El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, no es economista y su política de hablar con claridad lo aleja de las dicotomías en plan «por un lado, por otro lado», pero sus últimos mensajes han sido claramente dispares.
La semana pasada, Powell proporcionaba un golpe de realidad de los mercados asegurando que la recuperación probablemente será gradual y podría postergarse hasta el próximo año. Los mercados se desplomaron inmediatamente después.
Luego, el domingo, en el programa «60 Minutos» de la CBS, se trasformó en una animadora, diciendo que nadie debería apostar contra la economía estadounidense. «Lo superaremos», dijo. A los mercados les gustó mucho más esta versión de los mensajes de Powell.
En su comparecencia ante el Congreso de este martes, intervino varias veces para diferir con el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, que quiere reanudar la normalidad rápidamente para evitar daños permanentes a la economía, incluso cuando Powell advirtió de que la gente debía sentirse segura antes de regresar al trabajo. Pero eso fue tras señalar en la CBS que no se debe permitir que las habilidades laborales se atrofien demasiado tiempo —básicamente coincidiendo con Mnuchin.
Imagen confusa para los inversores
Las actas de la reunión del Comité Federal de Mercado Abierto de finales de abril publicadas el miércoles muestran que Powell estaba siguiendo la estela de esa discusión. La conclusión es que los responsables de la política monetaria no tienen ni idea de lo que sucederá durante la crisis económica sin precedentes provocada por la pandemia del coronavirus y los esfuerzos para mitigar su impacto.
Los economistas de entre el personal presentaron un escenario de referencia bastante optimista en la reunión de abril, en el que la recuperación comienza ya en el segundo semestre, aunque no se completará antes de fin de año. Pero también vislumbran un escenario más pesimista, incluida una segunda oleada de infecciones a finales de este año, provocando nuevas caídas del PIB y un desempleo aún mayor el próximo año.
«A la luz de la importante incertidumbre y los riesgos a la baja asociados con la evolución del brote del coronavirus, cuánto se debilitará la economía y cuánto tiempo tardará en recuperarse», seguían las actas con tono sombrío, «el personal ha concluido que una proyección más pesimista no es menos plausible que las previsiones de referencia».
Vaya por Dios. En otras palabras, “¿quién diablos lo sabe?”
En el áspero y turbulento mundo de la política partidista, el debate sobre el impacto del COVID-19 divide a las facciones rojas y azules en Washington y entre los estados. Los de rojo quieren reabrir, dejar que la gente vuelva al trabajo y confiar en que la infección remitirá o en que se dará la llamada inmunidad de rebaño, siempre y cuando el peligro de los desbordamientos de los centros de salud haya pasado. Los de azul quieren proceder con más cautela, levantando gradualmente las restricciones de confinamiento, siguiendo con las mascarillas puestas y manteniendo el distanciamiento social.
Como era de esperar, los republicanos dicen que los demócratas quieren retrasar la recuperación para sabotear las esperanzas de reelección del presidente Donald Trump en noviembre, y los demócratas dicen que los republicanos quieren librarse insensiblemente de las medidas de precaución para impulsar las posibilidades de Trump.
En este entorno, los indicios de Powell de que probablemente será necesario un mayor gasto del Gobierno no están recibiendo mucho apoyo. Los demócratas, de milagro, consiguieron la aprobación de un paquete de recuperación de 3 billones de dólares en la Cámara de Representantes, mientras que los republicanos quieren esperar a ver cómo van las cosas antes de apropiarse de más fondos de estímulo.
La Administración se sigue aferrando a la noción de una recesión en forma de V, un fuerte descenso seguido de un rápido repunte, mientras que otros esperan un “swoop”, una fuerte caída seguida de una recuperación más gradual.
Las declaraciones oficiales de ambas partes, como las propias actas del FOMC, dejan una imagen confusa para los inversores. En la montaña rusa de los mercados, las comparecencias del martes de Mnuchin y Powell, por no hablar de las actas del FOMC, de hace tres semanas, se pierden en el frenesí de las esperanzas en torno a las posibles vacunas y el aumento del impulso para la reapertura, por no hablar de los positivos informes de resultados.
Por su parte, como afirman las actas, la Fed se ceñirá a sus tipos de interés sin límite y a las compras de bonos el tiempo que sea necesario. Los responsables de la política monetaria consideraron en abril que no era el momento de proporcionar una orientación a futuro sobre cuánto o cuánto tiempo durarán estas políticas, y debatieron si las directrices eventuales deberían especificar una fecha o atenerse a un nivel de rendimiento económico.
La inflación es lo último que preocupa a los miembros del FOMC. «El efecto general del brote en los precios se ha considerado desinflacionario», rezan las actas.
«Además, el fortalecimiento del dólar y la caída de los precios del petróleo han sido factores susceptibles de ejercer presión a la baja sobre la inflación, y las medidas de compensación de inflación basadas en el mercado se han mantenido en niveles muy bajos».
Volver a hacer subir la tasa de inflación hacia el objetivo del 2% se ha desvanecido aún más, aunque los participantes tenían la esperanza de que toda esta adaptación ayudaría a largo plazo. Los tipos negativas siguen siendo un anatema en el banco central de Estados Unidos.
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