1) Introducción
En el caso de los bonos, títulos tradicionalmente considerados de renta fija, existen los dos componentes de retribución.
Por un lado, tenemos el cupón (excluímos para la simplificación del análisis los bonos cupón-cero, igual que también me parece lógico excluir acciones que o bien no repartan dividendo o bien retribuyan al accionista mediante otras fórmulas de retribución como ampliaciones de capital o reducciones de nominal) y, por otro, el precio de venta del bono que me va a determinar la posible plusvalía o minusvalía generada como consecuencia de la confrontación entre el precio de compra y el precio de venta del título.
Normalmente, y sobre todo en inversiones que se realizan a plazos cortos, el porcentaje que del total de la retribución corresponde a la plusvalía no es tan elevado como en el caso de las acciones, especialmente si estamos operando en mercados de bonos desarrollados, donde no existe prácticamente ni riesgo del emisor ni riesgo de divisa, al menos muy pronunciado.
2) Rentabilidad de los Bonos
Si un bono se mantiene a vencimiento, es claro que la parte de plusvalía de la inversión no existiría ya que el inversor recibiría a vencimiento la misma cantidad que invirtió, por lo que la rentabilidad de su inversión en cada uno de los años ha venido dada por la retribución vía cupones y, en este caso, sí que la inversión en bonos cumpliría con el objetivo de representar una inversión en renta fija como intuitivamente supone cualquier inversor que se acerca a estos títulos.
Existe un supuesto en el que el mantener la inversión a vencimiento no garantiza la devolución del capital inicial invertido, que no es otro que el riesgo de quiebra del emisor (lo que en terminología anglosajona se denomina «default-risk»); en ese caso, el emisor no puede hacer frente al pago del título de deuda emitido (sea bono, obligación o sucedáneo) y el inversor no podrá recuperar su inversión inicial. La pérdida puede ser total (el emisor no paga nada de lo invertido) o tan solo parcial en el caso de que se pacte la devolución de parte del capital inicial.
Este caso es relativamente frecuente en empresas de nueva creación («starts-up») o con un elevado riesgo financiero u operativo (los llamados «high yield bunds» o el caso más extremo de los «junk bonds», que no son más que bonos de alto rendimiento o bonos basura, calificación recibida por las escasas garantías de solvencia financiera proporcionadas por el emisor, y en los últimos meses lo hemos experimentado con algunas compañías de internet o tecnológicas), pero también ocurre de vez en cuando en bonos de determinados Estados que por especiales dificultades financieras no pueden satisfacer sus emisiones de deuda (nos viene a la cabeza el caso de la deuda rusa del año 1998, en el que gran parte de las emisiones no fueron satisfechas por el Estado ruso).
Otra circunstancia que puede hacer que el inversor no reciba el mismo importe correspondiente a su inversión a vencimiento es una variación en la divisa en la que está denominada el bono desfavorable para los intereses del inversor.
En ese caso, aunque en términos nominales de la divisa de denominación del bono, el importe del reembolso a vencimiento sea el mismo, convertido a moneda local y como consecuencia de una depreciación de esa divisa, el inversor se puede encontrar que el valor real de su capital inicial invertido es mucho menor que con el que empezó.
Esta circunstancia ha sido relativamente frecuente en los últimos años en países emergentes, especialmente en emisiones a largo plazo, ya que algunas de sus divisas han sufrido serias depreciaciones frente a las principales divisas mundiales y las pérdidas en el conjunto de los años han sido muy significativas (los casos de Méjico y Brasil pueden ser ilustrativos a este respecto).
3) Rentabilidad sin llegar al vencimiento
Cuestión distinta con vistas a analizar la rentabilidad de la inversión en renta fija es que el inversor no mantenga el bono hasta vencimiento y lo venda antes del mismo, circunstancia bastante frecuente en bonos con duraciones largas.
Piénsese por ejemplo en un bono a 30 años americano (el título de renta fija más negociado del mundo con casi toda probabilidad) que el inversor hubiera de mantenerlo hasta vencimiento.
Si un bono no se mantiene hasta vencimiento y se decide venderlo antes, insistimos que circunstancia especialmente frecuente en las emisiones a largo plazo, una parte importante de la rentabilidad de la inversión, que será la determinada por la posible plusvalía generada en la operación, va a venir dada por el precio de venta del bono que va a depender exclusivamente de la evolución de los tipos de interés.
Por lo que respecta a la evolución de los tipos de interés en cuanto a la determinación del precio de un bono hemos de hacer las siguientes salvedades: – Estamos excluyendo el efecto de la divisa, variable que como ya hemos comentado va a tener una relevancia muy significativa en la rentabilidad de las operaciones, sobre todo en países emergentes.
– Los tipos de interés pueden verse alterados en mayor medida de lo que lo deberían hacer por la evolución del mercado en general, debido a que el riesgo de un bono en concreto (sea de un Gobierno o de una empresa, que suele ser más frecuente) puede aumentar y el mercado lo penalizaría con la exigencia de mayores diferenciales.
Es decir, que el precio del bono vendrá determinado por la evolución de los tipos de interés en el futuro, aunque estos tipos en nuestra inversión en concreto podrían verse alterados por los factores anteriormente mencionados.
Por lo tanto, si la evolución de los tipos es contraria a la evolución de los precios de los bonos (es decir, si los tipos suben) el inversor realizará una minusvalía en la venta del bono, por lo que podría perder dinero en el conjunto de su inversión, circunstancia no especialmente bien vista por un inversor que entra en renta fija con la idea de que nunca va a perder dinero en estas inversiones debido a que por eso se llaman de «renta fija».
Es claro en el sentido opuesto que si la evolución de los tipos de interés es favorable a los precios de los bonos, la rentabilidad del inversor será superior a la proporcionada exclusivamente por los cupones y en cualquier caso se situará por encima de sus estimaciones iniciales en el momento de la inversión.
Esta circunstancia de lo que significaría perder dinero en renta fija es una situación que como hemos dicho no está especialmente aceptada por el inversor medio y es algo que viene en gran medida derivado de la confusión entre lo que es un activo de renta fija y lo que es un activo del mercado monetario.
El carácter de inversión segura y defensiva en el que el principal está asegurado en términos nominales y la rentabilidad vía cupones u otras vías alternativas también corresponden a la inversión en activos monetarios, que tienen la consideración financiera de dinero.
La inversión en un fondo de dinero, en los llamados FIAMM (Fondos de Inversión en Activos del Mercado Monetario), sí que constituye una inversión segura y con rentabilidad garantizada. Es decir, que la inversión en activos monetarios es renta fija en el sentido más amplio de la palabra (es decir, como lo entendería una persona de la calle en cuanto a la imposibilidad de perder dinero), mientras que la renta fija en sí misma cumpliría estos requisitos en el caso de que la inversión se mantenga a vencimiento, la divisa se haya mantenido estable en el periodo de la inversión (circunstancia lógicamente que se produce en la inversión en bonos locales) y el emisor no tenga problemas de reembolso.