Hola Amigos, buen día. Cada reunión de política monetaria de la Fed concita el interés de los mercados globales y, por supuesto, la de este miércoles no es la excepción. Parece cosa juzgada que ante cada decisión del banco central se abren varios escenarios y se crea un nivel de incertidumbre, muchas veces injustificado. La reunión de hoy reúne todas estas condiciones.
Inexplicablemente, la Fed mantuvo sus enormes planes de estímulo desde mediados de 2021, con la economía creciendo, con la tasa de desempleo en baja, y los principales indicadores macro totalmente recuperados después de la pandemia. Esas colocaciones de dinero, más el consumo totalmente exacerbado que experimentó el mundo en los meses posteriores al encierro obligado de 2020 y parte de 2021, generaron una inflación que no se conocía desde más de 40 años atrás.
Los aumentos de tasa que presentó la Fed desde marzo de 2022 buscaron revertir a los golpes esa inflación. Y a los golpes es difícil cumplir objetivos. Un año y unos meses después el resultado es que la inflación sigue muy alta, orillando el 5% y se produjo la caída de diversos bancos, lo cual no es solo un problema en sí mismo, sino que obligó al banco central a salir en auxilio de varias entidades, provocando una desconfianza en el sistema financiero que hasta el presidente Biden debió (intentó) calmar.
Pero es evidente que los bancos centrales, comenzando por la Fed, no escarmientan. Siguen tomando medidas a destiempo, amparados en comunicados escuetos y repletos de palabras clave, que los operadores se desesperan por entender. Un simple cambio de expresiones (aún, todavía, tal vez) generan movimientos en el dólar como si hubiera una catástrofe mundial.
Esto sucede pese a que desde unos años a esta parte los bancos centrales han intentado mostrarse previsibles, al menos en las cifras publicadas. Era común ver como el euro se movía 300 o 400 puntos en minutos ante algunas presentaciones de Mario Draghi, o al dólar volar frente a expresiones de Alan Greenspan.
Como eso ya no se estila, ahora se conforman con seguir aumentando la tasa de interés con el peligro de llevar al país a una recesión de la cual intentará salir reduciendo la misma tasa con diferencia de pocos meses. No es novedad este cambio de óptica: días antes de su segunda nominación a la presidencia de la Fed, Jerome Powell afirmaba que la inflación era un fenómeno pasajero, justificando los 120 mil millones que inyectaba al circuito; cuando quedó confirmado al frente del banco, se dio cuenta de que la inflación era un problema. Cabe esperar un cambio de postura, pero inverso, para el segundo semestre de 2023.
Huelga decir que este miércoles habrá un nuevo aumento de tipos, que quedarán en el 5.25%, un nivel que no tenían desde 2007, año en el cual se incubó la explosión financiera de 2008, pese a que para el momento de dicha explosión la tasa ya estaba casi en mínimos. Ojalá no tengamos un deja vu dentro de unos meses.
Ante este escenario, la Fed puede afirmar que aumenta la tasa y no lo hará más por un buen tiempo; también puede decir que seguirá aumentando si la inflación se mantiene alta; o podrá, en cambio, dejar abierta la chance de ambas cosas. Esta ambigüedad es la que esperamos, y solo algunos bancos ya saben cual es la interpretación del comunicado.
Lo que sí es claro es que el dólar podrá crecer, pero no tiene un camino tan fácil como pocos meses atrás. Si Powell no convence, es probable que el billete no demore en caer a nuevos mínimos ante el euro, la libra esterlina, que el yen comience a buscar a su habitual ritmo cansino la zona de 130.00 y que la onza apunte bien alto.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, nos vemos el jueves.
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