Invertir: acciones y bonos ya no son suficientes para diversificar carteras, como se ha hecho siempre. Hay que ampliar la gama
Los inversores recurren a la diversificación en un intento por gestionar el riesgo global de una cartera: cuando una clase de activo registra un peor comportamiento relativo, otras con correlaciones bajas o negativas deberían actuar como contrapeso. Sin embargo, cuando se desató la crisis del coronavirus las correlaciones entre las diferentes clases de activos aumentaron. Aunque eso es algo que ocurre a menudo durante las fases de pánico en los mercados, en esta ocasión algunas áreas donde se preveían rentabilidades descorrelacionadas no ofrecieron tanta protección como se esperaba. Por lo tanto, la combinación de acciones y bonos usada tradicionalmente para diversificar carteras podría tener que evolucionar para abarcar un conjunto más amplio de activos, dependiendo de las preferencias individuales en materia de riesgo.
“En general, lo que se suele buscar al diversificar son aquellas áreas donde se pueden conseguir correlaciones bajas o negativas frente a los activos de riesgo, en especial frente a la renta variable”, señala Henk-Jan Rikkerink, director global de Soluciones y Multiactivos.
Una cuestión de correlación, pero también de magnitud
Las correlaciones entre las clases de activos se redujeron o entraron en positivo durante el desplome de los mercados porque las decisiones de inversión se tomaron bajo presión. Aunque algunas correlaciones tradicionales aguantaron durante la fase de pánico, su magnitud fue mucho menor que en hundimientos anteriores.
Por ejemplo, mantener deuda pública de alta calidad en el marco de una cartera mixta típica 60-40 contrarrestó parte de las fuertes pérdidas que se anotaron las acciones y los bonos corporativos, pero no hasta el punto que cabría esperar. Ello se debe a que las valoraciones de la deuda pública eran elevadísimas cuando se desató la crisis. Aunque sufrió volatilidad, el yen japonés ofreció una correlación negativa frente a los activos de riesgo y con una mejor magnitud, gracias a que partía de una valoración más baja.
Por su parte, las inversiones alternativas mostraron diferentes patrones de rentabilidad implícita, dependiendo de su subclase de activos. Muchas sí exhibieron una correlación mucho más alta frente a las acciones y los bonos corporativos y con una magnitud que no se había previsto. Por ejemplo, los inmuebles han estado en la primera línea de fuego de esta crisis, algo inusual, y varios sectores inmobiliarios han sufrido dificultades con las rentas y depreciaciones de los activos por los problemas de muchas empresas para pagar los alquileres de unos inmuebles cerrados.
A medida que los mercados se reponen, generalmente las correlaciones vuelven a disminuir. Sin embargo, aunque los activos tradicionales (como la deuda pública) siguen ofreciendo elementos de diversificación, es improbable que esta tenga la magnitud suficiente para reducir el riesgo tanto como antes y, al mismo tiempo, satisfacer sus necesidades de rentas y rentabilidad dado que los rendimientos están en mínimos históricos. A menos, claro está, que la Reserva Federal coloque los tipos de interés por debajo del cero. No obstante, eso podría generar dificultades de mayor calado en los mercados monetarios y las “cañerías” del sistema.
La identificación de riesgos podría tener que ser más detallada
En lugar de eso, creemos que los inversores buscarán otros tipos de perfiles de rentabilidades descorrelacionadas. Lo que escojan dependerá de sus objetivos últimos y horizonte temporal, y si las recompensas disponibles están en consonancia con los riesgos asumidos.
Los indicadores tradicionales de riesgo nos dicen que la renta variable y los bonos high yield ofrecen rendimientos más altos que la deuda pública, pero con revalorizaciones del capital menos ciertas. Las inversiones o estrategias alternativas pueden ofrecen rentas y rentabilidades porcentuales más elevadas, pero con menor liquidez, resultados más variables y a menudo menor accesibilidad cuando no están cotizadas.
Sin embargo, la identificación de riesgos en las diferentes clases de activos en tiempos del coronavirus podría tener que ser más detallada que en el pasado, ya que los países, los sectores, las empresas y las monedas plantearán diferentes riesgos y ventajas, dependiendo de su trayectoria de recuperación y endeudamiento. Comparar estos riesgos diferentes (y tener en cuenta los factores de sostenibilidad) puede contribuir a formar una imagen más fidedigna que el simple estudio de las desviaciones típicas.
“En estos momentos tiene todo el sentido usar un conjunto más amplio de consideraciones relativas al riesgo. Trazar la volatilidad implícita en los movimientos de los precios de los activos y su impacto en las rentabilidades globales a lo largo del tiempo sigue siendo un ejercicio válido, pero también tenemos que preguntarnos a qué tipos de factores de riesgo están expuestas verdaderamente las carteras”, explica Andrew McCaffery, CIO global.
Otros riesgos a tener en cuenta
Otro de los riesgos a los que podrían estar expuestos los inversores son las apuestas masificadas. Dado que los tipos están tan bajos, la tentación de perseguir el crecimiento ha sido mayor que nunca y se ha producido una concentración importante en los valores tecnológicos, sobre todo en EE.UU. Si se da marcha atrás a esta situación se podrían ver perjudicados muchos tipos de activos. El apoyo de los bancos centrales podría animar a los inversores a volver a sectores donde el riesgo de solvencia sigue siendo elevado.
Factores como el momento, el tamaño, la calidad y la infravaloración podrían impulsar patrones similares en las diferentes clases de activos, lo que socavaría la diversificación general, pero, además de gestionar estos riesgos, existen formas proactivas de jugar con las exposiciones a factores.
Por ejemplo, la infravaloración se ha comportado peor que el crecimiento desde hace años y así ha seguido siendo este año. Sin embargo, si los inversores empiezan a pensar que, en algún momento cercano, el ciclo cambiará y la solvencia de muchas empresas de este perfil está garantizada, entonces se empezarán a buscar acciones infravaloradas, lo que otorgaría al sesgo de infravaloración el potencial para conseguir mejores rentabilidades ajustadas al riesgo en el futuro.
Posicionarse para la próxima fase
Resulta imprescindible entender cómo diversificar carteras de forma eficaz en un entorno dominado por dos fuerzas opuestas: por un lado, el impacto de los estímulos de los bancos centrales y los gobiernos en los activos de riesgo parece importante y podría elevar las valoraciones; por otro, los daños económicos son amplios, la deuda está aumentando y la confianza es baja, y todo ello lastrará los beneficios. Las tensiones políticas entre EE.UU. y China también están agravándose.
Aunque estas fuerzas podrían impedir que se produjeran grandes cambios en el posicionamiento, los inversores con una visión más alcista sobre la forma de la recuperación podrían considerar apuestas a más corto plazo, por ejemplo en el sector energético, donde la demanda podría subir desde unos niveles muy bajos y coincidir con un recorte de la oferta. El consumo chino también podría generar oportunidades, ya que su economía fue la primera en caer en la crisis y será la primera en salir, y las acciones infravaloradas podrían destacar durante las primeras fases de una recuperación mundial.
Si los inversores prefieren ser más defensivos, existen formas obvias de proteger las rentas y el capital. Si los tipos reales siguen siendo negativos, el oro podría ser un diversificador útil, aunque invertir en monedas como el yen podría ayudar a mitigar los riesgos de la renta variable y los bonos corporativos.
“Podríamos entrar en un periodo con mayores dificultades para conseguir rentabilidades y rentas. Así pues, para los inversores que puedan soportar la iliquidez, me parece que las inversiones alternativas podrían tener un mayor peso en una cartera mixta. Dentro de las estrategias vinculadas a los activos alternativos, también considero que el papel del apalancamiento va a cambiar: se utilizará para amplificar el carácter defensivo, en lugar de dirigirse exclusivamente a la obtención de rentabilidades”, apunta Rikkerink.
Las nuevas tecnologías podrían hacer que las inversiones alternativas sean más accesibles
Por motivos normativos y estructurales, a menudo los inversores minoristas han tenido más dificultades que los institucionales a la hora de acceder a las inversiones alternativas. Eso podría cambiar si el crecimiento de las tecnologías de blockchain y la tokenización permiten una propiedad más fraccionada de estos productos entre inversores más pequeños. Podrían ofrecerse también otros tipos de vehículos de inversión a medida que aumenten las empresas que tratan de recapitalizarse a través de deuda y capital y los gobiernos intenten impulsar la recuperación frente a la pandemia.
Entretanto, seguimos abogando por mantener cierta cautela a tenor del aumento del riesgo de reversión a la media, ya que los mercados han llegado demasiado lejos y han superado las previsiones de beneficios de 2020/2021. Pensamos que ha llegado la hora de asegurarse de que las carteras están verdaderamente diversificadas y pueden ofrecer una mayor protección cuando la volatilidad golpee de nuevo.
Carlos Montero
La Carta de la Bolsa