Pasados más de 50 días de confinamiento y con decrecientes cifras de nuevos contagios y muertes por coronavirus (COVID-19) que han despertado un cauto optimismo, el país se prepara para iniciar el gradual camino a un todavía desconocido día a día, a una “nueva normalidad” (término poco feliz que ha acuñado el gobierno) que sería de todo, menos normal. La “desescalada” (¿la qué?) o la salida de la llamada “hibernación económica” así como medidas apuntando a “relajar” las condiciones de cuarentena comienzan a concretarse a partir de mediados de mayo y su progreso (o retroceso, hay que admitirlo) se hallará directamente correlacionado con el “comportamiento” de los ciudadanos y con la confirmación del retroceso del coronavirus.
Ahora bien, la forma que tomará este regreso a la vida cotidiana – el famoso “día después del coronavirus” – sólo se vislumbra en el imaginario de aquellos que se jactan de ser expertos en virus y epidemias y de otros que arreglan los problemas del mundo en la mesa de un bar… y ya se verá qué forma tendrá ese bar nuestro de cada día en un futuro no muy lejano. En lo personal, tras ver vídeos y leer noticias sobre los “bares del futuro” y auto-declarándome amante incondicional de los bares, confieso que la depresión ha ganado esta batalla y me abstendré de opinar al respecto…
Lento y escarpado sendero de regreso
El empleo
El impacto del coronavirus en la economía española ya ha comenzado a visualizarse en el mercado laboral, donde los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) no han hecho más que crecer desde el inicio de la pandemia pari passu con las medidas de distanciamiento social y con la actividad empresarial solamente funcionando en los roles denominados como esenciales, o cuasi-necesarios.
Según el reporte de empleo, el paro ha crecido en cerca de 600,000 personas durante el mes de marzo y abril, y la tasa de paro ha trepado a más del 14% en el primer trimestre (enero-marzo). Las cifras, sin embargo, deben ser tomadas como una pequeña muestra de lo que lamentablemente se avecina en el corto plazo, o la “punta del iceberg”, como les gusta llamar a los apocalípticos. Aunque esta vez no estarían tan equivocados: de acuerdo con estimaciones previas, los “parados coyunturales” o ciudadanos alcanzados por los ERTEs girarían en torno a los 3 millones (o más). De acuerdo con los datos de la Seguridad Social, se han perdido alrededor de 900 000 empleos sólo durante marzo. Mientras que anteriores crisis han tenido su epicentro en el sistema financiero, la que actualmente estamos transitando conlleva una combinación letal de factores que afectan a la oferta y la demanda, lo que impacta de lleno en la economía real… y por carácter transitivo, en el bolsillo de los ciudadanos.
El producto
Dejamos el mercado de trabajo por ahora, aunque nos mantenemos en el lado macro. El confinamiento del país tras la aparición del coronavirus, las medidas de distanciamiento social y las restricciones a la actividad económica que resultaron como inmediata consecuencia tendrán un impacto devastador en la economía real del país en los próximos meses. Así, la actividad económica en España medida por el Producto Interior Bruto (PIB) se ha desplomado un 5.2% durante el primer trimestre. Desde la previsión más benigna que apunta a una contracción del 6% hasta las perspectivas más negras que advierten de una caída de entre el 15% y 20%, hay un arco iris de escenarios potenciales y crecientes especulaciones (y alucinaciones) sobre cómo será el famoso “día después” o esta “nueva normalidad”. Algo es seguro: no nos gustará. En algo parecen coincidir gurús, popes financieros y el resto de los mortales: de haber una recuperación, comenzaría a tomar alguna forma en la segunda mitad del año, y con mayor probabilidad en el cuarto trimestre (octubre-diciembre).
Una invitación a continuar mirando esta película de terror la encontramos en los recientes resultados del índice de gestores de compra (PMI en sus siglas en inglés) que mide IHS Markit, y que evalúa los sectores de manufacturas y servicios. El impacto del coronavirus es tan demoledor como obvio.
Los precios
Medida por el Indice de Precios al Consumidor (IPC), la inflación en España navega niveles marginales, lejos de mostrar al mismo tiempo una tendencia definida a pesar del rebote desde la caída del 1.0% respecto del mes anterior observada a comienzos del año. El crush en la demanda casi garantiza niveles muy pobres (negativos, inclusive) en la evolución de los precios al consumidor para los próximos meses (o años), tal cual ya se puede notar en la lectura preliminar del mes de abril, lo que por otro lado quita motivación al sector empresario para dedicar recursos y tiempo a potenciales proyectos de expansión de la producción o nuevas inversiones.
El gobierno tarde, el BCE inusualmente veloz
Las ayudas de un gobierno que no ha podido gestionar la crisis de peor manera llegarán tarde, tal vez cuando muchas de las pequeñas y medianas empresas hayan ya cerrado sus puertas definitivamente o cuando aquellos autónomos hayan ya decidido cesar su actividad. El Banco Central Europeo (BCE), luego de anunciar un paquete de estímulos sin precedentes desde la creación de la zona euro, ha actuado velozmente (para sorpresa de la mayoría) en allanar el camino hacia el alivio monetario que muchos miembros del bloque requerían. Sin embargo, persisten las omnipresentes “luchas intestinas” que ven una vez más enfrentadas la euro zona del norte con la del sur, esta vez con el trasfondo de la manera en que esas ayudas deben canalizarse hacia las economías que la soliciten y siempre en el marco de una recuperación de la crisis que será asimétrica, tanto dentro de Eurolandia como de España mismo.
¿Otra vez el «riesgo país» ?
Como en la crisis financiera del 2008, se escuchan nuevamente voces que llaman a seguir con atención la “prima de riesgo” del país, como si de seguir su evolución dependería que un autónomo pueda retomar su actividad o un bar o restaurante reabrir sus puertas y comenzar a generar cash. Sí, es cierto que la prima de riesgo ha subido de la mano de la creciente percepción de los participantes del mercado domésticos e internacionales que la economía española (y la italiana) sufrirán y mucho para revertir el impacto del coronavirus. Nada nuevo aquí, son movimientos lógicos y esperables, y por consiguiente debería ya estar incorporados en las perspectivas de cara al futuro. Pero no nos compliquemos la vida aún más. Dejemos de lado esos tecnicismos por ahora: el ciudadano de a pie no sólo los ignora, sino que además no le interesa, por lo menos en estos tiempos que corren.
Y… ¿dónde está el piloto?…
En una economía donde más del 70% del PIB corresponde al sector de servicios, y siendo España visitada por alrededor de 85 millones de turistas al año, es obvia la justificación de por qué la crisis del coronavirus se ensañará con el país. El turismo, así como las actividades estrechamente ligadas al mismo (hostelería y hotelería entre las más representativas) está previsto que sufra de lleno el impacto de la menor demanda interna y externa como resultado de cerrar las fronteras y el distanciamiento social, este último constituyendo el pilar sobre el que se apoya el intento por evitar contagios.
El tan viejo como efectivo dicho que reza “no hay más ciego que el que no quiere ver” ha sido reconfirmado día tras días luego de la explosión de la crisis del coronavirus por la tan exótica como patética coalición de gobierno. Un ejemplo más de “estar en el momento equivocado en el lugar equivocado”. Es hora de que el gobierno deje de lado el teatro unipersonal y concentre todos y cada uno de sus esfuerzos en brindar a los ciudadanos un panorama claro y preciso (aunque sea doloroso) de la situación actual y enfocarse en el desarrollo de un mapa de ruta para no sólo enfrentar la inevitable y cada vez más cercana recesión económica, sino para recuperar la actividad y la capacidad productiva con celeridad y decisión. Hay que echarle lo que todos sabemos a esta situación para salir adelante, pero cada día estoy más convencido que este auto-bautizado “mando único” nunca fue “mando” y siempre quiso ser “único”, y mientras tanto la incertidumbre no sólo es generalizada en todos los frentes sino que parece profundizarse con cada nuevo amanecer.
El regreso a la España pre-coronavirus será muy doloroso, por ser optimista. Tal vez se necesiten un par de años para regresar a unos niveles de actividad y empleo que tampoco eran para festejar. Pero por lo menos podíamos salir a las calles con libertad y disfrutar una que otra caña en nuestro bar preferido.
Recordemos que el país ya era arrastrado por la más amplia desaceleración económica en la zona euro, caracterizada por la crisis del sector de manufacturas, ausencia de tracción en la inflación, precariedad del empleo y alguna que otra efervescencia en el escenario político.
Tampoco olvidemos que cuando esta crisis sea ya un horrible recuerdo, deberemos volver a la realidad económica cotidiana, en donde el conflicto comercial entre Estados Unidos y China (apuesto a que muchos ya lo habían olvidado) será nuevamente el centro de atención en los mercados globales y que, sumado a la desaceleración en la zona euro, mantendrán en jaque a la gran mayoría de las economías del planeta.
El abrupto descenso ha comenzado… por favor ajustarse los cinturones…
Pablo Piovano