Existe un contexto general de extremo optimismo con el mercado de renta variable, muy bien expresado en el siguiente comentario de Jesús Sánchez Quiñones de Renta 4: “Tras más de seis meses de subidas prácticamente ininterrumpidas de los principales índices bursátiles, con caídas inferiores al tres por ciento desde los máximos, la complacencia de los inversores con la renta variable es evidente y creciente. El año pasado las bolsas cayeron dos veces cerca del veinte por ciento, recuperándose las cotizaciones en un breve periodo de tiempo. La errónea lectura que sacan los inversores en bolsa es que «pase lo que pase, nunca pasa nada».
Este optimismo inversor se ajusta mal con el contexto actual de las economías a nivel global, con incertidumbres en gran parte del globo. Un optimismo que está llevando a los inversores a pagar los mayores ratios en la renta variable en un siglo a excepción del pico de la burbuja tecnológica.
Vitaly N. Katsenelson, jefe de inversiones en Investment Management Associates, en un interesante artículo en MarketWatch muestra la contradicción entre un escenario económico global preocupante, y unos mercados de acciones exultantes. Veamos lo más importante que señala Katsenelson en ese artículo:
En primer lugar analicemos el panorama económico global.
Europa: La salud económica de la región no ha mejorado. El Brexit sólo ha aumentado la posibilidad de que otros estados salgan de la unión europea, lo cual sería muy perjudicial.
Japón: La población del país no se está rejuveneciendo, que de hecho, es la más vieja del mundo. Japón es también la nación desarrollada más endeudada del mundo. A pesar de la creciente deuda, los bonos del gobierno japonés a cinco años están pagando una tasa de interés del -0,10%. Imagínese lo que sucederá con el presupuesto del gobierno japonés cuando tengan que realmente pagar por pedir dinero prestado.
China: La mayor parte del crecimiento proviene de la deuda, que de hecho está creciendo a un ritmo mucho más rápido que la economía.
EE.UU.: Las ganancias se han estancado desde 2013, pero esto no ha impedido que los analistas salgan al mercado cada año con pronósticos de subidas en las bolsas del 10-20%. La explicación para el estancamiento es sorprendentemente simple: La rentabilidad corporativa en general se ha extendido hasta un extremo hasta el extremo, y es poco probable que mejore mucho más, ya que los márgenes de beneficio están cerca de máximos históricos. Las tasas de interés siguen siendo bajas, mientras que el endeudamiento de las empresas y el gobierno sigue siendo muy alto, una receta perfecta para que ante tipos más altos y una mayor inflación, los márgenes corporativos caigan.
Ante todo esto, el promedio de acciones está extremadamente caro. En este punto casi no importa que ratio de valoración mires: Per Shiller, capitalización bursátil frente al PIB, valor de la empresa frente al Ebitda, todos ellos apuntan a que las acciones están más caras ahora que en cualquier momento del último siglo excepto en el pico de la burbuja tecnológica.
El actual mercado ha convertido a los inversores en compradores no ya de lo que más les gusta, sino de lo que menos odian. En 2016, menos del 10% de los fondos gestionados activamente superaron a los índices de referencia. La última vez que sucedió esto fue en 1999, durante la burbuja tecnológica, y todos sabemos cómo acabó la historia.
Katsenelson en este artículo, nos muestra sus dudas sobre la conveniencia de comprar acciones en el actual mercado. La sobrevaloración existente a su juicio, y al de muchos es extrema, y en este escenario es complicado justificar el optimismo inversor, por mucho que suban las bolsas.
Carlos Montero
La Carta de la Bolsa