Desde que la pandemia estallara en marzo de 2020, las reservas de viajes se desplomaron al ir imponiéndose las medidas de confinamiento. Y a medida que cada nueva ola de COVID parecía desvanecerse, la confianza en el sector comenzó a recuperarse. Pero con cada nueva variante del virus los inversores han visto muchos falsos nuevos comienzos del maltrecho sector. Este año no ha sido diferente.
Justo cuando el repunte de los viajes aéreos se afianzaba tras la rápida propagación de la variante Ómicron el pasado invierno, el aumento de los costes del combustible parece ahora frenar de nuevo las perspectivas de crecimiento del sector. Como resultado, el ETF U.S. Global Jets registró una pérdida del 13% durante el mes pasado. El miércoles cerró en 20,35 dólares.
Ante las crecientes restricciones energéticas a escala mundial debido a la invasión rusa de Ucrania, las aerolíneas proyectan ahora que el combustible para aviones costará entre 2,80 y 3 dólares el galón este trimestre, frente a las estimaciones anteriores que hablaban de unos 2,50 dólares.
Estas cifras podrían hacer fracasar los esfuerzos por recuperar la rentabilidad de la mayoría de las aerolíneas estadounidenses, que intentan recuperarse del colapso de los viajes observado durante la pandemia de coronavirus.
Sin embargo, los ejecutivos de las aerolíneas siguen siendo optimistas. Esta semana han dicho a los inversores que la demanda de viajes está repuntando rápidamente y que la perspectiva de trasladar las presiones inflacionarias al consumidor final probablemente asegurará la rentabilidad de cara a los próximos trimestres.
Recortes de capacidad
Varias de las mayores compañías aéreas, como United Airlines y American Airlines, han revisado a la baja sus previsiones de capacidad de plazas para el primer trimestre. Es una medida que les ayudará a conseguir precios de billetes más caros.
La capacidad del primer trimestre de United será un 19% inferior a los niveles de 2019. Para Southwest Airlines, esta métrica caerá hasta un 10% frente al mismo trimestre de 2019, mientras que Delta volará con alrededor de un 17% menos de capacidad este trimestre que en 2019.
United prevé una «demanda de ocio sin precedentes», según Andrew Nocella, director comercial de la aerolínea, que añade en un informe de Bloomberg:
«La gente quiere volver a salir. Los viajes de negocios están en auge, aunque todavía tenemos un largo camino por delante».
Sin embargo, estas tendencias alentadoras del tráfico aéreo no pueden ocultar que las acciones de las aerolíneas llevan varios años siendo una mala inversión. Por ejemplo, el ETF JETS ha bajado un 27,2% en los últimos cinco años, durante los cuales el S&P 500 ha subido un 82,7%.
Además, aunque el tráfico de ocio siga repuntando, hay pocas posibilidades de que el segmento de viajes de negocios —el más rentable para las aerolíneas— vuelva a los niveles anteriores a la crisis.
Por estas razones, los analistas no están entusiasmados con las acciones de las aerolíneas. Seaport Research, al tiempo que rebaja la calificación de American Airlines de comprar a neutral, ha dicho en una nota:
«El caos del mercado energético ligado a la guerra entre Rusia y Ucrania y una dinámica de oferta/demanda mal calibrada para la nueva estructura de costes del sector nos llevan a capitular ante las historias de balance más débiles”.
Bank of America ha asegurado que la demanda de viajes debería superar a la oferta, en particular durante las horas punta de ocio, pero que no creará suficiente poder de fijación de precios para que las aerolíneas compensen el aumento de los costes del combustible.
La próxima etapa de crecimiento de las aerolíneas, que dependerá de los viajes de negocios, sigue enfrentándose a una serie de incertidumbres, como la forma de las posibles nuevas variantes de COVID y la escalada de los riesgos geopolíticos. Además, es poco probable que las empresas reanuden los viajes de sus trabajadores cuando la inflación está aumentando y los directivos buscan reducir costes.
Conclusión
A pesar del repunte de los viajes aéreos, las acciones de las aerolíneas no constituyen un argumento de inversión convincente para los inversores a largo plazo. Estas compañías siguen enfrentándose a numerosos retos, como el aumento de los costes del combustible, un entorno competitivo despiadado y la posible aparición de nuevas variantes del coronavirus.
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