Resultaba, antes de la publicación, obvio que los datos de inflación de septiembre de Estados Unidos ofrecerían cifras por encima de lo esperado. No hace falta estudiar demasiado: cuando el dólar toma una dirección determinada, todos los informes que se publican lo favorecen, lo cual en nuestra opinión genera una pérdida de confiabilidad muy importante en los denominados consensos, que anticipan las cifras a conocerse. Claro, si el dólar fuera para abajo, los datos serían exactamente los opuestos.
Probablemente no se esperaba una baja del dólar ante un aumento de la inflación. No, al menos, hasta bien entrada la sesión europea, cuando el billete perdió terreno, para recuperar ante la publicación. La apertura de Nueva York reflejó las cifras decepcionantes para los mercados, hasta que de repente, cambió el clima de negocios. O, mejor, dicho, ante la seguridad de que el dólar escalará a nuevos máximos, nada mejor que hacerlo trastabillar antes.
Están pasando cosas bastante extrañas en los mercados. Siempre las hubo, por supuesto, pero este tipo de maniobras tan burdas a la vista de todos no son tan habituales, y solo se pueden justificar por la efervescencia propia de los activos principales en un momento como este.
No son pocos los factores que influyen, y cada cual es más importante: la pandemia, la pos pandemia, las dificultades en la cadena de suministros ya parcialmente solucionadas, el consumo exacerbado, la emisión sin control, la inflación consecuente con todo lo mencionado y en máximos de 40 años en varias latitudes, la guerra entre Ucrania y Rusia, las materias primas en máximos de 15 años, el temor a una recesión global. ¿Le parece mucho? Todo esto pasó -y pasa- desde marzo de 2020, o sea dos años y medio atrás.
Ante semejante escenario, que los mercados se muevan como lo hacen no es del todo lógico, pero es entendible. Lo que sí corresponde es situar los movimientos diarios en su justo lugar. Y el del jueves solo se trató de una corrección, previa a un nuevo rally del dólar.
Con dos reuniones de política monetaria de la Fed por delante, el único interrogante es si los aumentos de tasa de interés serán del 0.5, 0.75 o 1% en cada oportunidad. La primera opción ya comienza a perder fuerza, siendo que era la más viable 15 días atrás. La segunda es que tiene mayor consenso, y la tercera comienza a despuntar.
Las consecuencias de estos aumentos se verán en 2023, cuando los funcionarios del FOMC, muy compungidos, expresen su dolor ante la pérdida masiva de empleos y una recesión importante. Se justificarán en que el esfuerzo por bajar la inflación vale la pena más allá de las consecuencias. Seguramente, mirarán hacia otro lado cuando alguien les recuerde que ellos mismos generaron las condiciones inflacionarias actuales con una emisión récord. El gobierno del presidente Biden también debería dar alguna explicación al respecto.
El euro vuelve a encaminarse a sus mínimos de 20 años en 0.9535; la libra se acercará a 1.0305, su mínimo histórico, y el yen puede estirar sus pérdidas un poco más aún, hasta que el Banco de Japón evalúe una intervención en serio. Claro que el yen no quedó tan desfasado respecto al euro y la libra; solo cayó antes de tiempo.
Lo que sí parece bastante claro es que si los bancos centrales no se ponen de acuerdo en un procedimiento conjunto, que no solo abarque aumentos de tasa de interés o emitir dinero según la circunstancia, la situación financiera internacional se complicará sobremanera en los próximos meses.
La agenda de noticias del viernes incluye las ventas minoristas de septiembre, con una previa negativa respecto al mes anterior. En opinión de quien suscribe, ni siquiera hace falta evaluar tal previa. Con conocer los horarios de los informes, es suficiente.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, y un muy buen y reparador fin de semana, nos reencontramos el próximo lunes. Hasta entonces.
Adrián Aquaro
Trader College