaloraciones peligrosas.
Promediar a la baja
Ni se le ocurra. Para los analistas técnicos que se dedican a asesorar a especuladores a corto, es el mayor pecado que se puede cometer. Jamás se paran a pensar que hay miles de inversores con mucho dinero dispuesto a llevar a la bolsa y dan para todos la misma receta. Bajar el precio medio de adquisición de un valor, jamás de los ‘jamases’.
En lo que tienen razón es que si nos hemos equivocado y un valor nos entra en pérdidas (pérdidas que no hemos cortado en seco que es lo que tocaba hacer), volver a comprar más acciones de ese valor y seguir comprando según baja, para abaratar el precio medio de compra, es una locura. Lo que estamos haciendo con esa estrategia es perseverar en el error e intentar arreglarlo cometiendo otro.
Totalmente distinto es el caso de un inversor que quiera tener en cartera veinte mil acciones de Santander como inversión a largo plazo. Si la cotización del banco cántabro está bajando, lo aconsejable no es comprar todo el paquete hoy, es ir aprovechando los días de caída de la cotización para ir haciendo compras parciales. Si el paquete a comprar es importante, se puede ir escalonando progresivamente el volumen de compra.
Comenzar por mil títulos, en la siguiente caída comprar dos mil, en la siguiente cuatro mil, luego ocho mil. Con lo que nos encontraremos con el paquete más importante comprado al precio más bajo de los cuatro. En cuanto la curva de precios se vuelva al alza entraremos muy pronto en beneficios. Confundir esta estrategia con promediar a la baja es, generalmente, falta de experiencia.
Recuperar pérdidas
Pescar en otro río. Por una extraña asociación de ideas los inversores intentan recuperar lo perdido con el mismo valor que se lo ha hecho perder. Seguramente tienen la sensación de no haberse equivocado. Que la elección es buena y que sólo es cuestión de esperar a que dé frutos.
La experiencia demuestra que, casi siempre, es un error. Hay que asumir que, a pesar de que sabemos mucho de bolsa, también nos equivocamos. Y si no lo asumimos, la bolsa se encargará de aplicarnos una dosis de humildad en la cuenta corriente difícil de olvidar.
Nos hemos equivocado, pasa en las mejores familias, lo que hay que hacer es enmendar el error cuanto antes. Y la solución no es esperar con el cadaver en cartera hasta que crie malvas, ni promediar a la baja para rebajar el coste medio. El remedio consiste en salir de este valor cuanto antes y buscar otro en el que recuperar los llantos y quebrantos provocados por el primero.
Fuente: http://mercadosencontinuo.es