«Compran cuando todo sube y venden cuando todo baja. Efecto manada. No mueva su cartera, que es peor y si lo hace, hágalo en el momento justo. Lo mismo pasa con las crónicas de ustedes, los periodistas. Los que estáis obligados a escribir todos los días, por una u otra razón, incluso por devoción, cometéis errores de bulto más que los que nos dedicamos a mirar las cosas de la Bolsa con mayor distancia. Lo mismo sucede con los predicadores de las radios y de las teles, con los analistas de Bolsas, con los economistas de moda. No hay argumentos diarios para explicar lo que sucede ni por qué las cosas suceden de un día para otro como los cronistas nos hacen creer. Una compañía no varía su balance en cuestión de minutos.
Los bancos siguen abiertos, las compañías eléctricas nos abastecen de luz, como las petroleras o las telecos. Los sucesos fuera de control de los mercados, reflejados en unas cotizaciones diarias (es más, en un mismo día los valores más líquidos marcan cientos de precios) unas veces nos acercan al fin del mundo y otras, al tocar el cielo con las yemas de los dedos. El despelote general de los mercados, a los que los Reguladores les cuesta regular, pasan del pánico al éxtasis en cuestión de minutos. Lo hemos visto en múltiples ocasiones y lo seguiremos viendo…» me dice A.C economista y operador en Bolsa.
Con las fondos de inversión, más de lo mismo. Los inversores compran buenos fondos. Los flujos demuestran que, año tras años, el dinero entre en los productos con 4 y 5 estrellas Morningstar y sale de los fondos con un rating inferior, lo que pone de manifiesto una cada vez mayor exigencia de los inversores por buscar estrategias de calidad. El problema es que los utilizan mal. Los compran y los venden en momentos inoportunos. Generalmente, entran en ellos cuando han subido y salen cuando han caído, lo que al final hace que exista una importante brecha entre la rentabilidad que generan los gestores con sus estrategias y la rentabilidad total que se lleva el inversor. Es un fenómeno que no solo le sucede a los inversores españoles. Le ocurre también a los del resto del mundo con mayores o menores niveles de intensidad.
Tratar de hacer market timing comprando y vendiendo es un error. Si se confía en el fondo que se ha comprado, lo mejor es no tocar excesivamente la cartera para generar una rentabilidad superior a largo plazo. La cartera de control de Morningstar (en inglés Do Nothing Portfolio o cartera “no hagas nada”) utiliza las rentabilidades totales de los fondos ponderadas por activos al inicio del periodo. Básicamente, este parámetro indica qué habría ocurrido si los inversores no hubiesen tocado sus carteras en los últimos cinco años, lo que permite aislar los cambios realizados durante el periodo analizado al comparar la rentabilidad de los inversores típica (medida como las rentabilidades que obtienen los inversores ponderadas por activos usando el promedio de todo el periodo) con la cartera ‘Do Nothing’.
Esta medida mostró un comportamiento heterogéneo a nivel mundial pero lo hizo sorprendentemente bien en EE.UU., donde la cartera ponderada por los activos que la componían al inicio del periodo de análisis arrojó unas rentabilidades que superaron tanto las obtenidas por los inversores como la media simple de las rentabilidades registradas por cada clase de activo. Por ejemplo, el inversor típico en fondos diversificados de renta variable habría obtenido una rentabilidad del 5,31%, por delante del 5,15% de rentabilidad media de los fondos y del 4,36% de rentabilidad media de los inversores. En el caso de los fondos de renta fija estadounidense, la cartera de control se anotó una rentabilidad del 4,30% frente al 2,99% de rentabilidad media de los inversores y el 3,72% de rentabilidad media de los fondos.
En el caso de los fondos multiactivos, la rentabilidad de la cartera «no hagas nada» y la de los inversores fueron casi idénticas y ambas superaron la rentabilidad media de los fondos. El motivo es que los fondos con fecha objetivo son uno de los segmentos de fondos multiactivos que más está creciendo.
Moises Romero
La Carta de la Bolsa