Cuando escuchamos hablar de renta fija podría llevar a confusión y pensar que es una inversión segura, pero no van por ahí los tiros, se refiere a que no varía el interés ofrecido, pero sí su precio.
Los bonos son una herramienta utilizada por las compañías para financiarse en los mercados de capitales. Al adquirir un bono se invierte en la deuda de una empresa a cambio de un interés pactado previamente (se posee un derecho de cobro). Pero los bonos también pueden representar la deuda de un país y ser emitidos por un Estado. En el primer caso estamos ante bonos privados, en el segundo ante bonos públicos.
Si sube la rentabilidad de los bonos es negativo para las Bolsas, porque aumentan los costes de financiación de las empresas y éstas también emiten bonos, por lo que si tienen que pagar una rentabilidad mayor verán reducidos sus beneficios. Además, si los bonos ofrecen una mayor rentabilidad, muchos inversores optarán por salir de la renta variable e invertir en renta fija.
Lo que más influye en el rendimiento de la renta fija es el devenir de los tipos de interés. Por ejemplo, si un inversor desea vender títulos de renta fija antes de su fecha de reembolso, corre el riesgo de los tipos de interés, un riesgo que se incrementa sustancialmente cuanto mayor sea el plazo de reembolso de los títulos. Por tanto, si los tipos de interés aumentan, las nuevas emisiones de renta fija en el mercado primario deberán incrementar sus tipos de emisión y los cambios en el mercado de renta fija ya emitida se reducirán.
¿Y qué está sucediendo hoy? Pues que los inversores están saliendo de la renta variable buscando refugio en la deuda, y es que los bancos centrales apuestan por la flexibilización monetaria a la vez que la economía mundial muestras signos de desacaleración, sin olvidar el tema de la guerra comercial y del Brexit, por lo que muchos inversores deciden asumir menos riesgo huyendo de las Bolsas.
Este año hemos asistido a mínimos históricos en el bono alemán, español, holandés, griego, francés. El italiano se salva, aunque cae a niveles del año 2016. Incluso ya no es algo absurdo pensar que los bonos de Estados Unidos sean negativos.
Así pues, cuando los bonos con rentabilidad negativa se disparan lo que muestran es que los inversores perciben más riesgo y prefieren perder algo de dinero prestándolo a un Estado antes de la posibilidad presunta de perder más en Bolsa.
Conviene tener presente a la hora de invertir en renta fija que el mayor riesgo al que nos enfrentamos es que el emisor, un país o una empresa, sufra problemas de impago y no pueda atender los compromisos pactados con los tenedores de deuda. Tanto si invertimos en deuda pública o privada debemos revisar las calificaciones crediticias. Es sumamente importante conocer la probabilidad de que no recuperemos el capital invertido en su totalidad. Para ello, tenemos los ratings de las agencias de calificación (Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch). Por ejemplo, un emisor con categoría superior a la A siempre pagará un cupón más bajo que otro que esté dentro de la categoría de las B, pero su probabilidad de impago será menor. Al igual que en la renta variable, dentro de la renta fija podemos encontrar diferentes niveles de riesgo. Los bonos high yield ofrecen una mayor rentabilidad, pero a cambio de más riesgo.
Así pues, existe una relación entre el riesgo de impago o quiebra y la rentabilidad (a mayor riesgo, más rentabilidad).
Otra cuestión también relevante es el plazo o vencimiento (cuanto mayor sea el vencimiento mayor será la rentabilidad), más que nada porque existe más riesgo de que sucedan hechos imprevistos en un periodo de 30 años que en un año.
A largo plazo, ¿qué es mejor, invertir en acciones o en bonos? Un estudio de Jeremy Siegel explica que las acciones americanas han obtenido a largo plazo una rentabilidad anual real (después de inflación) del 6,6%. Por tanto, cada año se ha ganado un 6,6% de poder adquisitivo.
Es un dato muy interesante, puesto que se trata de información de los últimos 200 años. El resto de activos han tenido a largo plazo un comportamiento muy inferior a las acciones. Los bonos del Estado un 3,6%, las letras del tesoro un 2,7%, el oro un 0,7%. Puede parecer que no son diferencias importantes, pero a largo plazo sí lo son. Y es que 1 dólar de 1802 en acciones se convierte en 704.997 dólares de 2012 en términos reales (el poder adquisitivo aumenta 700.000 veces). Mientras, ese mismo dólar, invertido en bonos, se convertiría en 1.778 dólares. El dólar invertido en oro se convertía en 4,52 dólares. Y si dejáramos ese dólar en casita se habría convertido en 5 céntimos debido a la pérdida de poder adquisitivo.
Ismael de la Cruz
ismaeldelacruz.es
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