Lo llamé a las 9 horas y 15 minutos de la mañana. Es lo que suelo hace con uno de los tres principales operadores de la Bolsa española, uno de los tres que aún quedan en pie y se sostienen como pueden, porque la mayor parte del volumen se hace por Internet. Lo llamo, porque le gusta la Bolsa y sigue muy bien el curso de las grandes órdenes, que son las que no se hacen por Internet, claro. Suele contestarme sin dilación, a la primera. Si está reunido o ejecutando órdenes no coge el teléfono, pero suele contactar conmigo a los 10 o 15 minutos, no mucho más. Hace unos días, en plena vorágine política, que aún sigue y seguirá, me extraño la tardanza. Mi amigo, uno de los grandes del mercado español, me devolvió la llamada a las 12 horas y 30 minutos de la mañana. «Perdona Moisés», me dijo en medio de un bostezo enorme, «tenía el teléfono móvil en modo silencio y como me he quedado dormido mirando la pantalla del ordenador no me ha dado cuenta de que me llamabas. Sí dormido, dormido de aburrimiento. No es que haya pasado una mala noche. No, no es así. El aburrimiento se ha apoderado de mí de tal manera que no he tenido otra opción que echar una cabezada. Lo curioso es que tampoco ha llamado cliente alguno, nacional y extranjero. No hay negocio, no hay una orden. Ahora que hablo contigo recuerdo que algo similar me sucedió meses antes del crash de octubre de 1987. Entonces era el jefe de despacho de un agente de cambio y Bolsa…»
“…Recuerdo que uno de mis principales clientes era en aquella época uno de los primeros bancos estadounidenses que se instalaron en España. Me gustaba hablar y reflexionar con el jefe de operaciones de esa entidad. Unos seis meses antes del crash, te digo, siempre nos llamábamos a primera hora. El me preguntaba “¿Qué tienes hoy por la mesa?”. Yo les respondía: “un paquete de vallehermosos, otro paquete de tubos y otro paquete explosivos”. “No me interesa”, me respondía. Al día siguiente, la misma ceremonia, la misma pregunta. La respuesta era la misma que antes o muy parecida. al cabo de seis meses, el jefe de operaciones del banco me espetó. “Oye, no crees que esto está acabado ¿No te has dado cuenta que llevas seis meses ofreciéndome los mismos paquetes de acciones ¡Y tanto que se había acabado aquél ciclo! En efecto, en octubre de ese año, octubre de 1987 se produjo el crash…”
“…No sé porque me ha venido a la cabeza esta historia cierta, no sé si se producirá un crash. Sí advierto, palpo, siento, lo sufro en mis carnes, que el negocio de la intermediación hace tiempo que murió, que la fiesta se ha acabado por mucho que los índices suban y bajen, bailen y vuelvan a bailar. El Ciclo ha muerto y hay que esperar el nacimiento de otro nuevo Ciclo. Pero eso tardará ¿Mientras? La Bolsa seguirá abriendo y cerrando sus puertas todos los días. Los índices fluctuarán. Los precios de las acciones se moverán en ambos sentidos. Las empresas valdrán unos días más y otros días menos. Pero el Ciclo seguirá enterrado hasta que llegue el Nuevo Ciclo…”
“…En este mundo bursátil y financiero tan desnortado y carente de principios y de valores, la reparación de la confianza va a tardar mucho y a los intermediarios financieros nos va a costar sangre, sudor y lágrimas mantener el chiringuito. Los clientes que me llaman, nacionales o extranjeros, apenas cursan una puta orden. Ni compran ni venden. Pero sí están al corriente, al día, muy informados del grado de desbarajuste político existente en España y del mantenimiento muchas de las tropelías que causaron la Gran Crisis. La desconfianza de los clientes es total, por eso el dinero no salta a escena. Creo que tardará en hacerlo, por mucho que los índices bursátiles nos sugieran otra cosa…”
“…Sí, este negocio hace tiempo que murió y no ha surgido una alternativa válida. He pensado mucho en ello. Es cierto que la Crisis ha dejado cadáveres por todos los sitios y que los seguirá dejando. Pero las promesas, ideario y decálogo del G20 nacieron muertas. No alternativa válida, no hay un nuevo Sistema, un nuevo Orden, quiero decir, porque todo lo que ha quedado después de la Gran Crisis Financiera sigue en manos de los de siempre, aunque los de siempre son ahora menos, porque unos y otros se han enfrascado en una pelea de dimensiones incalculables, de tal modo que los pocos de siempre que han sobrevidido, que han ganado la batalla, son ahora más poderosos y…más peligrosos ¿me explico?…”
“…Bancos y empresas mantienen los bonus, los analistas recomiendan como siempre lo han hecho, es decir, sin cortarse un pelo; los hedge funds tienen igual o más poder que antes de la Crisis; las agencias de ráting califican de tal manera que se contradicen entre ellas ¿raro, verdad?; los reguladores dicen que no pueden regular todo lo regulable, porque carecen de la fuerza legal suficiente; los derivados supone cerca del 70% de la actividad total de los mercados; los Estados siguen poniendo la pasta encima de la mesa, las Auditoras suman y restan como quieren…”
«…¡Ay aquellos años de volatilidad y especulación! Nunca estuvo el terreno tan abonado como ahora para comprar y vender, para especular a favor o en contra de la ciénaga política, de los cambios en el ritmo económico en el mundo, de las subidas y bajas de tipos de interés…de tantas y tantas cosas. Pero sólo las máquinas se mueven. El inversor final no quiere saber rien de rien…
Mar Revuelta
La Carta de la Bolsa