La primera presentación del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, ante el Congreso de Estados Unidos, no ofreció sorpresa alguna. No se podía esperar algo diferente a lo que dijo el miércoles pasado, cuando el banco central elevó la tasa de interés en un 0.75%, una medida que no tenía lugar desde 24 años atrás, y que muestra el empeño de la entidad por bajar la inflación, en máximos de 41 años.
Powell ratificó el camino del banco central, iniciado “verbalmente” a fines de 2021 -apenas fue nominado a su segundo período a cargo de la institución- y que recién comenzó meses atrás, con el primer aumento de tipos de interés, un 0.5%. En mayo, el alza fue más pronunciada, un 0.75%, y se espera que en julio se repita la fórmula. Para la reunión de septiembre se mantiene una incógnita.
Powell sabe, y así lo expresó, que estos aumentos de tipos pueden llevar a la economía a una recesión, que estimó podría no durar mucho si es que finalmente se produce. El Comité de política monetaria eligió priorizar el combate contra la inflación, una lucha en la que juega en desventaja.
Si bien los aumentos de tasa tendrán efecto, como también, y entendemos que en mayor medida, los recortes del balance que mantiene en 10 billones de dólares, mientras la guerra en Ucrania no ceda, el riesgo de que el costo de energía siga subiendo es muy alto, y está totalmente fuera del dominio y de la voluntad del banco central.
La otra variable, que es el consumo posterior a la pandemia, con las consiguientes dificultades en la cadena de suministros, irá pasando con el tiempo. La demanda de bienes y servicios no seguirá tan alta como ahora, un poco porque las necesidades se irán cubriendo, y otro poco porque se sentirá la falta de dinero a mediano plazo.
Las palabras de Powell impactaron en el mercado, aunque en forma moderada. La bolsa de Nueva York inició el día con fuertes ganancias, que se fueron diluyendo con el paso de las horas, aunque la mayoría de las acciones líderes terminó ganando.
El dólar se mostró, y lo sigue haciendo en la sesión asiática del jueves, también moderado y con un comportamiento mixto en sus pares principales. El euro y la libra esterlina intentan cambiar su débil sesgo de las últimas semanas, aunque es claro que les cuesta más de lo esperado hacerlo. Por momentos, ambas monedas parecen intentar un cambio de dirección de mediano plazo, pero una y otra vez regresan a sus respectivos caminos bajistas de corto y mediano plazo.
Algo similar sucede con el yen, aunque su posición es mucho más débil aún. Luego de tocar mínimos de mediados de 1998 el martes, el miércoles recortó parte de sus pérdidas, pero aún se muestra incapaz de quebrar la zona de 134.00, que podría darle algo de impulso adicional. La política monetaria del Banco de Japón, que impacta de frente contra la de otros bancos centrales, más el costo de energía, y la comodidad del banco central de ver como su moneda se devalúa sin mucho esfuerzo, limitan las chances de que en el corto plazo el yen recupere terreno en forma sustentable.
Así las cosas, la operatoria se ve limitada en los pares líderes en rangos de precios bastante estrechos, sin que se aprecie claramente cuales serán los próximos pasos de los mismos. Un alza o una baja de las monedas europeas quedarían igualmente justificadas, dado que el dólar se ve fuerte, claro, pero con una recesión por delante en Estados Unidos. Los formadores de precios serán quienes vuelquen, a su favor o en su contra, la balanza.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, nos vemos el viernes.
Adrián Aquaro
Trader College