Si bien es imposible de volver el tiempo atrás, imaginemos por un momento que la pandemia no existió. Resulta un buen ejercicio para la memoria recordar el primer mes y medio del año, días en los que los mercados prestaban atención a cuestiones que poco tienen que ver con las actuales.
Por caso, apenas iniciado enero, Estados Unidos ejecutó al general Suleimani, una alta autoridad militar iraní, lo cual mereció una respuesta de similar tenor, aunque edulcorada, por parte del país persa. El petróleo se disparó al que terminaría siendo el máximo del año, en 55 dólares. Si bien era esperable una venganza más importante para más adelante, esta finalmente no llegó.
El 15 de enero, Estados Unidos y China firmaron un acuerdo “fase uno” -nadie pensaba que la palabra “fase” estaría en el vocabulario de todos poco tiempo después. Esa fase uno determinó que ambas potencias no volverían a sancionarse en términos comerciales, aunque sin eliminar las sanciones de ese momento, que aún se mantienen. Estas consisten, esencialmente, en aranceles a las importaciones de ambos países.
El 31 de enero se oficializó la salida de Reino Unido de la Unión Europea, y se abrió un plazo hasta el 31 de diciembre a modo de transición. En Londres, muchos festejaron hasta muy tarde la salida. Sería la última gran manifestación del año.
El presidente Trump ni se preocupaba por las elecciones. Aparecían lejanas y absolutamente ganadas de antemano. Desde el partido Demócrata ni siquiera se preocupaban demasiado en buscar un buen candidato, y ninguno de los posibles presidenciables quería someterse a la humillación de perder por una diferencia abismal. Estados Unidos exhibía, con orgullo, su mejor momento económico en una década, con una tasa de desempleo en mínimos de 60 años, las ventas minoristas volando, el PBI creciendo parejo, y la inflación bajo control
La Fed sí había cambiado su discurso de un año antes. El presidente Powell había afirmado, a mediados de 2018, que en 2019 elevaría la tasa de interés en al menos tres oportunidades. Terminó recortando la misma igual cantidad de veces, ante la ralentización de la economía global, producto de la guerra comercial antes mencionada. Pero lejos estaba de pensar que volvería a tasa cero apenas unos meses después.
Huelga hurgar sobre lo sucedido. El final de 2020 encuentra al dólar pidiendo que por favor termine el año. Abrió enero a 1.1200 ante el euro, y termina bien por encima de 1.2000, con una perspectiva por ahora bajista para el billete. La libra esterlina, en cambio, no ganó tanto. Inició el año en 1.3100 y lo termina en la zona de 1.3500, pero con el escabroso y aún pendiente proceso del Brexit en marcha. El yen, que cayó debajo de 112 antes de la pandemia (la impresión que da es que las noticias del virus llegaron antes a algunos bancos que al resto del mundo), rozó 100 en plena crisis, para terminar el año con una fuerte ganancia, en la zona de 104.
Y así se podrían enumerar prácticamente todos los activos, que cayeron fuerte en marzo, pero que lograron recuperarse hasta alcanzar máximos de varios años. Y todo tuvo que ver con la enorme emisión de dólares, que sigue creciendo, y que alimenta no solo a los rivales del dólar, sino que engorda acciones sin sustento.
Lo que viene no diferirá mucho de lo que hemos visto en estos días. Un dólar débil, tal vez con mayor espacio aún para seguir perdiendo posiciones, en la medida en que la economía vaya mejorando (o eso es lo que se espera con las vacunas), y los inversores sigan buscando inversiones más riesgosas.
Para este miércoles, con la agenda de noticias vacía, la aprobación del Brexit a ambos lados del Canal de la Mancha es lo que estará presente en el ánimo de los inversores, y la evolución de la pandemia, que si algo bueno deja, es saber que cada día es un día menos para se termine.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, nos vemos el jueves.
Adrián Aquaro
Trader College