Los bancos centrales y las tasas de interés negativas nos están robando el dinero ganado con tanto esfuerzo. Según el Bundesbank (banco central alemán), el 25 % de los depósitos totales de hogares privados y el 79 % de los clientes corporativos están sujetos a tasas de interés negativas en Alemania (vía Sebastian Sienkiewicz@Amdalleq) Decía mi padre que el dinero no caía por la chimenea. Había que trabajarlo, sudarlo y ahorrarlo para prevenir enfermedades, dar estudios a los hijos. Pensar en un futuro mejor y, con ello, contribuir al bienestar y progresos sociales. La política de tipos negativos del BCE, y la presión fiscal e impositiva de los gobiernos, da igual del color que sean, lo mismo da Montoro que Montero, han destrozado la cultura ancestral del ahorro. Nos bombardean con la necesidad de ahorrar para la jubilación y tratan de convencernos de la bondad de subir los impuestos para pagar las Pensiones y mejorar la desigualdad social. Pero no bucean los políticos de uno y otro color en la realidad…»
«No les interesa descubrir bolsas de vividores en los aledaños de las instituciones en el Reino de España de las Autonomías, Diputaciones, Ayuntamientos y demás gastos multiplicados por dos y por tres. Tampoco investigan a los que reciben algo más de 400 euros del ala sin dar un palo al agua. Hay quienes realmente los necesitan y otros pícaros españoles (y no españoles) que se tumban a la bartola. Y más y más. Dinero y ahorro, dos conceptos que hemos mamado, que nos parecían indelebles, a prueba de bomba atómica, han muerto: los bancos centrales se los han cargado de un plumazo. Al dinero, porque seguimos desconociendo la verdad de los que esconden las tripas de los bancos: no sabemos cuál será el siguiente en caer, pero sí estamos advertidos de que si tenemos la mala fortuna de ser impositores con sumas superiores a los 100.000 euros solo tendremos acceso a esos 100.000 euros. Al ahorro, porque lo han demonizado…»
«El ahorro es un concepto, que en épocas de intervencionismo brutal como la actual, solo reporta problemas y dolores de cabeza, dada la avidez de los Estados. La velocidad con que se suceden los acontecimientos económicos y financieros impide la correcta valoración de los acontecimientos y fenómenos que vivimos. No hay tiempo para la reflexión. Los bancos centrales y los Gobiernos, todos cogidos de la mano, nos llevan en volandas. Nos trasladan de un tren a otro sin que nos demos cuenta. Quizá cuando reparemos, cuando seamos conscientes dónde nos han dejado sea demasiado tarde. Es posible, llegado ese momento, que no tengamos capacidad de respuesta, capacidad de reacción, como tampoco la tenemos ahora. A nuestro despacho llegan los clientes de siempre, la mayor parte de ellos con posiciones de liquidez…»
«Otros andan colgados de la rama del pino más alto de la Bolsa, que es el eufemismo de estar pillados, cogidos a precios muy, muy altos, casi irrecuperables. Los clientes, presa del desconcierto, se sienten acorralados. No saben qué hacer con su dinero. De la Bolsa no quieren oír hablar. Desconfían de los movimientos orquestados por los bancos centrales y son conscientes de que es imposible competir con los dos o tres bancos anglosajones que dominan el cotarro y con las tres o grandes gestoras de fondos del mundo que utilizan todo tipo de herramientas técnicas (potentes ordenadores) para comprar y vender acciones, petróleo, maíz, sorgo, zumo de naranja o algodón ¿Oro?…»
«Acorralado, el dinero ha inflado otra gran burbuja inmobiliaria en el mundo, desde Estados Unidos a Alemania pasando por España y Portugal. Holanda, Francia, Canadá y China están en la misma fase…»
(De la conversación mantenida con un gran gestor de fondos)
Moisés Romero
La Carta de la Bolsa