«La mayoría de los actores en los mercados tienen los músculos agarrotados. No ganan para sustos ni para suspiros, como los del alivio de las elecciones del país de los tulipanes. La última encuesta “Impacto de Riesgos Geopolíticos en la Industria de Gestión de Activos” realizada a 1.500 profesionales de la inversión por CFA Institute, la Asociación Global de Profesionales de la Inversión, muestra la creciente preocupación entre los profesionales de la inversión por el riesgo geopolítico, que tendrá un impacto a largo plazo en los mercados financieros. La mayoría de encuestados (70%) esperan que las inversiones se vean comprometidas en los próximos tres a cinco años. Sin embargo, y a pesar de los riesgos identificados, una mayoría de gestores de cartera (71%) afirman no haber cambiado su estrategia como resultado del voto del Brexit. Situación curiosa. Parálisis ¿Y qué hago con mi dinero? ¿Es momento de entrar en Bolsa? ¿Ha pasado ya el tren de la abundancia? Son las preguntas de nuestros clientes en los últimos días. Advertimos en todas ellas mucha prudencia, miedo. Apenas tienen capacidad para moverse. Las emociones les impiden dar un paso», me dice el CEO de una importante gestora, que me envía el siguiente enlace acerca de las empresas «value».
La inversión en valor generalmente consiste en comprar valores a un precio bajo, determinado conforme a un análisis fundamental.Por ejemplo, dichos valores pueden ser acciones en compañías negociadas en mercados de valores que cotizan por debajo del valor contable, acciones que dan altos rendimientos en dividendos, acciones con un buen PER —la relación entre el precio o valor y los beneficios— o con un buen ratio P/VC.
Los partidarios del value investing, incluyendo Warren Buffett, afirman que su esencia es comprar acciones a un precio menor al de su valor intrínseco. La diferencia resultante de descontar el precio de mercado del valor intrínseco de la acción, es lo que Graham llama «margen de seguridad». El valor intrínseco o fundamental se refiere al valor contenido en la propia acción y se calcula generalmente sumando el ingreso futuro generado por el activo de acuerdo con un criterio de valor presente, o en otras palabras, es el valor descontado de distribuciones futuras. Sin embargo, tanto las distribuciones futuras como el índice de descuento apropiado tan solo pueden estimarse o calcularse, pero no determinarse con exactitud.
Warren Buffett ha llevado el concepto de value investing más allá de su definición original, conforme su pensamiento ha evolucionado a lo largo de 25 años, de invertir en compañías genéricas a precio de ganga, a buscar «una compañía excepcional a un precio sensato».
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Óscar Rodríguez Graña ha escrito en Funds People que «El rally del value comenzó en julio de 2016. Desde entonces, este tipo de compañías han registrado un mejor comportamiento bursátil que el growth, lo que ha llevado a muchos a creer en la vuelta de un estilo de inversión que había permanecido defenestrado en los últimos ocho años. La pregunta que se hacen ahora los inversores es… ¿estoy a tiempo de subirme al carro o me he perdido el rally? Andrew Evans (a la izquierda) y Andrew Lyddon, gestores de Schroders, consideran que el tren todavía no ha pasado. De hecho, apenas habría salido de la estación. “En los últimos años, el número de meses en los que el value se ha comportado mejor que otros estilos alcanza los 24 de media, habiendo ofrecido una rentabilidad superior del orden del 21,8%. En esta ocasión, su duración apenas alcanza los siete meses, con un retorno por encima de otros estilos del 13,7%. De acabar aquí, sería una de las rotaciones más cortas de las últimas cuatro décadas, tanto en términos temporales como de rentabilidad”, afirman (ver gráfico).
En una presentación realizada en Madrid, ambos expertos se muestran convencidos de que el rally del value no ha hecho más que comenzar y que la oportunidad que ofrece este estilo de inversión a largo plazo es enorme. Existen muchas razones que les conducen a pensar así. Una de ellas es el creciente interés que existe por estas compañías, sobre todo teniendo en cuenta la importante brecha que las separa del growth. “En los últimos tiempos, una cartera de renta variable estaba formada típicamente al 95% por compañías growth y al 5% por empresas value. Hace años el peso estaba mucho más equilibrado. Volveremos a un escenario más parecido a este último. La oportunidades que ofrece el value aparecen en todos los mercados, aunque en Europa su atractivo es mayor. La premisa es muy sencilla. Cuanto menos pagas por la acción de una buena compañía, mejor rentabilidad obtienes. Es algo que está ampliamente demostrado”, aseguran los expertos (ver gráfico).
Toda su visión la exponen en el Value Perspective, un portal en el que aportan información sobre la inversión value. Sus tesis y afirmaciones las sustentan poniendo encima de la mesa varios ejemplos. El primero de ellos consiste en computar la rentabilidad anualizada generada a diez años por las compañías en función del PER ajustado por el ciclo. El resultado de este ejercicio es que aquellas compañías que en el año 2000 cotizaban con una ratio de entre 0 y 7 veces han generado durante los siguientes diez años una rentabilidad anualizada de algo más del 10%, mientras que aquellas que se movían con múltiplos por encima de las 21 veces ofrecieron retornos anualizados de apenas el 1% (en el caso de las que tenían un PER de entre 21 y 28 veces) e incluso negativos (PER de entre 28 y 35 veces). El mismo ejercicio se puede hacer a nivel sectorial, con el mismo resultado final, lo cual refuerza aún más su teoría.
“En el año 2000 las puntocom cotizaban con un PER ajustado al ciclo superior a las 35 veces. Se creía que estas compañías cambiarían el mundo… y lo hicieron. El problema era el precio. Sus cotizaciones se hundieron, lo que provocó importantes pérdidas para los accionistas. Al mismo tiempo, las compañías tabaqueras, que aquel año cotizaban con una ratio de entre 7 y 14 veces, registraron en la primera década del siglo XXI rentabilidades superiores al 700%. Esto demuestra que la clave es la valoración. Es el principal conductor que explica la rentabilidad a largo plazo. A veces se piensa en la volatilidad como la mejor métrica para estimar el riesgo. No estamos de acuerdo. La valoración es todavía más importante. No hay que buscar catalizadores. La valoración es ya en sí mismo un catalizador”, aseveran (ver gráfico).
Sin embargo, eso no significa que no haya que prestar atención a otros aspectos. “Junto a la valoración, existen otras métricas que permiten mitigar el riesgo, como por ejemplo el profundo conocimiento del balance de la compañía o la estimación de beneficios futuros, lo cual te permite hacerte una idea de la rentabilidad que va a generar el valor”, señalan. Es la filosofía que aplican en el Schroder ISF European Value, fondo con la calificación Consistentes Funds People que en el último lustro ha logrado generar una rentabilidad anualizada del 12,3%, 2,7 puntos por encima del MSCI Europe, siendo primer cuartil a tres y cinco años. Esto lo han conseguido partiendo siempre de un análisis bottom-up que les lleva a invertir en aquello que está barato, lo cual a veces no es sencillo. “Hay que controlar las emociones, ya que en ocasiones tu análisis te conduce a apostar por compañías que no están recibiendo el favor de los inversores”, reconocen. En estos momentos, el sector financiero (34% de exposición) y las empresas de consumo cíclico (15%) son actualmente las grandes apuestas en la cartera. El motivo está muy claro (ver gráfico).
Para dejar clara cuál es la manera en la que operan, ponen el ejemplo precisamente de una compañía anglosajona: Anglo American. En enero de 2015 su cotización empezó a caer, una fase que fueron aprovechando para ir elevando paulatinamente su exposición al valor, que pasó del 0% al 4,8%. Un año después, en enero de 2016, la acción tocó mínimos y comenzó a rebotar, alcanzando nuevamente el valor su precio inicial. Durante ese proceso de recuperación, los gestores fueron reduciendo su peso en el valor desde el 4,8% hasta el 2,5% (ver gráfico). “Si mantienes tu convicción en una idea, debes actuar en consecuencia y comprar cuando su precio ha caído. Nunca vas a conseguir comprar en el punto más bajo. La acción seguirá cayendo, pero tienes que mantener la disciplina y no dejarte llevar por las emociones. A veces, el mercado te da rápidamente la razón, como sucedió con Anglo American. En otras, tarda más tiempo. El timing es algo que no controlas. De media, mantenemos los valores en la cartera cinco años”, concluyen.
Carlos Montero
La Carta de la Bolsa