Nos hemos acostumbrado a vivir durante muchos años con las economías inundadas de dinero gracias a los Bancos Centrales, que decidieron afrontar la crisis económica adoptando una serie de medidas monetarias agresivas, tales como rebajar los tipos de interés a cero e implementando programas QE de compra masiva de activos cada mes.
El objetivo era claro, incentivar el gasto de las empresas y de las familias aprovechando los bajos tipos de interés y evitar que la crisis ahondase más intensamente. Lo primero es discutible, lo segundo fue una realidad, lenta, pero factible. También es cierto que los mercados financieros (acciones y bonos) alcanzaron niveles históricos.
Pero esta etapa está próxima su fin. Las economías se encuentran ahora en una posición más reforzada y sólida, por lo que es el momento de que echen de nuevo a volar sin el respaldo de los estímulos de los Bancos Centrales.
La Reserva Federal de los Estados Unidos dio el pistoletazo de salida con una subida de tipos de interés (interrumpiendo posteriormente la nueva fase de incrementos, pero seguramente el 13 de diciembre retomen esta senda) y con la reducción de su balance.
El Banco Central Europeo, aunque bien es cierto que seguramente no subirá los tipos de interés antes de 2019, sí anunció la salida gradual y progresiva de su programa de compra de activos.
El Banco de China está ahí en la pomada, aunque veremos si deciden dar el salto definitivo.
El Banco de Japón es el que va a su aire, luchando por cerrar una etapa negra de deflación que duró toda una década, pero no son capaces de momento de acercarse al objetivo del 2% de inflación. Es por ello que su política monetaria tan expansiva seguirá en vigor (y le da igual que el resto de Bancos Centrales hayan escogido un camino totalmente opuesto). En principio, seguirán imprimiendo dinero y antes del segundo semestre del 2018 no debiéramos de ver cambios en este sentido.
Sí, es cierto que salir de este tipo de políticas monetarias es un asunto delicado que si no se hace correctamente puede tener consecuencias, como ya le sucedió en su momento a la FED. Pero se aprende de los errores, y buena muestra de ello es la enorme cautela que Mario Draghi está adoptando en el caso del BCE.
Aparte, también señalar un detalle a tener en cuenta: tres de los cuatro principales presidentes de Bancos Centrales en el mundo están llegando al final de sus respectivos mandatos y podrían ser reemplazados, de manera que otro factor de incertidumbre es la idea de hoja de ruta que adoptarían los nuevos que lleguen.
Sabido es, porque así lo ha reiterado en multitud de ocasiones, que Mario Draghi intenta por todos los medios que la salida del programa QE del BCE no sea traumática, que no afecte a los mercados, que no imprima mayor volatilidad. Para ello ideó una hoja de ruta muy bien pensada que está dando sus frutos por el momento: explicar de manera sencilla y constantemente cómo se haría la salida del programa, que sería poco a poco, que la economía ya tiene fuerza suficiente. Las Bolsas europeas, lejos de amedrentarse, mantienen su inercia alcista, con el Dax alemán marcando recientemente nuevos máximos históricos.
¿Pero es cierto que la economía de la eurozona está fuerte? El ritmo de crecimiento de la actividad se mantiene entre los más rápidos registrados en los últimos seis años y medio, la tasa de creación de empleo fue la mejor registrada en más de una década, los nuevos pedidos aumentaron al ritmo más fuerte desde el 2011, el índice PMI ha registrado una expansión durante los últimos 52 meses, la confianza empresarial y el sentimiento de los inversores siguen al alza, Francia ha dejado de ser un lastre, las presiones de los precios continuaron subiendo al comienzo del último trimestre, la mayoría de las compañías del Stoxx 600 están superando las previsiones en sus resultados empresariales.
Al final, todo se basa en expectativas, la de los inversores que son los que mueven los mercados. Dichas expectativas se basan no sólo en datos objetivos, sino también en impresiones, sentimientos, y todo ello se mantiene alineado de manera consistente.
Es cierto que la incertidumbre con el tema de Cataluña, las tensiones entre USA y corea del Norte, la fortaleza que experimentó en su momento el euro, son causas que bien podrían haber aguado la fiesta alcista, pero las expectativas de los inversores, a día de hoy, son claras: no creen que vaya a producirse un enfrentamiento armado liderado por Trump y el líder norcoreano; no creen que Cataluña vaya a independizarse de verdad, de facto; no creen que la divisa comunitaria pueda apreciarse demasiado.
Y es precisamente esto lo que importa, las expectativas de los mercados. Que se lo digan a los mercados, que ayer el S&P500 marcó máximos históricos, el índice de Japón marcó máximos de 25 años y el Dax alemán (futuro) marcó nuevos máximos históricos.
Ismael de la Cruz
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