La que viene no es una semana más. El martes 3 de noviembre tendrán lugar (en realidad finalizan, después de un largo proceso) las elecciones presidenciales en Estados Unidos, polarizadas más que nunca en esta oportunidad.
El presidente Donald Trump se juega la reelección, que tenía casi asegurada hasta marzo pasado, cuando estalló la pandemia. Hasta ese momento, la economía atravesaba su mejor momento en muchos años, y las elecciones parecían un simple trámite. Pero el virus hizo estragos en su país, y en el mundo, y aún lo sigue haciendo, y los planes del presidente se complicaron, tal vez en forma definitiva.
El manejo que tuvo el gobierno de Trump de la crisis sanitaria, y sus actitudes, reñidas con la corrección política que imponen hoy en día las redes sociales, le nublaron el camino al presidente, que ahora ve seriamente comprometidas sus posibilidades.
Del otro lado aparece Joe Biden. Un candidato que en otras circunstancias costaría imaginarlo siquiera para un cargo menor al que se postula. Un hombre que no coordina correctamente sus palabras, ni sus pensamientos, y que tiene por delante la posibilidad de gobernar a la primera potencia global.
Los mercados evalúan las posibilidades. Por un lado, la continuidad de una política que mostró los principios republicanos, con recortes de impuestos, una política exterior
más agresiva, y mirando hacia las empresas más que a las personas. El gobierno de Trump tuvo como eje principal una guerra comercial con China, que tuvo especial influencia en los mercados, y fue el titular permanente durante mucho tiempo. El conflicto no quedó resuelto, ni mucho menos, y el famoso acuerdo “fase uno” firmado en enero pasado, parece prehistórico. Wall Street tuvo sus peores horas en años a
fines de 2018 por esta guerra comercial, aunque, claro, la pandemia no estaba ni siquiera en los peores sueños de nadie en ese tiempo.
El temor de los mercados es que Biden le “regale” el manejo de la situación actual a China. Claro que, puestos a mirar las reales chances de cada candidato, prefiere que si gana el candidato opositor lo haga en forma concluyente, con el control total del Congreso. De otro modo, el Senado bloqueará cualquier intento de ley.
El alza del dólar de esta semana ha sido importante. Pero más allá del movimiento en sí mismo, cabe preguntarse a que responde. La pandemia, el argumento “oficial” no parece estar detrás de este rally del billete. En marzo, el dólar creció mucho más que ahora, y el 24 de marzo, ante los anuncios de fondos sin límites por parte de la Fed, se terminó la crisis bursátil, y también la fiesta de la moneda norteamericana.
¿Tendrá algo que ver con el posible resultado de las elecciones? Creemos firmemente que sí. Las encuestas dicen una cosa; buena parte de la prensa, llevada por el deseo de una victoria demócrata, también: ganará Biden. Pero la economía dice otra cosa.
Una victoria de Trump generará una caída del dólar inmediata. La ola de euforia durará unos cuantos días, y las monedas principales se dispararían; también, por supuesto, la bolsa de Nueva York. Los índices pueden ir a buscar nuevos máximos históricos en pocos días, el yen se derrumbaría, y el oro se mantendría no muy lejos de los niveles actuales.
De lo contrario, el panorama será sumamente complejo de descifrar. Tanto, o más, que el futuro de un país gobernado por un personaje al cual le pasó la hora para hacerlo.
Vicky Ferrer
FXStreet