Normalmente una acción tiene la calificación de título de renta variable y así lo es, sobre todo en contraposición a lo que serían los bonos, también llamados títulos de renta fija. En este sentido, nos gustaría hacer aquí una precisión importante y que en muchos casos da lugar a equívocos.
Las acciones tienen dos formas básicas de retribución. Por un lado estarían los dividendos, que se entiende que son la retribución periódica que reciben los accionistas en virtud de su participación en la empresa, y por otro lado, estaría la posible plusvalía generada en el título como consecuencia de la diferencia entre el precio de venta y el precio de compra.
Como se puede apreciar, los elementos de retribución de las acciones siempre se considerarán de renta variable, es decir, que el accionista, a la hora de invertir en un determinado valor, no sabe cuál va a ser su retribución total futura, especialmente si realiza la inversión con vistas en el medio plazo.
Hay que decir también que normalmente, sobre todo si la inversión se hace con un horizonte temporal dilatado, y aunque depende del resultado de la misma y del tipo de acción en la que estemos invirtiendo, el porcentaje que del total de retribución corresponde a la posible plusvalía es muy elevado, por lo que habrá que prestar especial atención a este concepto.
Es más, se puede afirmar que la gran mayoría de los inversores van buscando esta fuente de rentabilidad y que el dividendo (salvo casos excepcionales de acciones que tienen una configuración más cercana a la renta fija donde el dividendo es muy importante, como puede ser el caso de las autopistas o en menor medida de las eléctricas), no deja de ser un complemento a la retribución total del accionista.