Llega septiembre, con más miedo que vergüenza. La Historia de España está llena de estampas de Crisis. Una. Muchas empresas, que mandaron de vacaciones a sus trabajadores, aprovecharon la inactividad para cerrar. Las menos, para limpiar maquinarias, enjalbegar y desinfectar paredes ¿Ahora? Miren lo que pasa en Estados Unidos: más de la mitad de los cierres de negocios que se consideraron temporales cuando comenzó el brote de Covid ahora son permanentes: ¡Yelp! El miedo está en la calle. Se corta con un cuchillo. Cuando salgo procuro hablar con todo el mundo. Si quiere. Con ascensoristas, reponedores de supermercados, cajeras/os, agricultores, taxistas, jubilados, amas de casa, empleadas del hogar, economistas, gestores, colegas, empresarios, algún banquero y muchos más. También, con los vecinos. Una respuesta común. No es coincidencia. Hay miedo. El miedo se palpa, corta el aire. La desconfianza es general, incluso en lo que siempre han sido optimistas. Miedo al Día Después de los ERTEs, al paro, que, dicen, les seguirá. Pánico ante la avalancha de cierre de negocios y de empresas. Mucha preocupación por los impuestos, que se pregonan en España, cuando en el resto del mundo los baja para animar a individuos, familias, empresas y actores de la vida económica en general.
Coincidencia, a la vez, al vaticinar, que pronto nos dirán, que llega la recuperación económica en V. Una mejora brutal. Habrá recuperación, con cifras altas, que nos pueden confundir. El punto de partida es excepcionalmente bajo
Añaden la necesidad de que el gallinero político deje de en paz a las gallinas. Hay mucho gallo suelto. Todos queremos consenso político y avanzar en el futuro. Desenterrar a los muertos no es una práctica apta para mantener la convivencia. Ni ayer, ni mañana, pese el empecinamiento de los más radicales, que son los que más gritan.
Hablo con una cajera de Mercadona: «Hola ¿cómo va todo?», pregunto. «No me gusta nada lo que veo y escucho aquí. La gente está acojonada por el presente y por el futuro, pero todos tienen unas ganas locas de que Madrid vaya pasando las sucesivas fases. Al supermercado vienen ciudadanos de todos los niveles, pero en esta zona abundan muchos empresarios, financieros, ejecutivos, directores y directoras de bancos. Y uno escucha lo que no quiere. Pero no puedo taparme los oídos. En los últimos días llueven muchas críticas contra los impuestos que prepara el Gobierno. Apenas tengo estudios, pero un país muere o entra en suspensión de pagos a base de subir y subir los impuestos…»
«Si no te asfixian con el IVA, el impuesto a los ricos, que pagaremos los pobres. Si te dan alegría, con menos IRPF, todos gastos más y, consecuencia de ello es que el Estado ingresa más. El mejor impuesto, el que más éxito tendría es atajar la economía sumergida. No puede extenderme más sobre el tema. Ahí lo dejo…»
¿Y esto cuánto puede durar? Lucía Gutiérrez-Mellado, estratega jefe de J.P.Morgan AM para España y Portugal, apuntaba hace unas semanas que «para determinar la duración y profundidad de la recesión y la capacidad posterior de recuperación se deberán monitorizar muy de cerca la evolución del mercado laboral -siendo el sector servicios y particularmente el segmento del ocio los más afectados por la crisis- y la efectividad y alcance de las medidas de bancos centrales y gobiernos, que han lanzado una respuesta sin precedentes para combatir el impacto económico de la pandemia. “En esta crisis estamos viendo la respuesta decidida de los gobiernos en materia de política fiscal para empresas y familias. En esta ocasión, además, los gobiernos han actuado casi tan rápido como los bancos centrales”.
Moisés Romero
La Carta de la Bolsa