El bitcoin y sus hermanas menores han crecido en popularidad en los últimos años y los bancos ya estudian cómo asaltar su negocio. ¿Cuál es realmente su origen y futuro?
Hace solo siete años que las criptomonedas irrumpieron en el escenario económico. La aparición del bitcoin, pionera en su especie, rompió con muchos de los dogmas monetarios hasta entonces irrefutables. Su creciente, aunque aún minoritaria, popularidad ha empujado a la banca y otros actores financieros tradicionales a pasar de percibir en ellas una amenaza a verlas como una oportunidad para engordar su negocio.
A pesar de esta exponencial ganancia en popularidad y número de usuarios y replicantes, son muchas las dudas que rodean aún a las criptomonedas, rodeadas en un cierto halo de misterio cuya disección parece reservada a economistas e informáticos. Sin embargo, más allá de tecnicismos y la arquitectura matemática que rodea su concepción y desarrollo, el bitcoin y sus rivales más jóvenes son sencillos de comprender. No tanto de gestionar, advierten los expertos.
¿Qué es una criptomoneda?
La primera diferencia entre una criptomoneda y una divisa al uso es que la primera de ellas no tiene entidad física, sino que es únicamente un medio digital de pago. Frente al dinero fiduciario o los sistemas basados en el patrón oro, solo la arquitectura matemática con la que se ha diseñado define su ritmo de emisión, sus posibilidades de uso y a la par garantiza su valor para transacciones financieras. No existe ninguna entidad central, organismo o grupo que pueda respaldar o alterar estas condiciones, que son conocidas públicamente de antemano.
Al no estar sujeta a ninguna entidad central, tampoco existen intermediarios, sino que son los propios usuarios de esta moneda digital los que negocian con ellas sin necesidad de entidades financieras. Su fundamento está en el método criptográfico, que usa dos claves matemáticas para el envío de mensajes que son las transacciones monetarias: una clave es pública y se puede entregar a cualquier persona y es la que da cuenta del intercambio, la otra clave es privada e identifica a su ordenante.
¿No existen entonces monedas y billetes de divisas digitales?
Dado que no existe ninguna entidad u organismo emisor y supervisor de estas divisas digitales, tampoco existen unidades monetarias físicas propiamente dichas. Lo más similar que ha existido han sido medallas metálicas y papeles con apariencia de billete que recogían las claves para hacerse con una determinada cantidad de algunas de las criptodivisas más populares.
Uno de los casos más conocidos es el de los bitcoins de Casascius, una empresa que emitía este tipo de productos vinculados a una cantidad específica de esta criptomoneda. Sin embargo, la facilidad para la sustracción tanto de estos soportes físicos como de los saldos a ellos asociados y el hecho de que no consistían en sí mismos en un método de pago, sino en una especie de vale canjeable provocó que la empresa dejase de emitir este tipo de medallas y papeles en noviembre del año 2013.
Si no hay bancos centrales, ¿quién está detrás de las criptomonedas?
En la mayoría de los casos, se desconoce quién está detrás del desarrollo de las criptomonedas, si bien este extremo es irrelevante para el devenir de las mismas, ya que su único respaldo proviene de las fórmulas matemáticas con las que se desarrollan, inalterables por sus inventores una vez que comienzan a funcionar.
Detrás del bitcoin está Satoshi Nakamoto, responsable de la primera prueba de trabajo matemático para desencriptar el código de esta cibermoneda en el año 2009. El camino de la primera divisa de su especie comenzó ya en 1998, cuando Wei Dai propuso por primera vez la idea de una nueva tipología de dinero que utilizase la criptografía para controlar su creación y transacciones. Tras muchas especulaciones, en primavera de este mismo año, un hombre de negocios australiano, Craig Wright, se descubrió como el verdadero Nakamoto, sin embargo estudios posteriores ponen en duda este extremo y la identidad real de su primer desarrollador sigue siendo un misterio, al punto que muchos sugieren que se trata de un pseudónimo que en realidad engloba no a un individuo sino a un conjunto de personas.
¿Cuántas criptomonedas hay y cómo se fija su valor?
El número de criptomonedas es potencialmente infinito, tantos como sistemas de criptografía matemática se puedan desarrollar, si bien en función de su complejidad podrán ser más o menos seguras. Sin embargo, su liquidez sí es finita, pues en la arquitectura de estos parámetros va implícito desde su creación el volumen máximo de estas monedas que puede llegar a existir.
En el caso del pionero y más popular bitcoin, el límite del código matemático con el que se ha desarrollado está en 21 millones de unidades monetarias. El dogecoin, inicialmente creado como parodia del anterior, tiene un tope de 100.000 millones. El litecoin, otra de las criptodivisas más empleadas a escala global llegará a poner en circulación 84 millones de sus unidades monetarias. Auroracoin, dash, ethereum, gulden, namecoin, ntx y ripple son solo algunas de las decenas de criptodivisas existentes y activas en la actualidad.
Hoy por hoy, su valor se sigue estableciendo por una tasa de cambio en función de las normas de oferta y demanda contra las principales divisas físicas del mundo. Es así, que la mayoría de comercios que ofrecen el pago de sus productos o servicios con estas monedas digitales no marca precios fijos para ellos, como sí lo hace con las físicas, sino que su coste varía en función de la cotización de los mercados. La mayoría de criptomonedas, sin embargo, se divide en milésimas o fracciones incluso inferiores que en la cartera digital de sus usuarios se puede aparejar con un activo tangible o intangible real para comerciar con él: desde un céntimo de euro, a la acción cotizada de una compañía a un derecho de voto, siempre que su comercialización no contraviniese las normas mercantiles del país de residencia del usuario.
¿La tenencia y operaciones con criptomonedas son anónimas?
Mucho se ha dicho sobre el anonimato en el uso de criptomonedas, especialmente por los capítulos que en el pasado reciente han vinculado estas divisas a transacciones fraudulentas en mercados negros de la Red, como el desaparecido Silk Road. Sin embargo, las operaciones con monedas digitales no son nunca anónimas, si bien pueden emplearse mecanismos para que la identidad de los ordenantes o receptores de una operación quede fuera de todo posible rastreo.
En este sentido, cabe subrayar que las criptodivisas siempre se acumulan en una cartera virtual que debe estar vinculada a una identidad personal y digital. La cuestión es que en la actualidad, y desde el nacimiento del pionero bitcoin, existen herramientas tecnológicas para hacer que estas identidades sean dinámicas, modifiquen algún aspecto de su realidad física -como la ubicación real del sujeto o colectivo titular de una cartera, lo que facilita su uso en el cierre de transacciones ligadas a actividades ilegales. Esta es la razón por la que en algunos países como Tailandia y Bolivia el uso de las criptomonedas esté estrictamente prohibido por ley y en otros como México y Argentina la normativa vigente recoja fuertes limitaciones operativas.
A pesar de esta realidad, lo cierto es que el control de las divisas digitales es cada vez más exhaustivo, especialmente desde que varios países han reconocido a las más empleadas con categoría de divisa al mismo nivel que las monedas físicas extranjeras. Además, la identidad de las carteras emisoras y receptoras de todas las operaciones, si bien haya podido ser falseada, queda documentada inalterablemente y para siempre en el listado histórico de operaciones que el propio sistema matemático que ampara estas monedas ha de acumular desde su inicio y sin fallos para evitar su colapso y que se puedan realizar fraudes del tipo del uso de una misma cantidad de monedas en más de una operación a la vez.
¿Cómo puedo hacerme con mis primeras criptomonedas?
Para comenzar a operar en criptodivisas existen fundamentalmente dos vías: la minería y la compra de estas monedas en casas de cambio virtuales. En el segundo de los casos, la desregulación existente en el sector hace que el usuario deba estar precavido de que opera con una casa de actividad reconocida. El proceso es sencillo, se establece una tasa de cambio en función de las normas de oferta y demanda contra las principales divisas físicas del mundo y se pueden adquirir el número deseado de cada criptomoneda, normalmente aplicándose una pequeña tasa por la transacción.
Estas nuevas monedas digitales han de asociarse a una cartera digital que, en muchos casos es facilitada por la propia casa de cambio, pero que puede registrarse también con otro operador de criptodivisas. Desde el momento de su recepción en cartera, que depende de la velocidad de confirmación matemática de transacciones de cada una de las criptomonedas existentes, el usuario puede comenzar a operar con ellas mediante transacciones con otros usuarios o mediante el pago a establecimientos físicos u online que ofrezcan la posibilidad de pago con estas monedas.
La primera opción, la de la minería, fue más popular en los inicios de estas divisas digitales, pero ahora debido a mayor número de transacciones, usuarios y potencia de cálculo necesaria, se ha hecho más costosa y menos productiva. Este sistema, que es en realidad la base del desarrollo de las criptomonedas, se basa en que los terminales de algunos de sus usuarios sirven como centros de verificación de cada una de las operaciones que se realizan en una moneda, resolviendo para ello problemas matemáticos de complejidad creciente que automáticamente por la arquitectura de cada moneda se adjudican a cada operación. Los mineros consumen gran cantidad de potencia informática así como eléctrica para certificar las operaciones y convertirlas en código matemático compatible con el registro histórico de cada moneda digital, razón por la cual reciben una determinada cantidad de divisa, como incentivo para que sigan sustentando una actividad de creciente complicación pero en la que se basa todo el sistema.
Mientras que cada vez se requiere una mayor capacidad para almacenar el registro histórico de operaciones con una de estas monedas, en el caso del bitcoin son ya algo más de 86 gigabytes, una menor cantidad de operaciones ofrecen recompensas a los mineros que las certifican mediante la correspondiente prueba de trabajo matemático que convierte toda la información de la operación en un hash algorítmico que recoge todos sus datos y se une coherentemente con la serie histórica. Así, los mineros cada vez reciben más ingresos por las propinas que los propios usuarios aparejan a sus operaciones para que sean verificadas en orden prioritario.
Hoy en día, es habitual que los mineros trabajen en equipo uniendo sus terminales para ganar en capacidad de cálculo y dividir luego las ganancias, algo que ha sido posible también gracias al desarrollo de las herramientas de trabajo digital en la nube. La cadena coherente de registro de operaciones que estos mineros custodian, así como otros dispositivos conocidos como nodos están siempre interconectados y garantizan la ausencia de fraudes en operaciones con criptodivisas, así como respaldar en cada momento la titularidad de las mismas.
¿Pueden desaparecer o robarme mis monedas digitales?
En atención al punto anterior, los saldos de las criptodivisas no pueden desvanecerse, pues su existencia queda para siempre fijado en la secuencia histórica de operaciones. En este punto es importante diferenciar entre las monedas criptográficas, que son las que están sujetas a este tipo de rastreo y control digital, a las meras monedas digitales que emplean algunas aplicaciones para su estricto uso dentro de las mismas, como pudieran ser los saldos para compras de los videojuegos.
A pesar de esto, sí que es posible el robo de las criptomonedas de una cartera digital. Esto se debe a que estas cuentas disponen siempre de dos claves: una pública asociada a cada transacción concreta y una privada asociada a la cartera en sí misma. Si un tercero tiene acceso a esta última, bien por descuido del titular legítimo, bien por el pirateo de la plataforma en la que esté alojada la cartera, este podría llegar a disponer del saldo de una cuenta y transferirlo a otra de su propiedad o gastarlo en diferentes transacciones a cargo del titular real de la misma. Esto es lo que ha ocurrido en los sucesos de asalto a plataformas de bitcoins que han terminado por colapsar tras el saqueo de todos sus fondos virtuales.
Todo esto, llevado al terreno de las finanzas más cotidianas, sería similar a la clonación de una tarjeta de crédito, con la diferencia de que es mucho más difícil revertir la sustracción de capitales al no requerir aquí de confirmación física las operaciones digitales realizadas y ser inalterable el código de operaciones incluso por sus propios desarrolladores.
¿Puedo invertir en criptomonedas con divisas físicas?
A fecha de hoy, el valor de las criptomonedas se sigue estableciendo con base en oferta y demanda sobre las principales divisas físicas del mundo. Su uso aún no está tan extendido, ni su información sobre desarrollo y empleo están tan difundidas como para que fijen tasas de cambio por su propia actividad o la evolución de la economía digital. Por este motivo, la inversión más común mediante monedas físicas en divisas criptográficas es precisamente la compra de estas últimas en casas de cambio.
Sin embargo, existen otras opciones para invertir en el negocio del bitcoin y sus hermanas menores sin necesidad de contar necesariamente con una cartera digital denominada en alguna de ellas. Así, está la inversión individual o colectiva en las plataformas de desarrollo o negociación de estas monedas, si bien lo más habitual es que esta opción esté reservada a un pequeño número de socios inversores o bien a institucionales, sin cabida para el público minorista.
Mientras tanto, las casas de inversión más alternativas también estudian modalidades para abrir este universo al gran público, habitualmente apuntando hacia el bitcoin. Sin embargo, el hecho de que solo las matemáticas controlen su estructura, sin una institución de respaldo o interlocución detrás, ha hecho que varios productos de inversión como fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés) u otros derivados se estén frenando por parte de los supervisores del mercado en EEUU, Europa y otras regiones. ¿Por qué han pasado de ser una amenaza a una promesa de negocio para la banca?
La aparición de estas criptomonedas, no ligadas al sistema financiero tradicional fue inicialmente percibido como una gran amenaza por las entidades de crédito, previendo la pérdida potencial de clientes para su negocio, fundamentalmente en las nuevas generaciones más vinculadas y familiarizadas al mundo digital. Sin embargo, la de cadena de bloques en la que se fundamenta el desarrollo de la gran mayoría de criptmonedas, cada cual con sus peculiaridades, es la dirección de ataque hacia la que apuntan más y más hasta ahora grandes jugadores del panorama financiero mundial.
El asalto a las monedas digitales, especialmente al bitcoin y otras de mayor difusión, se ha convertido en la garantía de supervivencia a la que cada vez más grandes nombres del sector procuran aferrarse. Más allá de los cajeros de criptomonedas, las grandes entidades globales destinan cada vez una mayor parte de sus recursos a investigar y tomar la delantera en estas nuevas tendencias de banca y comercio digital, mientras que siguen atentos cualquier oportunidad de compra de una incipiente startup dirigida al mundo financiero que aporte valor a sus clientes y, a la par, facilite la ganancia de rentabilidad
Una reciente encuesta sobre tendencias publicada por la tecnológica IBM revelaba que los planes para lanzar al mercado servicios comerciales basados en blockchain se han acelerado a un ritmo imprevisible hace solo unos trimestres y un 15% de las entidades tradicionales preguntadas tienen previsto debutar en este segmento antes de que llegue el año 2017. Las aplicaciones de esta tecnología de registro inalterable de bloques de transacciones, su confidencialidad y su arquitectura moldeable constituyen su principal y primera aportación a la industria financiera de las divisas físicas.
¿Son realmente el dinero del futuro?
Aunque se ha hablado mucho del futuro del dinero físico, y los datos tendenciales apuntan a que el protagonismo de las criptomonedas irá en aumento en lo sucesivo, aún dista mucho para que se pueda hablar de estas como del dinero del futuro, según apuntan varios expertos e institutos económicos. La pérdida de peso de las operaciones con monedas metálicas y papel moneda frente a los apuntes digitales es un hecho, pero la dominancia de las monedas tradicionales respaldadas por un gobierno y un banco central está aún lejos de diluirse.
Los expertos apuntan además dos factores que hacen que, por el momento, no puedan ser un relevo real para el dinero físico tradicional. En primer lugar, la todavía imparable proliferación de nuevas criptomonedas que compiten por un universo de usuarios idéntico en la mayoría de casos. En segundo lugar, el hecho de que ninguna de ellas ha alcanzado aún el techo de emisión fijado por su arquitectura matemática, lo que hace imposible de prever cuál será su desarrollo futuro a partir de ese punto, que necesariamente debería apuntar hacia una galopante inflación si no se crean más monedas, las propinas a los mineros que garantizan el sistema han de ser más elevadas y son cada vez más las personas e instituciones que operasen con estas monedas digitales.
Un último, pero no por ello menos importante factor, es el protagonismo de los gobiernos y los bancos centrales. Mientras que el dinero físico sigue ligado a su control y supervisión, el ámbito global de las criptomonedas hace imposible una gestión integral más allá de la revisión de su registro histórico de operaciones. Mientras que las operaciones de banca digital siguen bajo su control, más o menos férreo según han demostrado las recientes crisis bancarias, las operaciones con divisas criptográficas en plataformas digitales quedan por completo fuera de su alcance rutinario.
A su favor, el hecho de que la tecnología en la que muchas de estas monedas se amparan, sobre todo las más sofisticadas, permiten crear una estructura interna de contabilidad y costes totalmente estanca y cerrada que facilita que un presupuesto se cumpla escrupulosamente y con total transparencia gracias a la implementación de una cadena de control interna similar a las que existen globalmente para respaldar su desarrollo.
Fuente: Elboletin.com