Es una realidad que la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, tenía claras intenciones cuando decidió adelantar las elecciones, principalmente obtener una victoria suficiente y desahogada como para poder arrogarse de la legitimidad suficiente de cara a las duras negociaciones que deberá afrontar con la Unión Europea dentro del marco del Brexit.
Digamos que el planteamiento es el siguiente: si tras los comicios del próximo 8 de junio, los conservadores con May a la cabeza se alzan con la victoria y con una diferencia sustancial, podrán negociar y tensar la cuerda con la UE bajo el paraguas de un fuerte respaldo de la sociedad británica. Nadie ha dicho que se trataría de un Brexit duro, sin concesiones del Reino Unido, aunque tampoco van a ceder en lo fundamental.
Pero el problema vendría en el otro escenario posible, que ganase, los laboristas con su líder Jeremy Corbyn. Sería un contexto diferente, las negociaciones serían más duras, con menor margen de negociación y de cesión mutua, con lo que se generaría incertidumbre y las Bolsas lo acusarían, al menos en el corto plazo.
Y es que lo que se vaticinaba como una cómoda victoria de los conservadores, con la mayoría de encuestas dándoles más de 20 puntos de ventaja, ha pasado a ser una lucha muy igualada, demasiado diría yo, siempre atendiendo a los últimos sondeos que hablan de una diferencia únicamente de tres puntos.
En principio, y aunque estemos hablando de un terreno inhóspito (por estar detrás toda la cuestión del Brexit), podríamos aventurarnos a decir que la victoria de Corbyn sería mal recibida por las Bolsas europeas y por aquellas compañías cotizadas con intereses y exposición a Reino Unido, que en el caso de las españolas todos sabemos que podríamos hablar de Telefónica, Iberdrola o Ferrovial, no es ningún secreto.
En el tema de la libra esterlina, se podría pensar también que la victoria de los laboristas le perjudicaría, al menos en el corto plazo. De todas maneras, en plazos temporales mayores, debería de recuperarse, ya que seguramente el Banco de Inglaterra procederá a mediados o finales del 2019 a intensificar su política monetaria.
De todas maneras, es hablar por hablar, porque en dos años pueden suceder tantas cosas en el mundo en general y en Reino Unido en particular, que intentar vaticinar poniendo fecha concreta a la labor de un Banco Central siempre resulta en una quimera sin sentido.
Por tanto, vamos por partes y sin prisas. Primero que se celebren las elecciones el 8 de junio y sepamos quién será el inquilino en Downing Street, y segundo, veamos qué cariz toman las negociaciones con la UE.
De momento, la libra sigue débil frente al euro (subidas en Eur/Gbp). El último apoyo en el soporte en el mes de abril volvió una vez más a servir para un nuevo impulso al alza.
En cambio, la libra frente al dólar tiene un escenario diferente. Si bien es cierto venía también de debilitarse, se tomó un periodo de pausa, una lateralidad desde octubre hasta abril, fase en la cual el nivel de soporte sirvió hasta en tres ocasiones para que los inversores compraran. Finalmente, el 18 de abril comenzó a fortalecerse un poco frente al billete verde (subidas en Gbp/Usd), pero nada del otro mundo, más que por mérito de la libra es por demérito del dólar y la incertidumbre de cuántas veces la Reserva Federal subirá los tipos de interés en lo que resta de año.
Ismael de la Cruz
ismaeldelacruz.es
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