La incógnita sobre las acciones que la Fed podía tomar sobre política monetaria ha terminado. El FOMC, de acuerdo a lo expresado por el presidente de la entidad, Jerome Powell, ni siquiera considera la posibilidad de recortar los fondos que con el formato de compra de bonos coloca mensualmente en la economía, a razón de 120 mil millones de dólares.
La tibia baja que ensayó Wall Street tras los anuncios, y el discurso lacrimógeno de Powell, parece ser solo una pausa para retomar un impulso alcista más temprano que tarde, y seguir batiendo récords históricos. Al cabo, si habrá liquidez cuantiosa durante mucho más tiempo, no hay de que preocuparse.
Con el mismo tedioso discurso de las últimas 8 o 10 reuniones, Powell volvió a hablar de inflación controlada, y de un largo camino por recorrer antes de pensar en recortar los fondos que coloca mensualmente. Según sus palabras, la inflación por encima de las metas deseadas solo durará un tiempo, en tanto culpó a los constructores de la inflación del sector inmobiliario, un recurso propio de un banquero central de otro nivel, y no del primer banco central del mundo.
La Fed ha tomado un camino al cual es muy fácil acceder, y del cual es difícil salir, que es la emisión casi sin control. La política monetaria expresada en estos términos es, por lo menos, poco responsable, dejando para más adelante las consecuencias que tendrá. La excusa de los 8 millones de ciudadanos sin trabajo no es válida. Si de emitir dinero depende la tasa de desempleo, no habría desocupados en el mundo, puesto que cualquier gobierno con buena voluntad mandaría a su banco central a emitir hasta que el último trabajador desempleado se encuentre trabajando.
La distorsión que provoca no solo en Estados Unidos sino en el resto del mundo un dólar que cae como un peso muerto por la emisión, es realmente delicada, y los efectos comenzarán a aparecer pronto.
Con todo, los bancos centrales de Canadá, que recortó directamente parte de los fondos que inyecta en la economía, el BCE y el Banco de Inglaterra, han tomado posturas más prudentes en esta materia. El recurso de emitir, que le queda muy cómodo a Powell (y por lo visto a todo el Comité) debe ser bastante bien visto por el gobierno de Biden, que ha comenzado una nueva campaña para recaudar otro billón de dólares con aumentos de impuestos.
La reacción del mercado a estas medidas -o mejor dicho, a las no-medidas- de la Fed, fue la esperable: una baja sustancial del dólar, con el euro, la libra esterlina y el yen saltando de golpe, algo que a sus respectivos bancos centrales poca gracia les causa. En este sentido, el yen, siempre prudente, no ha crecido tanto. Sí lo hace, en cambio, el dólar canadiense, que se destaca entre las monedas principales venciendo la cota de 1.2300, en un máximo de más de tres años.
Lo que viene no es más que la continuación de la fiesta: Wall Street tiene mucho por ganar, el dólar por perder, y las monedas líderes irán alternando ganancias y pérdidas, por un tiempo prolongado. Tan prolongado como soporte la confianza de los inversores para seguir apostando por una moneda que debe ser la insignia de la primera potencia mundial, y que por comodidad su banco emisor -la Fed- se empeña en derrumbar.
Amigos, tengan todos una excelente jornada de operaciones, nos vemos el viernes.
Adrián Aquaro
Trader College