A primera vista, puede parecer que las decisiones financieras se basen exclusivamente en el pensamiento racional. Nada más lejos de la realidad: las emociones juegan un papel clave en la inversión, y pueden resultar perjudiciales o beneficiosas en función de la inteligencia emocional del ahorrador o inversor.
Sin embargo, aplicar la inteligencia emocional a las finanzas también requiere pasar por un proceso de aprendizaje. En ese sentido, el asesoramiento financiero puede desarrollar un papel clave a la hora de desarrollar esta competencia.
De hecho, en los últimos años ha aumentado la demanda de la figura del asesor financiero —el Family Banker como lo llaman en entidades como Banco Mediolanum—. Un profesional que acompaña a los inversores en la gestión de sus finanzas prestando atención a sus necesidades y también ayudándole a gestionar sus emociones. A continuación, analizamos cómo influye la inteligencia emocional en las emociones, y cómo el asesoramiento financiero puede ayudar a potenciarla.
Cómo influyen las emociones en la inversión
Aunque la economía pueda parecer una ciencia basada en la toma racional de decisiones, es imprescindible tener en cuenta que se trata de una ciencia social. Eso significa que las creencias y emociones desempeñan un papel clave en la actividad humana, y las decisiones financieras no son una excepción.
La explicación es sencilla: ante situaciones tensas que requieran decisiones difíciles, es fácil que la mente se comporte de forma emocional o instintiva y tome decisiones impulsivas e inadecuadas. Ese no es el único sesgo que puede influir en las inversiones: creencias instintivas como el sesgo doméstico pueden empujar a invertir en valores cercanos a nosotros por mera sensación de comodidad. En ese sentido, aunque las reacciones emocionales cumplen una función de protección, es importante aprender a dominarlas para seguir estrategias adecuadas de inversión.
La inteligencia emocional como herramienta para invertir
Es ahí donde entra en juego la inteligencia emocional. Esta competencia básica puede ayudarnos a evitar errores graves a la hora de invertir, reconociendo los sesgos psicológicos que nos influyen y contribuyendo a controlar nuestras emociones.
La inteligencia emocional es una herramienta fundamental a la hora de controlar las corazonadas y los impulsos irracionales. Analizando nuestras propias emociones y reacciones, podemos mantener bajo control nuestro comportamiento y mantener una actitud relajada y estable en todos los aspectos de nuestra vida, incluida la inversión financiera.
El asesor financiero, un aliado de confianza
A pesar de lo anterior, es fundamental recordar que la inteligencia emocional es una habilidad social, y por ese motivo se desarrolla mejor con ayuda. En ese sentido, la figura del asesor financiero profesional puede ayudarnos a potenciarla y a detectar actitudes como el temor o la euforia. Un buen asesor financiero no sólo nos sugiere estrategias de inversión: debe conocer nuestros sesgos, necesidades y prioridades para identificar cuándo nos estamos dejando llevar.
No obstante, para que un asesor financiero pueda acompañar al inversor en la toma de decisiones, la confianza es un factor imprescindible. Es precisamente por ese motivo por el que cada vez más bancos cuentan con figuras como el Family Banker: asesores de trato cercano que establecen una relación de confianza con el cliente y conectan con sus valores. Aportando su experiencia a la toma de decisiones, los asesores financieros emplean la inteligencia emocional para conducir al inversor a adoptar estrategias seguras que se correspondan con sus preferencias y necesidades.