«Hay un agujero negro multimillonario que crece en el corazón de los mercados. La deuda de rendimiento negativo (bonos con un valor menor, no más, si se mantiene hasta el vencimiento) se está extendiendo a más rincones del universo de bonos, destruyendo los rendimientos potenciales para los inversores. Los inversores deben estar preparados para comenzar a pagar para mantener los activos más seguros de Europa. Los rendimientos de 10 años del Bund están ya en negativo por el miedo a que Alemania caiga en recesión. Varias ciudades del mundo han localizado enormes burbujas especulativas en el sector inmobiliario. Otros, se meten a saco, en puro efecto manada, en los valores más calientes del mercado. Aquellos buscan oportunidades en las commodities, como el petróleo, el café, el oro ¿No están llevando al matadero?», me dice un viejo lobo de mar de la Bolsa española, que añade:
Holger Zschaepitz @Schuldensuehner
¿Qué hacer? David Buckle, Fidelity, razonaba hace algo más de un año (razonamiento de máxima actualidad) que «los tipos de interés bajos tienen otras consecuencias. Una de ellas, involuntaria y que he observado durante los últimos años, es que un periodo prolongado de tipos de interés muy bajos parece influir en el comportamiento de los inversores. Obviamente, todos somos libres para elegir cuánto gastamos y cuánto ahorramos. Si la rentabilidad del ahorro es baja, entonces generalmente optamos por gastar. De hecho, podríamos incluso optar por endeudarnos en lugar de gastar, al igual que las empresas (para aumentar su producción), lo que mejora el crecimiento económico a corto plazo. La idea que llevó a los bancos a adoptar las medidas de emergencia en 2008 fue, por supuesto, conseguir que el dinero depositado en el banco no creciera al mismo ritmo que la inflación, para así animarnos a gastar ya…».
«Esta decisión de gastar o ahorrar, y he aquí el quid de la cuestión, crea un vínculo entre la tasa de inflación y el tipo de interés. El tipo de interés real (el tipo de interés menos la tasa de inflación) debe ser positivo para preservar el poder adquisitivo futuro. Cada día que pasa en territorio negativo, se reduce la cantidad de bienes que nuestro dinero puede comprar, lo que se puede sobrellevar durante periodos cortos, pero no durante periodos largos. Llevamos ya casi diez años de tipos de interés reales negativos en las naciones occidentales y el efecto acumulado ha supuesto un perjuicio real para el poder adquisitivo. En la zona euro, lo que en enero de 2009 costaba 100 dólares, ocho años y medio más tarde costaba 111, pero 100 euros en el banco seguían siendo 100 euros. Los niveles de vida se han visto afectados…»
Pedro López, economista añade: «Dos fenómenos demoledores añadidos. Uno, el mal comportamiento de la Bolsa española. Otro, el pésimo rendimiento de nuestro dinero administrado o depositado en el banco. Luego, ¿para qué ahorrar. Dinero y ahorro, dos conceptos que hemos mamado, que nos parecían indelebles, a prueba de bomba atómica, han muerto: los bancos centrales se los han cargado de un plumazo. Al dinero, porque seguimos desconociendo la verdad de los que esconden las tripas de los bancos: no sabemos cuál será el siguiente en caer, pero sí estamos advertidos de que si tenemos la mala fortuna de ser impositores con sumas superiores a los 100.000 euros solo tendremos acceso a esos 100.000 euros. Al ahorro, porque lo han demonizado. El ahorro es un concepto que en épocas de intervencionismo brutal como la actual solo reporta problemas y dolores de cabeza, dada la avidez de los Estados. La velocidad con que se suceden los acontecimientos económicos y financieros impide la correcta valoración de los acontecimientos y fenómenos que vivimos. No hay tiempo para la reflexión…»
«Los ahorradores, presa del desconcierto, se sienten acorralados. No saben qué hacer con su dinero. Consideran que no es el mejor momento para comprar inmuebles, porque las cargas fiscales son cada vez más altas y los precios ya han subido mucho. De la Bolsa no quieren oír hablar. Desconfían de los movimientos orquestados por los bancos centrales y son conscientes de que es imposible competir con los dos o tres bancos anglosajones que dominan el cotarro y con las tres o grandes gestoras de fondos del mundo que utilizan todo tipo de herramientas técnicas (potentes ordenadores) para comprar y vender acciones, petróleo, maíz, sorgo, zumo de naranja o algodón, oro o lo que sea…»
Enzo Martínez
La Carta de la Bolsa