Durante la crisis financiera, esta idea económica entró en juego cuando se demostró que la decisión de la Reserva Federal para comprar activos no evitó una situación en la que la inyección de dinero en el sistema bancario no lograba reducir las tasas de interés, de tal manera que los usos alternativos del capital se utilizaran mejor en otros lugares (es decir, comprando cosas o invirtiendo en algo potencialmente productivo en lugar de ahorrar ese dinero).
En resumen, una trampa de liquidez es la pesadilla de la política monetaria actual de los bancos centrales, que están muy seguros de que las inyecciones adicionales de capital impulsarán la preferencia por los productos sobre el dinero, por lo tanto avivará la inflación de precios y la actividad económica.
Y aunque las tasas de interés en Europa y Estados Unidos estuvieron fijadas en el 0%, las inyecciones adicionales de dinero durante años no lograron avivar la inflación, ya que el dinero se utilizó para comprar bonos – y posteriormente acciones – o, simplemente, se acumuló.
Como bien sabemos, los bancos centrales de Europa y Japón ya han abandonado el tipo al cero por ciento y lo han llevado a territorio negativo, pero sigue siendo difícil impulsar la inflación y el crecimiento económico en esas economías.
Y aunque hace mucho tiempo que los mercados se han olvidado de la posibilidad de esta trampa de liquidez, los analistas de Deutsche Bank han emitido una nota señalando que en absoluto hay que descartar esta posibilidad:
Entender cómo las tasas negativas pueden o no pueden ayudar al crecimiento económico es algo mucho más complejo de lo que creen la mayoría de los bancos centrales y los inversores. En última instancia se encuentra la confusión en torno a los diferentes puntos de vista de la teoría del dinero.
En un mundo clásico, la oferta de dinero multiplicada por una velocidad constante de circulación equivale a un crecimiento nominal. En un mundo keynesiano, la velocidad no es necesariamente constante – específicamente para Keynes, hay una función de demanda de dinero (preferencia por la liquidez) y por lo tanto una teoría del interés que permite una trampa de liquidez donde el aumento de la oferta de dinero no da lugar a un crecimiento nominal más alto.
La tasa de interés (o inversa del precio de los bonos) se vuelve rígida debido a que a tipos bajos, para expectativas infinitesimales de cualquier nueva subida de los precios de los bonos y una caída en las tasas de interés, la demanda de dinero tiende a infinito.
Para Gesell la nueva oferta de dinero se acumula porque a medida que las tasas de interés bajan, los rendimientos esperados sobre el capital también caen a través de un exceso de oferta – para los agentes económicos los bienes siguen siendo poco atractivos respecto al dinero. La demanda de dinero por lo tanto aumenta a medida que disminuye la velocidad. Esto es simplemente una espiral de deflación, los consumidores retrasan la compra de bienes, acaparan dinero, en esperan de nuevos descensos de los precios de los bienes.
En un mundo keynesiano de demanda deficiente, la solución para restablecer la demanda está en la política fiscal. La política monetaria simplemente no funcionará si hay una trampa de liquidez y la demanda de dinero en efectivo es infinita. Las tasas de interés no se pueden reducir más para estimular la demanda. Para Gesell se tiene que gravar la acumulación de dinero y hacer que se iguale el valor del dinero a los bienes. Si se grava el efectivo, entonces la velocidad se estabiliza, la demanda de dinero cae y se recupera la demanda de bienes.
La obsesión de Europa por las tasas negativas es justa pero engañosa en el contexto de cómo se están aplicando las tasas de interés negativas. La combinación de una penalización sobre el exceso de reservas de los bancos y la QE está diseñada para expandir el crédito al sector privado. Si la oferta crea su propia demanda y o si los modelos de aceleración de inversión keynesianos son válidos, entonces es muy posible que tengan éxito en la restauración de un problema keynesiano de demanda deficiente. Esto es esencialmente lo mismo que decir que no hay trampa de liquidez.
Pero presupone que existe un déficit de demanda de préstamos debido a las altas tasas de interés de capital en lugar de un demasiado bajo retorno de capital real. El riesgo es que la QE es simplemente dinero nuevo acumulado en el lado de la demanda de manera que la velocidad del dinero cae y la demanda sigue siendo limitada. Si Gesell está acertado, es esencial gravar el dinero en sí mismo lo que significa que no sólo se verían afectados los depósitos minoristas sino también el efectivo en circulación. A continuación, la velocidad se estabilizaría con demanda efectiva mientras los hogares estarían dispuestos a poseer bienes en lugar de dinero. Es concebible que los europeos se dirijan a ese camino y tal vez empeore antes de mejorar. O tal vez todavía hay tiempo para que el mecanismo keynesiano demuestre que no estamos en una trampa de liquidez.
Fuentes: Deutsche Bank
Carlos Montero
La Carta de la Bolsa