La divergencia entre la energía y los metales preciosos se acentuará esta semana, ya que los alcistas del petróleo prevén precios cada vez más elevados debido a la crisis energética mundial, mientras que el oro podría verse lastrado aún más por los planes de tapering de la Reserva Federal.
La Casa Blanca dijo el viernes de que levantará las restricciones por COVID a los ciudadanos extranjeros totalmente vacunados a partir del 8 de noviembre, impulsando la demanda potencial de combustible para aviones. Incluso antes de eso, la Agencia Internacional de la Energía ya había estimado una diminución de al menos 500.000 barriles al día de la oferta mundial de petróleo frente a la demanda para finales de año.
Los precios del crudo ya operan de forma prácticamente unidireccional después de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados (OPEP+) decidieran hace dos semanas no aumentar la producción en más de 400.000 barriles al día, a pesar de que se prevé una demanda mucho mayor ante la rápida reactivación de la economía mundial tras las medidas de confinamientos del COVID.
Aunque el levantamiento de las restricciones a los viajes a Estados Unidos previsto por la Casa Blanca y la mejora de las estimaciones de demanda mundial por parte de la AIE tienen ciertamente el poder de impulsar los precios, el petróleo también se ha disparado este mes a causa de poco más que el anuncio original de la OPEP+, que se ha reciclado en una historia alcista de muchas caras, especialmente con las reservas en mínimos de varios años.
Desde los cuentos sobre la «prima por escasez» en la estructura de los futuros del crudo Brent, hasta las estimaciones de 90 dólares en el caso del Brent tanto por parte de Goldman Sachs como de Morgan Stanley, el mercado había sido incitado a niveles aún más altos bajo la premisa de una demanda explosiva de movilidad y calefacción en los próximos meses, a medida que se acerca el invierno en el hemisferio norte.
Ningún dato negativo ha hecho mella en el repunte del petróleo de estas últimas semanas, incluidos tres aumentos semanales consecutivos de las reservas de crudo de Estados Unidos que han añadido unos 13 millones de barriles en total.
Tampoco ha importado el aumento de 800.000 barriles al día de las estimaciones de producción de Estados Unidos por parte de la Administración de Información Energética durante las últimas tres semanas, ya que la producción total prevista se mantiene en 11,4 millones al día, es decir, 1,7 millones por debajo del pico registrado antes de la pandemia en 13,1 millones.
En cambio, la escasez de suministro de carbón en Asia ha acaparado la atención de los inversores, con una subida del 9% de los futuros del carbón de Hong Kong el lunes, que ha repercutido en los precios del crudo, ya que China, el resto del norte de Asia y Europa compiten por el escaso suministro de energía.
El Brent, petróleo de referencia mundial que se negocia en Londres, registró máximos al comenzar la semana en 86,03 dólares, alcanzando unos máximos de tres años que apenas sorprendieron a algunos analistas ya desensibilizados ante la tendencia unidireccional de la energía.
El crudo del West Texas Intermediate, de referencia para el crudo estadounidense, alcanzó nuevos máximos de siete años en 83,11 dólares.
Jeffrey Halley, director de investigación en Asia de OANDA, explica: «El crudo Brent debería fijar ahora su objetivo en los máximos de octubre de 2019 registrados en 86,80 dólares y en los 90 dólares por barril, con el nivel de soporte en 84,25 dólares y 82,00 dólares por barril».
«El WTI tiene ahora un nivel de resistencia significativo hasta la región de los 89 dólares, aunque espero que aparezcan algunos vendedores por encima de los 86 dólares por barril inicialmente. Sólo una caída más allá de los 82 dólares por barril cambiaría las perspectivas alcistas».
Incluso las liberaciones de crudo de la Reserva Estratégica de Petróleo de China y Estados Unidos «no proporcionarían más que un alivio temporal» de los precios en un mercado sobrecomprado según todos los indicadores técnicos, explica Halley.
En el caso del oro, es probable que ocurra casi todo lo contrario.
Se prevé que los precios del metal precioso sufran un mayor debilitamiento tras el breve giro de la semana pasada que lo llevó a superar los 1.800 dólares, para luego desplomarse en 24 horas.
El Libro Beige de la Reserva Federal, que se publicará el miércoles, podría consolidar las expectativas de reducción de la compra mensual de bonos y otros activos por parte del banco central, que asciende actualmente a 120.000 millones de dólares. Las actas de la reunión de septiembre de la Fed publicadas la semana pasada indicaron que es muy posible un anuncio en noviembre y que la reducción de las compras podría comenzar ese mismo mes.
Estados Unidos publica este lunes sus datos de producción industrial, seguidos de los informes de licencias de obra y promociones de vivienda el martes.
Es probable que la producción industrial se vea lastrada por los problemas de la cadena de suministro, pero se espera que los datos de vivienda sigan siendo sólidos, ya que el reciente aumento de las solicitudes de hipotecas apunta a un nuevo repunte de la actividad tras una ligera desaceleración durante la primavera y el verano.
«El aumento del rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense será un obstáculo para la subida del oro, sobre todo si se traduce en un fortalecimiento del dólar», dice Halley.
«En general, sólo una subida de 1.835 dólares por onza desencadenaría un patrón técnico de cabeza y hombros inverso de varios meses y haría que las perspectivas del oro volvieran a ser positivas. Los riesgos siguen siendo claramente a la baja».
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Barani Krishnan/Investing.com
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