Invertir en los mercados financieros supone aceptar las reglas de un juego consistente en tratar de adivinar no cuál es el verdadero valor de un titulo, sino cuál va a ser el consenso de estimaciones del verdadero valor por parte de todos los jugadores.
1) El Precio del Titulo
Como decía Keynes, la Bolsa es como un concurso de belleza, que no gana la mas guapa, sino la que mas votos tiene.
Es decir, no ganará aquel que mirando el cielo sea capaz de predecir qué tiempo hará mañana, sino el que acierte qué pensará mañana una mayoría sobre el tiempo que hará pasado mañana.
2) Estrategias
En este juego adivinatorio hay tres estrategias posibles:
* aprender meteorología, suscribirse a los servicios de información del Instituto Meteorológico y tratar de interpretar los mapas del Meteosat, con la esperanza de que nuestro conocimiento técnico e información superiores nos proporcione una ventaja considerable sobre los menos informados.
* hablar con el resto de los jugadores y observar sus reacciones presentes y pasadas, pensando que, al fin y al cabo, el éxito no depende tanto de un conocimiento exhaustivo de los meteoros como de la familiaridad con la naturaleza humana, y que la manera en la que los jugadores han asimilado las situaciones cambiantes en el pasado tenderá a repetirse,
* confiar en una supuesta intuición, rayana en la paranormalidad, que reviste al jugador de una superioridad metafísica.
Para la tercera estrategia no hace falta mucha formación, tan sólo una capacidad sobrenatural que muchos inversores creen tener, pero que de verdad pocos privilegiados poseen.
Son las dos primeras, de contenido analítico claro, las que han aglutinado las dos escuelas de pensamiento que prevalecen en la aproximación a los mercados:
1.- El análisis técnico («los psicólogos»)
2.- El análisis fundamental («los meteorólogos»).
Así pues, el análisis fundamental aplicado a los mercados bursátiles no es sino la disección e interpretación del estado y la evolución de los elementos macro y microeconómicos que afecten a una empresa determinada con el fin de establecer el valor real de su acción.
3) Aproximación al análisis fundamental
Hay dos tipos de aproximación al análisis fundamental.
La primera de ellas pone énfasis en los elementos macroeconómicos que afectan a la acción, por lo que aborda el problema de la valoración desde lo general a lo particular; de ahí su nombre: «top-down» (de arriba a abajo).
La segunda, sin embargo, adopta el punto de vista opuesto, fijándose en aquellos aspectos inherentes a la propia empresa que pueden influenciar la valoración. En efecto, es el análisis «bottom-up» (de abajo a arriba).
Los seguidores del «top-down» defienden que, a fin de cuentas, el mercado bursátil no es sino un reflejo del pulso económico global y que es evidente que si la economía crece, crecerá el beneficio de las empresas, lo cual tendrá reflejo inmediato en las cotizaciones.
También postulan que un análisis pormenorizado de cada empresa resulta caro (basta un analista macroeconómico frente a la usual estructura de un analista por sector) y básicamente estéril, pues muy buenas tienen que ser las características particulares de una empresa como para substraerse a la dirección general del mercado.
Por su lado, los partidarios del «bottom-up» consideran que el coste suplementario del análisis microeconómico está perfectamente justificado, ya que es en la identificación de los elementos de fortaleza y debilidad de cada acción donde está el valor añadido.
4) «top-down» o «bottom-up»
¿Qué aproximación está más justificada? Ambas lo están. Veamos por qué.
Una acción puede tratarse como otro instrumento financiero cualquiera. Eso quiere decir que no pagaríamos por él más de el valor actualizado de los rendimientos futuros.
Así pues, deberemos calibrar correctamente las variables que afecten a los resultados futuros de la empresa, por un lado, y las que determinen el tipo de interés al que descontamos al presente esos beneficios futuros, por otra. Las primeras tienen que ver sobre todo con la fortaleza estructural y estratégica de la empresa, las especificidades del sector en el que se mueve y las perspectivas de crecimiento de la economía global; las segundas con las expectativas de inflación y la prima de riesgo correspondiente a la empresa.
Vemos que, como de costumbre, la virtud está en el medio, y que es temerario prescindir de elementos de juicio que aportan valor analítico. Trataremos, pues, de cubrir las nociones básicas de ambas aproximaciones, y quedará al arbitrio del lector el inclinarse hacia una u otra.