Llegó el día más importante de la semana, con los datos de inflación de Estados Unidos de julio por delante. A las 8:30 del este se conocerá esta cifra, que naturalmente generará un fuerte impacto en los mercados.
La medición se divide en un índice general, que incluye todas las variables de la economía, y la inflación subyacente, que excluye alimentos y energía, las dos variables más volátiles. Precisamente, sobre estos costos de energía es que el mercado centra mayores expectativas.
Como es sabido, desde mediados de 2021 la demanda de bienes y servicios comenzó a crecer en forma exponencial, conforme la pandemia fue perdiendo fuerza. La situación de exacerbó más aún con el inicio de la guerra en Ucrania, llegando el petróleo y el gas a máximos de 15 años con diferencia de pocos días.
Si bien la guerra lamentablemente continúa, ambas materias primas han perdido momento desde sus máximos, lo cual se acentuó en las últimas semanas, ante la entrada en recesión de Estados Unidos, y la caída en la actividad en China y otros países de gran peso como Rusia. Todo esto, en conjunto, lleva a pensar que la medición interanual del índice general quedará bastante por debajo del 9.1% publicado en junio.
Sin embargo, la medición que preocupa es la subyacente, dado que las variables mencionadas no atañen solo a Estados Unidos, sino a todas las latitudes, y hay cuestiones (como una guerra o una pandemia, por nombrar los casos más relevantes en los últimos tiempos) que están lejos del alcance de los bancos centrales.
La Reserva Federal ha intentado en varias oportunidades este año combatir la inflación con alzas de tipos de interés, primero más modestas, y luego más fuertes, llegando al 0.75% en dos oportunidades, y prometiendo un alza similar en septiembre, fecha de su próxima reunión.
Es claro que bajar la inflación con este tipo de medidas lleva tiempo, y recién en los próximos meses podrían verse algunos resultados más concretos. Pero lo que el mercado espera es que, al menos no siga subiendo al ritmo que lo venía haciendo. La inflación subyacente interanual se situó en junio en el 5.9%, y podría crecer al 6.1/6.2% en julio.
Con este escenario, son múltiples los efectos que el informe puede tener sobre el dólar. El billete no logró consolidar ganancias importantes luego del gran dato de empleos de julio, con una creación del doble de nóminas sobre lo esperado, y una baja a niveles casi históricos de la tasa de desempleo. Ello permite pensar, en principio, que no tiene tanto terreno por ganar en la medición del costo de vida de este miércoles.
Si los datos quedan como se pronostican (alza leve de la inflación subyacente y una baja importante de la medición general) el dólar podría ceder en buena medida, ante la presunción de que la Fed dejará de estar presionada por ajustar su política monetaria más allá de septiembre (atendiendo además que técnicamente la economía se encuentra en recesión, algo que nadie parece tomar demasiado en serio). Por el contrario, si la inflación sigue creciendo, y más aún por encima de los pronósticos, el efecto será inmediato y favorable al dólar, con una baja sustancial de las acciones, y de las materias primas.
La quietud del mercado en las últimas 24 horas borra cualquier pista de corto plazo. Lo conveniente, en estos casos, es esperar a que las tendencias de estabilicen, dado que los movimientos serán bruscos y difíciles de predecir.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, nos vemos el jueves.
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