Hay que remontarse a los primeros años del siglo para encontrar un personaje que acapare la atención de los mercados y maneje su ánimo a gusto. El expresidente de la Fed Alan Greenspan tenía esa facultad. Cada vez que hablaba Greenspan, el mundo financiero se detenía, y sus palabras eran una sentencia. Su estrella se fue apagando de a poco, y muchos atribuyen a la política monetaria de sus últimos años de presidencia como la causa principal del colapso de septiembre de 2008.
El presidente Donald Trump, por motivos distintos, también tiene ese raro privilegio. La diferencia es que este último es absolutamente imprevisible, y sus decisiones parecen a veces llevadas por sentimientos y no por un análisis serio.
Tal es el caso de lo ocurrido el miércoles. Desde que el 2 de abril anunció la implementación de aranceles a prácticamente todos los países del mundo, los mercados se movieron bajo las palabras de Trump. La decisión de poner en pausa los aranceles de varias docenas de países por 90 días hizo virar el sentimiento de incertidumbre y pánico al de euforia, solo en segundos. Y quienes cambian esos sentimientos no son niños inocentes precisamente.
Como contrapartida, Trump anunció aranceles del 125% a las importaciones chinas, los cuales rigen desde la víspera. Pero nadie parece tomar muy en serio este aviso, o al menos la euforia por el “perdón” al resto del mundo pudo más en el humor de los operadores.
La escalada en la guerra comercial entre las dos primeras potencias globales parece interminable, y amenaza con hundir en la recesión a más de medio mundo. Si Estados Unidos mantiene esta política, China sentirá el impacto y, por caso, los países productores de materias primas lo sentirán doblemente. A la vez, miles de estadounidenses pagarán el doble por lo mismo, con el consiguiente golpe inflacionario.
Wall Street festejó como pocas veces. Los índices pasaron de atravesar su peor día en 5 años a su mejor día en 5 años. Uno detrás de otro. Los índices, a punto de caer al abismo, vuelven a apuntar alto, y tienen, al menos en el corto plazo, objetivo en un gap que dejaron la semana pasada.
El Dólar se mueve frenéticamente al compás de estos desaguisados, que si no fueran dramáticos por las consecuencias que tendrán en el mundo, podrían causar gracia. Las monedas principales se mueven como si fueran las divisas de países subdesarrollados en plena crisis política.
El Euro, moneda insignia, sube y baja 200 a 300 puntos diarios, sin una tendencia clara, creciendo sin mérito propio alguno por parte de la Eurozona, y sí por la debilidad del dólar, al menos en el par que las une.
La Libra esterlina, algo más estable, apunta a la baja, y creemos que, al igual que el euro, no tiene mucho por ganar próximamente. El par EUR/GBP, útil para comprender la diferencia de comportamiento de ambas monedas ante el dólar, creció más de 300 puntos en pocas horas, para retroceder (cuando no) desde una resistencia establecida por una medición de Fibonacci invertido en el gráfico de 4 horas.
El Yen cayó más de 350 puntos en minutos ante las novedades de Trump. Antes, había llegado a un nuevo máximo anual en 143.98. No extrañará ver al par USD/JPY en 151.00 próximamente.
La onza de Oro, que salvó su tendencia alcista el martes debajo de 2900 dólares, se acerca a los 3100 dólares, después de ganar más de 100 en pocas horas.
Con semejante panorama, hacer un pronóstico que exceda las 3 o 4 horas parece descabellado. Sobre todo cuando el futuro de la economía mundial está en manos de una sola persona, y esa persona es Trump.
En medio de todo, tenemos este jueves una agenda interesante. Los datos de inflación de marzo reflejarán la fuerte caída de la energía, tanto en el petróleo como en el gas, y probablemente el costo de vida quede en el 2.5% interanual. La medición subyacente puede rozar el 3%, lejos de los objetivos de la Fed.
Es la misma Fed que deberá decidir, desde ahora, si prioriza el combate a la inflación que inevitablemente crecerá con los aranceles, aumentando la tasa, y si le da crédito al crecimiento de la economía ante la recesión que parece avecinarse, bajando la misma. Después de 8 años de mandato, Powell se encuentra ante un dilema de improbable resolución.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, nos vemos el viernes.