El mundo está lleno de personas con buenas intenciones, con buenos deseos y buenas palabras, pero la realidad a menudo resulta terca y no por ocultarla se logra cambiarla.
Es lo que sucede en la eurozona, donde demasiados factores de inestabilidad e incertidumbre (unos internos y otros externos) impiden que se pueda crear inflación, que se pueda alejar el fantasma de deflación, en definitiva, que la economía de la eurozona remonte el vuelo.
Miembros del BCE se han apresurado éstos últimos días a calmar las aguas, a repetir una y otra vez, de manera cansina cual mantra, mensajes claros y directos. A modo de ejemplo:
- Nowotny dice que se necesita un plus de inversión pública y que el BCE ha de combatir el riesgo de deflación, aunque en cuanto cambie el escenario a mejor lo hará también en consonancia la política monetaria.
- Peter Praet ve riesgos de que la baja inflación pueda llegar a consolidarse y en ese caso perjudicaría gravemente a la economía, aunque asegura que el BCE actuaría sin cortapisas para aumentar la inflación.
- Lautenschlaeger estima que los tipos siempre pueden bajar más aún.
- Mario Draghi es de la opinión de que la orientación de la política fiscal de la zona euro es ligeramente expansiva, pero advierte de que la recuperación económica de la zona euro continúa sin llegar debido a las débiles perspectivas de crecimiento de las economías emergentes y el lento ritmo de aplicación de las reformas estructurales. También alerta de que los países con elevados niveles de deuda serían muy vulnerables si vuelve la inestabilidad en los mercados financieros.
Es cierto que el Banco Central Europeo saca pecho aludiendo a que los bajos tipos de interés, las operaciones de financiación a largo (TLTRO) y el programa de compra de activos han contribuido a mejorar la evolución monetaria y crediticia y que los costes de financiación de las entidades de crédito se han estabilizado en niveles próximos a sus mínimos históricos. Pero la realidad es que la economía de la eurozona no termina de dar el salto. La confianza del inversor ha caído a 5,7 cuando se esperaba en torno a 6,4. La confianza del consumidor bajó 10 puntos. El IPC interanual descendió -0,1%. Los precios de producción caen un -0,7%. El PMI compuesto se sitúa en 54 (peor de lo esperado) y las ventas minoristas apenas crecen un 0,2%.
Mientras, las Bolsas continúan su particular via crucis, el cual no parece que en el corto plazo tenga mucha intención de variar.
El futuro Eurostoxx, el mercado más importante del Viejo Continente, mantiene la tónica bajista desde que el pasado mes de marzo alcanzase un nivel Fibonacci y no pudiese romperlo, concretamente los 3104 puntos. Ahí se marcó un punto de inflexión en las Bolsas europeas, imponiéndose la presión vendedora. ¿La clave? Los 2700 puntos, zona niveladora que si no es capaz de contener la embestida bajista y se pierde, la señal de debilidad regresaría al parquet y con ella el riesgo de más recortes.
Y el Ibex 35 siguiendo la misma hoja de ruta que sus homólogos europeos. Inicio de una secuencial bajista tras alcanzar nivel Fibonacci en los 9190 puntos, teniendo en su caso como zona clave a vigilar los 7745 puntos, ya que si la pierde el escenario se pondría seguramente más feo aún de lo que ya de por sí estaba siendo.
Ismael de la Cruz
ismaeldelacruz.es