Las nuevas variantes del Covid-19, los problemas de desabastecimiento, el aumento de los precios de la energía y de las materias primas… Los mercados han estado marcados en 2021 por un sinfín de factores. Pero, ¿qué podemos esperar (o que esperamos ya) de 2022?
De agosto a esta parte, los precios han sufrido una fuerte subida en la mayoría de los países, debido al fuerte aumento de la demanda que ha traído la relajación de las restricciones para frenar la pandemia, a lo que se suma un fuerte aumento en los precios de la energía y serios problemas de desabastecimiento. De hecho, estos factores han hecho que la inflación se dispare a máximos de una década o más en muchos casos. Sin ir más lejos, en EE.UU. la inflación se encuentra en máximos de 40 años, mientras que en la eurozona la inflación se sitúa en un máximo de 30 años. En este escenario, la irrupción de los bancos centrales era obligada.
Hasta la fecha, los primeros bancos centrales del G10 en subir los tipos de interés han sido el Norges Bank y el Banco de la Reserva de Nueva Zelanda, seguidos por el Banco de Inglaterra, que aumentó sorpresivamente en su reunión de diciembre su tipo de interés en 15 puntos básicos, hasta el 0.25%. Por su parte, la Reserva Federal también ha comenzado el ciclo de endurecimiento de su política monetaria y, en su última reunión, ha anunciado que su programa de compra de bonos terminaría a más tardar en marzo de este año, aparte de adelantar hasta tres subidas de tipos durante el 2022.
También en su reunión de diciembre, el Banco Central Europeo ha anunciado que el ritmo de las compras de activos en el marco del Programa de Compras de Emergencia frente a la Pandemia (PEPP, por sus siglas en inglés) disminuirá el año que viene, antes de la expiración del programa a finales de marzo. Sin embargo, para evitar lo que la presidenta Lagarde describió como una «transición brutal» durante la rueda de prensa, los responsables de la política monetaria decidieron aumentar las compras de activos «tradicionales» en el marco del APP (de 20.000 millones de euros al mes a 40.000 millones de euros en el segundo trimestre) y reducirlas a 30.000 millones de euros en el tercer trimestre antes de volver a los 20.000 millones de euros en octubre.
En vista de este panorama, es previsible que el endurecimiento de la política monetaria en el Reino Unido continúe en 2022, siendo probable además que los tipos suban a niveles prepandémicos o incluso más altos antes de que finalice el nuevo año. Todo ello, en tanto que el Banco de Inglaterra se prepara para ser uno de los bancos centrales más agresivos de entre los del G10 en 2022, debería respaldar a la libra esterlina en el futuro.
Asimismo, el aumento de las expectativas de subidas de los tipos de interés de la Reserva Federal ha venido proporcionando al dólar estadounidense un fuerte apoyo desde mediados de 2021. El dólar terminó el año pasado como la divisa con mejor rendimiento del G10 y todo parece apuntar a que la primera subida de tipos tendrá lugar en mayo, a más tardar, y que le seguirán dos o tres en 2022.
Por lo que respecta al BCE y a su plan para reducir aún más las compras en la segunda mitad de 2022 (se limitará a sólo 20.000 millones de euros a partir de octubre en el marco de la APP), hay que decir que se sitúan en el lado más agresivo de las expectativas del mercado. Todo ello, unido a una posible subida de la inflación, hace prever que la autoridad monetaria europea no esperará más allá de 2023 para empezar a subir los tipos de interés.
En suma, lo que se espera del mercado de divisas en 2022 es una tendencia al alza en el EUR/USD durante todo el año, que podría llevar su cotización a finales del ejercicio al nivel de 1,19. Asimismo, es previsible una apreciación de las divisas de los países emergentes a lo largo de todo el año, especialmente las de aquellos países que están llevando a cabo agresivas subidas de los tipos de interés, como ocurre en la mayoría de las principales divisas de Europa Central y del Este. Al hilo de esta tendencia, las divisas del G10 tradicionalmente correlacionadas con los activos de riesgo (corona sueca y noruega, dólar australiano, neozelandés y canadiense, entre otras) se comportarían mejor que las divisas refugio, como el yen japonés o franco suizo.
No habrá que perder de vista tampoco la deriva alcista de precios, sobre todo si persiste durante más tiempo y los bancos centrales siguen subestimando este factor. No olvidemos que el BCE todavía no ha retirado la palabra “transitoria” para referirse a la inflación. Si estamos en lo cierto y los altos precios persisten, ello debería llevar a los bancos centrales a acelerar el ritmo de las subidas de los tipos de interés.