En estas páginas les he comentado que en muchas ocasiones el mercado da por sentado hechos o ideas que no se ajustan a la realidad. Uno de los más notables es la percepción que tienen los inversores sobre que la evolución de las ganancias corporativas tiene una alta influencia en el precio de sus acciones. Y no es así.
Tony Caldaro recientemente publicó un interesante estudio histórico donde desmentía este mito. Subrayemos lo más interesante de su análisis:
Durante décadas los inversores han aceptado que la evolución de las ganancias corporativas determina el precio de las acciones. Un aumento de los beneficios implicaría un incremento del precio de los títulos y al contrario. Sin embargo, si estudiamos estas dos variables en los últimos 100 años encontramos algo completamente diferente.
Como se puede observar en el gráfico adjunto, el aumento/descenso de los mercados durante un aumento/descenso de los beneficios no tiene una alta correlación. Desde 1920 encontramos 33 mercados alcistas y bajistas (17 alcistas – 16 bajistas). Analizando los mismos vemos como existe una correlación directa entre la evolución de los precios de las bolsas y la de los beneficios en algo menos del 58% de esos movimientos, es decir 19 de 33 veces.
De hecho, encontramos nueve casos en los que el mercado de valores y las ganancias se movieron en sentidos completamente opuestos. En siete ocasiones las ganancias aumentaron en un mercado bajista, y en dos cayeron en un mercado alcista.
Por otro lado, no se ve una correlación entre los techos y suelos de los mercados con los niveles alcanzados por los principales ratios de valoración. Se han alcanzado techos en las bolsas con un PER tan bajo como 9 (1980) y tan alto como 35 (2000). Se han alcanzado suelos con un PER tan bajo como 6 (1949) y tan alto como 23 (2002).
Tony Caldaro concluye que dado que las ganancias corporativas tienen una correlación directa con el precio de las acciones en algo más del 50% de las ocasiones, no podemos establecerlas como un factor determinante para la fijación de precios en el mercado de valores. La confianza del inversor en la economía o en una empresa individual, junto con las expectativas futuras o el sentimiento inversor, tienen un papel mucho más relevante. Las acciones se pueden vender a múltiplos de 100 veces beneficio si la confianza sobre la evolución de la empresa es elevada. Y se pueden vender a un PER de un solo dígito si la confianza en el crecimiento futuro es insuficiente.
Carlos Montero
La Carta de la Bolsa